La escritora argentina propone una trama cruzada por tres historias, donde el lenguaje es “de ninguna parte” y donde lo que se debate es el límite entre ficción y realidad.

 

La premiada escritora Betina González publicó su tercera novela, América Alucinada, en la que propone diferentes miradas atravesadas por situaciones disímiles, entre las que se cruzan el extrañamiento, la vejez y el lenguaje.

Esta autora de 44 años, que además es profesora e investigadora en la Universidad de Buenos Aires, dijo a la agencia Télam que “la novela es una extrañeza general con respecto a la familia. Las formas del amor y del afecto son infinitas, todavía falta mucha discusión en torno a los estereotipos y clichés culturales en torno a la familia”.

En su nueva propuesta, González combina tres personajes impensados, tales como un inmigrante al que una intrusa se le ha metido en su casa y que mira la ciudad “con ojos de espectador”, una ex hippie de 70 años que funda un club de caza de ciervos y una chica a la que su madre aparentemente la abandona.

En este marco, de acuerdo a la agencia estatal, la primera mujer ganadora del Premio Tusquets de Novela por Las poseídas publica en el mismo sello lo que se define como “una trama signada por la mirada extraña o distanciada; la huella del lenguaje como exploración; y las marcas de lo real como vía para probar la ecuación realidad-ficción”.

Además de esta reciente novela y la acreedora del prestigioso premio en 2012, González es autora de Arte menor, reconocida con el Premio Clarín Novela 2006, y Juegos de Playa, una colección de relatos premiada por el Fondo Nacional de las Artes.

Además, entre sus publicaciones académicas, se destaca el libro Conspiraciones de esclavos y animales fabulosos sobre literatura y moral en el siglo XIX.

América Alucinada es una novela que irrumpe por su construcción desde el lenguaje, ya que está escrita con “un español hecho de todos los españoles posibles. La idea era que sonara familiar para quien lo lea en español, sin por eso tener la ambición de ser neutro. Traté que la novela tuviera, también en la lengua, algo de artificio, que se notara que eso no estaba pasando en ninguna parte y por eso podía estar pasando en todos lados”, explicó González.