Creo mucho en el libro”, me dice Darío Sztajnszrajber una vez que termino de articular un primer intento de pregunta. Por suerte, él no necesita que logre formular acabadamente ninguna frase: entiende por dónde vienen mis inquietudes aunque este no esté siendo un buen día para expresarlas.

Empezamos con Filosofía en 11 frases, un libro definitivamente distinto. “Es más una propuesta filosófica que busca romper con el estilo académico, pero sin dejar de tener toda la rigurosidad de la provocación filosófica”, me dice en un tono casi confidencial.

Estamos en la biblioteca del hotel donde se hospeda y donde todo hace suponer que dará no una, sino dos charlas sobre su nuevo libro, Filosofía a Martillazos, otro éxito cantado. Mientras charlamos vemos a través de los vidrios que la gente afuera comienza a hacer cola para entrar a esta nueva actividad del ciclo Verano Planeta. “Ya están ahí, cagándose de frío -me dice realmente asombrado- Son las seis… faltan tres horas, boluda”.

Así se muestra Darío Sztajnszrajber, licenciado en filosofía, escritor, divulgador, conductor de radio y televisión, acostumbrado a los medios, a la gente, a entrar en confianza sin muchos preámbulos.

Es una novela y a la vez es un intento de deconstruir los binarios. Y un tratamiento de las 11 frases para mí más importantes de la filosofía, pero que lejos de quedarse con la frase, busca empezar a abrirla para que habilite reflexiones acerca del autor que la enunció, o el tema que trata o lo que sea”, agrega sobre la publicación que lo dejó en el primer puesto de ventas el año de su edición.

En cambio, el libro que viene a presentar esta vez a nuestra ciudad, Filosofía a Martillazos, es una transcripción de las clases que dio en diferentes lugares del país, siempre a sala llena. Algunas de ellas también se realizaron en Mar del Plata, más precisamente en el Centro Provincial de las Artes en el año 2016. “Está hermoso por el laburo de edición que hicimos, y también se presenta como una posibilidad de abordar la filosofía desde la divulgación”.

En esta nueva propuesta, Sztajnszrajber aborda seis de los temas que trató en esas clases: amor, post-amor, dios, verdad, post-verdad y democracia. Ese es el tomo uno. “Yo tengo una cantidad de temas que vengo trabajando hace rato. Cuando encaro los cursos de filosofía los encaro siempre desde cuatro perspectivas distintas, o hago una selección de temas que son puntuales y extemporales, que tienen una entrada universal y una bien coyuntural, por ejemplo, la verdad, la identidad, el amor, el poder, el tiempo”.

Ser texto

Me adelanta que en el tomo dos de Filosofía a martillazos va a trabajar cinco temas: la muerte, la amistad, el poder, la comunidad y el tiempo. Pero también me cuenta que en sus últimas intervenciones en la Universidad Libre de Rosario, elige enfocarse en análisis de libros, “no sólo trabajo en sentido filosófico como Así hablaba Zaratustra o el Manifiesto Comunista, sino que este año, por ejemplo, trabajé El Cuento de la Criada, de Margaret Attwood, o El Aleph, de Borges, Final del juego, de Cortázar… le entro a libros desde un abordaje filosófico pero libros de otra pretensión: literaria, religiosa”.

Definitivamente, la literatura es un campo apto para la filosofía… para la pregunta filosófica.

-Yo creo que la filosofía es un género literario, parto de ese esquema. Por muchos motivos, pero no dejo de pensar que no sólo la filosofía es un género literario sino que la identidad es un género literario y que en definitiva lo que somos no es más que texto. En esa línea de Derrida que dice que no hay nada fuera del texto, entiendo que todo sentido lo construimos con palabras y somos al mismo tiempo esclavos y también emancipadores de la palabra. La palabra constituye lo que somos, a veces nos encorseta y a veces nos da la fisura necesaria para poder salirnos del encorsetamiento, pero como todo está de algún modo atravesado por la literatura, todo está atravesado por cierta dramaturgia, cuando uno se piensa a sí mismo, lo que se llama la identidad, también termina siendo un acontecimiento narrativo, porque uno es lo que cuenta de sí mismo, y ese ‘cuenta’ ya te coloca en un lugar literario. Yo creo que la literatura no es un accesorio o algo secundario que hacemos, sino que al revés: la literatura atraviesa ontológicamente nuestro ser, y lo secundario es esta vida cotidiana de mierda que nos toca vivir, que todo el tiempo estamos tratando de literaturizarla, de ponerle un poco de onda.

La clave: la desidentificación

¿Por qué esto no está en el centro del debate?

-Yo creo que hay un dispositivo de control social que trata todo el tiempo de sacralizar, sobre todo la belleza, que se puede construir literariamente en la existencia. La belleza que siempre estuvo puesta en ese lugar tan superficial, o banal, para mi es profundamente política. Está identificada con lo liviano, por eso la clave de la búsqueda de sentido siempre pasa más por la desidentificación que la búsqueda de identidad: desidentificarte de aquellos lugares en los que nos han inscripto y nos siguen inscribiendo desde que nacemos, como que la belleza es banal, o que el amor es una cuestión personal y no política, o que nacemos con nombre, con género, con una condición. Para mi la clave de la libertad está en la desidentificación.

Me gusta también este debate que dabas sobre el lenguaje, con su poder cognitivo y constitutivo de la persona, y la oportunidad que se nos presenta de repensar y construir nuevos sentidos a partir del “post”: post-amor, post-verdad…

-Soy devoto del post. Amo ese prefijo que ha pasado por múltiples momentos: ha sido celebrado, odiado y, por la academia, sobre todo, denostado…

Principalmente usado en “postmodernidad”

-Si, pero es un concepto que también cayó en una grieta que lo trivializó, lo puso en términos superficiales en su tratamiento. Todo el mundo acusaba a todo el mundo de postmoderno y nadie podía encontrar una cita concreta donde alguien se definiera a sí mismo postmoderno.

¿Es otra forma de reforzar ese tan mentado “nosotros y ellos”?

-Es un nosotros y ellos que es la manera canónica de establecer distinciones de autoafirmación de lo propio, que es construir un otro que nunca existe pero que siempre es funcional a lo que yo necesito para diferenciar. Yo el post lo leo, y lo uso mucho, como un modo de salirme del binario. Cuando hablo de una sociedad postmonogámica, en el capítulo del post-amor, estoy diciendo que, frente a la monogamia como orden político y orden de control social, no hay un otro lugar por afuera que de algún modo sea un lugar de llegada, un ‘a donde vamos cuando salgamos de la sociedad monogámica’, sino la que hoy nos toca es ir distendiendo la sociedad monogámica y esa distensión que no llega a ninguno lado es lo que hoy se conoce como postmonogamia, es decir que el post es como plantear un escenario donde hay un concepto hegemónico que empieza a descentrarse, que empieza a entrar en crisis pero que no termina encontrando un lugar de salida, porque casi siempre esos lugares de salida reproducen el mismo esquema del que se busca salir.

Para mi, no importa si el amor tiene que ver con la monogamia o con la poligamia, el tema es que haya una normativa que restrinja la capacidad de amar, y ponga más en evidencia la importancia de uno sobre el otro, si el amor es para el otro, y si el amor es el otro, esa otredad socava todo contrato, porque el contrato siempre está pensado para uno, no para el otro.

¿Todo viene siendo el otro?: el amor es el otro, la patria es el otro y en el libro planteás que la democracia es el otro…

-Y claro, la patria es la democracia, para mi. Entendiendo la democracia como la apertura hospitalaria e irreductible al otro, entonces lo que supone esta concepción de la democracia, muy basada en la obra de Derrida, nuevamente, de quien estoy absolutamente postenamorado, porque estoy enamorado de un muerto, con lo cual, imaginate… (risas). Derrida dice en Políticas de la amistad que el amor a los muertos es el más genuino porque no hay reciprocidad, entonces, das sin esperar nada a cambio .

¡Una forma superadora del amor!

-¡Total! Derrida habla de la democracia como un estado nunca definitivo, inacabable. ¿Qué significa que la democracia es el otro?: que si la democracia es la capacidad de visualizar quién es el excluido y abrir la frontera al excluido, lo importante es entender que las exclusiones se dan siempre en términos de invisibilización; o sea, que en un momento determinado, ese otro es otro porque no lo ves. Pensar que hoy la democracia está terminada, o que llegó a un estadio final, es estar avalando a los que quedan afuera.

Si, entiendo, como sistema institucional, que obviamente la democracia se construye colectivamente con el otro, una democracia cerrada sobre los que piensan igual es una contradicción en sus términos. Aprender a vivir democráticamente es aprender que estás construyendo un orden común con aquel que no piensa como vos, entonces hay que ver de qué manera esa convivencia es posible.

@trianakossmann