por Francisco Aiello 

La palabra cita remite a un encuentro pautado con otro, pero también a la inclusión de un texto ajeno en el propio. En Citas de lectura (2017, Ampersand), Sylvia Molloy saca provecho de ambas acepciones encadenando breves escenas narradas con sobriedad, gracias a las cuales esta autora argentina reconstruye su propia trayectoria como lectora iniciada tempranamente con las historias que le leían en voz alta. De modo que la escritora se da cita con las sucesivas lectoras que ella misma fue en distintos momentos de su vida dispuesta a revivir o reconstruir sensaciones, inquietudes e impresiones provocadas por los libros. Y a la vez cita un vasto repertorio de lecturas para reconsiderarlas bajo una nueva mirada forjada por años de vida y de lecturas. Esta inflexión autobiográfica hace de Citas de lectura un texto complementario de Vivir entre lenguas (2015, Eterna Cadencia), texto en el cual Molloy también apela al relato fragmentado para caracterizar una vida signada por el trilingüismo: al español y al inglés hablados en su hogar desde el nacimiento se sumó tiempo después el francés, mediante un gesto voluntarioso de reapropiarse de la herencia de los abuelos maternos. El empeño puesto en el aprendizaje del francés es también evocado en el relato Varia imaginación (2003, Beatriz Viterbo).

                La alternancia de los tres idiomas en los libros sobre los que vuelve Molloy a lo largo de Citas de lectura no constituye un mero dato anecdótico, sino que instala la cuestión de la mezcla de lenguas –tal como ocurre en un poema de T.S. Eliot, descubierto gracias a un primo durante un veraneo en Miramar– y, en particular, el problema de la traducción como núcleo constante de reflexión a partir su propia experiencia vital y mediante distintos autores hispanoamericanos sobre los cuales ha trabajado extensamente como profesora universitaria en Estados Unidos. La evocación de sus estudios superiores en Francia está acompañada de consideraciones acerca de la traducción al francés de literatura hispanoamericana, puesto que la autora recuerda que tales traducciones favorecieron relecturas de textos ya transitados en español con poco entusiasmo, como los de Ricardo Güiraldes. También Molloy establece un acercamiento entre su modo leer en distintas lenguas y la tendencia de Sarmiento a considerar la lectura en lenguas extranjeras como acto de traducción personal; agreguemos, de paso, que la autora dedicó muy interesantes páginas al sanjuanino en su clásico ensayo sobre la autobiografía Acto de presencia (1996, Fondo de Cultura Económica).

                Su experiencia como traductora de un cuento de Borges y la aprobación que recibió de este autor por la versión inglesa –cuyo título sonaba mejor que en español, aseguró elogioso– traen al relato otra arista de ese mundo entre lenguas en el que vive Molloy. Lejos de limitarse a esta mención, la presencia de Borges –sobre quien ha escrito un excelente estudio publicado por primera vez en 1979– es recurrente en Citas de lectura: desde la simpática anécdota del primer encuentro de Molloy siendo una jovencita tímida hasta un sentido tributo en el que le reconoce al autor de Ficciones un lugar decisivo en su modo de pensar la literatura, incluida su propia escritura. “No es poco lo que le debo a Borges”, resume sin concesiones a la exaltación.                                                                                                                                                                                                                                                              Además, la evocación del trato personal con escritores de quienes guarda un recuerdo entrañable labrado por momentos compartidos siempre en torno de la literatura se extiende a José Bianco y a Silvina Ocampo.

                El anecdotario recorta y selecciona escenas en torno del libro en la casa o en la escuela, mostrando algunas constancias como la continuidad que advierte Molloy entre la cantidad exagerada de material de lectura que cargaba a una excursión de domingo durante la infancia y esa misma desmesura ejercida hasta el presente al momento de tomar un vuelo. Esos episodios incorporan sin fracturas reflexiones concisas y agudas acerca de distintos aspectos vinculados con el acto de leer: además del tema de la traducción, la autora indaga –entre otros– la relación indisociable entre lectura y escritura (“no hay diferencia”, sentencia ya en la primera página), así como el fenómeno de la relectura, que puede traer la sorpresa de una riqueza antes desapercibida o bien una tremenda decepción. Esto último es lo que sucedió con los cuentos de Katherine Mansfield, libro que tuvo el privilegio de solicitar ante el British Council en reconocimiento a sus buenas calificaciones en el colegio inglés, aunque el tiempo no pasó en vano para ese texto: “Lo releí hace poco, lo encontré demasiado explícito, hasta ripioso.” La agudeza de Molloy concierne la escritura misma de Citas de lectura, cuya modalidad autobiográfica conlleva los desafíos del género, en particular los vinculados con la memoria, que siempre puede jugar una mala pasada. Y la autora es hiperconsciente de ello, al punto que no procura disimular las vacilaciones del acto de rememorar y, por el contrario, hace explícitas esas tensiones entre recordar, creer recordar y hasta imaginar el pasado.

                Con un estricto sentido de la economía de la escritura –se trata de un libro breve que ofrece escenas sucintas y despojadas de cualquier exceso–, Citas de lectura permite a los lectores de Molloy ahondar en varias de sus obsesiones literarias, pero también autoriza un acto de intromisión en la formación de una lectora aguda de la literatura hispanoamericana, a la que le ha dedicado libros de crítica insoslayables. Acaso ese recorrido singular trazado entre tres lenguas en distintas geografías explique en buena parte la mirada original y hasta descentrada de esta eximia escritora-lectora.

(*) Francisco Aiello es doctor en Letras, docente del Departamento de Letras de la UNMdP e investigador de CONICET.