Hace muchos años, en una fecha imprecisa del siglo anterior. Un joven permanece en vela durante dos noches leyendo Raíces, libro en el que Alex Haley relata la historia de su familia -desde sus orígenes en África hasta el pasado reciente en Estados Unidos- y, con ella, la de millones de personas víctimas de la esclavitud y la discriminación durante siglos en distintos puntos del planeta. Aquel libro marcaría a fuego al joven lector, quien en 1981 fundaría una librería y le pondría como lema: “Los libros te hacen libre”.

Cuarenta años después de la apertura del primer local en el que comenzaría a aprender el oficio de librero, Roberto Cuschnir sigue pensando que leer es una experiencia que salva: “Los libros son joyas -afirma, apasionado, en diálogo con Revista Leemos-. No te traicionan. Son tus amigos, te brindan todo lo que tienen, te ilustran, te abren los ojos. Te hacen mejor persona”.

Ese amor por los libros permite a Roberto celebrar con un atractivo concurso -podés consultar las bases y condiciones en este enlace- los 40 años de Librería Palito, firma que hoy cuenta con seis sucursales en Mar del Plata y que se ubica entre las 20 librerías que más facturan en el país.

Roberto en la puerta del local de Avenida Constitución
“Los libros son joyas. No te traicionan. Son tus amigos, te brindan todo lo que tienen, te ilustran, te abren los ojos. Te hacen mejor persona”.

Pero, como diría Calamaro, no se puede vivir del amor. O, mejor dicho, no se pueden vender libros solo con amor. Y así lo aclara el propio Cuschnir en una charla en la que no sólo revela los secretos de su oficio sino que reflexiona sobre la actualidad de la industria, el futuro del libro de papel -“no morirá nunca”, afirma rotundo- y hasta el fracaso de la última dictadura en su intento por desalentar las lecturas. Este fue el diálogo:

-Después de 40 años de vender libros, puede que su relación con ellos haya cambiado. ¿Qué significan para usted los libros hoy?

-Los libros son joyas. No te traicionan. Son amigos fieles. Te brindan todo lo que te tienen, te dan su corazón, te ilustran, te mejoran, te abren los ojos. Y por si fuera poco, nos permiten vivir de ellos. No se les puede pedir más.

-¿Quiere decir que sigue creyendo en la magia de los libros?

-Totalmente. Hace poco terminé de leer La viuda negra, de Daniel Silva, que habla en gran parte sobre el espionaje antiterrorista de parte de Israel en distintas partes del mundo. Y casi al mismo tiempo, la realidad nos trajo estos atentados de los terroristas del Hamas en Israel. Es como si yo hubiera visto una película de lo que iba a venir. Más allá del dramatismo de la situación, creo que es una experiencia maravillosa, increíble. 

-Probablemente tener una librería es el sueño de toda persona que ama leer (me incluyo entre ellas). Pero tal vez sea una visión un tanto romantizada de la actividad. Hace poco leí La librería de monsieur Picquier, de Marc Roger y, si bien toda la novela es un homenaje a la lectura y a los libros, hay una página en la que el librero se sincera y aclara que no todas son rosas: habla de la presión de los inventarios, el estrés de las rentrées literarias, el tener que aconsejar libros sin haberlos leído… ¿Usted está de acuerdo con monsieur Picquier”?

-Tiene toda la razón. Mire, le voy a decir un secreto: tener una librería es 50% de espíritu y  50% de práctica. Es verdad que no todos lo logran. En estos 40 años, yo he conocido a muchas personas que eran lectores voraces, consuetudinarios, cuyo sueño era poner una librería. Finalmente la pusieron y fracasaron. ¿Por qué? Porque no tenían afinado el aspecto comercial. Porque una librería, amén de ser un contenedor de ciencia, de historia, de literatura y todas las disciplinas humanas destacables, es un comercio. Y hay que saber llevarlo adelante.

-¿Y usted cómo lo logró? No hay una escuela de libreros…

-Fui aprendiendo. Mis principios fueron en un polirrubro contiguo a un colegio en Mar del Plata. Comencé comprando los libros que usaban las docentes, tanto nuevos como usados. Ahí empezó mi historia como librero, especializándome en textos escolares. Durante mucho tiempo deseé trabajar libros generales pero me veía frustrado porque las temporadas escolares son muy exigentes. Cuando trabajás con varias editoriales, los libros te los dan en consignación, lo que significa que tenés que rendir todos los meses lo que vendiste y hacer un conteo físico lleva un esfuerzo enorme que recién pudimos encarar gracias al advenimiento de los sistemas informáticos. En el año 2003 empezamos a diversificarnos. Hoy, gracias a la tecnología y la sangre nueva de mis hijos (que son mi gran orgullo) tenemos una librería con seis sucursales y estamos en el ranking de las 20 librerías que más facturan en el país, incluidas las cadenas.

-Su mención a la informática me lleva a otro tema que suele sobrevolar como un fantasma el mundo de la lectura: los libros electrónicos. Desde su aparición nunca faltan los pesimistas que vaticinan la muerte de los libros en papel. ¿Usted qué opina?

-Es un tema que tiene varias aristas. Por un lado está la piratería, que existió siempre, incluso desde antes del libro electrónico. En este caso, las únicas personas capacitadas para denunciar e iniciar juicio son las afectadas directamente, es decir escritoras y escritores o sus apoderado, que generalmente son los editores. Eso significa que nosotros, aunque veamos in fraganti que alguien está pirateando un libro, no podemos realizar la denuncia. Es algo inaudito, porque cualquier otro delito puede ser denunciado por otras personas. Eso es algo que debe modificarse.

Roberto Cuschnir y su hija Melina en el local de Avenida Constitución

-Y en cuanto a los libros electrónicos: ¿Sí implican un riesgo?

-Es verdad que aparecieron como un fantasma que nos iba a comer crudos. Generaron su nicho, del 10% o 15%, pero lo cierto es que el libro tradicional se consolida y crece cada vez más. Es que la diferencia entre un libro de papel electrónico y uno de papel es como la diferencia entre un bebé y un muñeco: tener un libro, poder olerlo y tocarlo, es irreemplazable. El objeto libro no va a morir nunca.

-Eso en cuanto al libro objeto. Pero, ¿qué pasó con los hábitos de  lectura? Se dice que la gente ya no lee: ¿usted cree que es así?

-Eso para mi es una gran incógnita. Es verdad, suele decirse que la gente ya no lee pero yo veo exactamente lo contrario. Para mi la gente lee y me animaría a decir que lee cada vez más. Tuvimos una etapa, en la época de las dictaduras militares, en las que el gobierno desalentaba la lectura y comprar libros, se bajaba la orden a las docentes de que no podían obligar a comprar libros. El país de los ignorantes es más fácil de dominar y eso estaba muy claramente expresado por los militares. Pero la magia de la lectura es prácticamente imposible de dominar.

-¿Quiere decir que entre los méritos de la democracia figura el haber impulsado la lectura?

-Si, hoy desde el jardín de infantes se incentiva la lectura. Hay una inmensa variedad y calidad de libros infantiles, es increíble lo atractivos, hermosos y creativos que son. Cada vez aparecen más. Niños y niñas, desde chiquitos, tienen libros en las manos, no se van a dormir sin leer un cuento o inventar una historia, yo lo veo con mis nietos. ¿Qué quiero decir con todo esto? Tengo que citar el lema de nuestra librería: los libros te hacen libre. Y eso es imbatible.

Los primeros pasos de Palito en fotos