Hay una Mar del Plata otra, allá donde el colectivo pasa una vez por hora. Lo que llamamos “el sur” es en realidad una gran cantidad de barrios próximos a las playas y a la ruta, en los que los jardines de las casas se engalanan con menos rosas y hortensias y más tomates y acelgas.

En lo que podría ser considerado el epicentro comunitario de ese sur, la calle principal del barrio Playa Serena, se concentran frente a la plaza la Sociedad de fomento, el Centro de Atención Primaria de la Salud, un supermercado chino y la Biblioteca Pública, entre otras instituciones.

Hace unos días, en esa plaza se realizó un encuentro del Club de huerteros, un grupo de vecinos que se reúnen para compartir experiencias y saberes, intercambiar plantines y sacarse dudas sobre la producción de alimentos para consumo propio.

Hubo charlas sobre salud en la huerta, cómo hacer compost, qué plantas crecen en esta época del año y hasta una degustación de picadas saludables.

Esta propuesta es organizada, como tantas otras, por la Red Barrial de Playas del Sur, un grupo de instituciones de diversa índole que se unieron para generar espacios de interacción y apoyo y promover una participación común.

La Biblioteca Pública Protegida Playa Serena es una de las instituciones que conforma esta red y las personas encargadas, Claudia Trenco y Juliá Grotadaura, trabajan durante todo el año para constituir un espacio que se encuentre a la altura de las necesidades de las y los vecinos, que pueda dar respuesta a sus intereses y participar activamente de la vida de los barrios del sur.

Por eso pusieron en marcha una Biblioteca de semillas. Con el sólo requisito de asociarse a la biblioteca (que es gratis), el personal de esta entidad comenzó un intercambio de semillas de las más diversas especies vegetales para que la gente del sur pueda encontrar allí un banco donde consultar, dar y recibir libros y semillas.

En el contexto del club de huerteros, y ante la proliferación de consultas de personas que necesitaban reducir los costos por la grave crisis económica y producir sus propios alimentos, en la Biblioteca ahora no solamente hay estantes de libros y una sala de lectura infantil totalmente remodelada, sino también un espacio destinado “prestar” semillas.

Quienes se asocian pueden llevarse semillas de las más diversas especies vegetales, pero se comprometen a aportar las propias cuando esas plantas hayan dado sus frutos. Como en cualquier biblioteca pública, el sentido es comunitario: que todo el mundo pueda aprovechar y disfrutar los recursos.

Y entre sobrecitos de semillas que van y vienen, también van y vienen las últimas novelas policiales o románticas, los libros sobre huerta orgánica y, claro, cuentos y comics para todos los gustos.

Desde la década del 70’ existe en el sur de la ciudad este espacio que forma parte del Sistema Municipal de Bibliotecas Públicas y que, como casi todas las que lo conforman, tuvo que hacer frente a la escasez de recursos con originalidad, con capacidad de inventiva y con la entrega y el compromiso de su personal.

Y se trata de un trabajo a pulmón pero con una gran vocación de servicio y, especialmente, un importante sentido de identidad y pertenencia con una forma de vida que es la que prevalece: vivir a otros tiempos, con esperas largas que se llenan de paciencia, la misma que necesita una planta para brotar y un libro para leerse y disfrutarse.

@trianakossmann