Marian Miller y Ezequiel Zucker comparten hummus a lo largo de varias charlas muy especiales. Los acompaña mientras van reuniendo las piezas de la historia de dos familias, una árabe y otra judía y su encuentro y desencuentro en la convulsionada zona de Palestina.tapa-dispara

Es a través de estos dos personajes -una voluntaria de la organización humanitaria Refugiados y el nieto del protagonista del relato- y sus intercambios de información, como Julia Navarro va tejiendo Dispara, yo ya estoy muerto (Plaza y Janes, 2013) una de las novelas históricas que más me conmovió en los últimos años.

La escritora realiza una crónica detallada de los avatares de dos familias, los Zucker y los Ziad, desde fines del siglo XIX, cuando los Zucker, perseguidos por ser judíos, tienen que huir de la Rusia zarista y emprender el sueño de llegar a la Tierra Prometida. Samuel logra adquirir las tierras de los Ziad, una familia árabe encabezada por Ahmed. Entre él y Samuel nace, a pesar de las diferencias religiosas y políticas, un fuerte vínculo que, con el tiempo, se convierte en una sólida amistad y que buscan defender y sostener a lo largo de sus vidas.

Los Zucker y los Ziad conforman un mosaico a través del que se muestra una red de buenas intenciones,  traiciones y sufrimientos, de amores posibles e imposibles, al tiempo que plasman la gran aventura de vivir y convivir en un territorio marcado por la intolerancia y en el que, muchas veces, sus habitantes son víctimas de decisiones políticas egoístas, tomadas a miles de kilómetros de distancia, respondiendo a intereses que nada tienen que ver con la realidad de quienes pisan esa tierra todos los días.

En torno a la huerta de La Esperanza se narra el esfuerzo de un grupo de judíos por mantener su comunidad socialista, en una convivencia pacífica con sus vecinos musulmanes, los orígenes de Tel Aviv, la creación del nuevo Estado de Israel. También cobra protagonismo la segunda guerra mundial y la sangrienta persecución de los judíos por parte del Nazismo.

El relato es rico en la descripción de costumbres de la vida cotidiana en cada una de las etapas, incluyendo las comidas, tanto las más sencillas de todos los días, hasta las especialidades de los momentos festivos y, desde los sustanciosos y refinados platos de la Rusia zarista, como el borch, hasta los típicos dulces árabes de pistachos.

Pero es el hummus, esa preparación tan sencilla como deliciosa que comparten Marian y Ezequiel el que me llamó la atención para esta columna. Se trata de un puré de garbanzos, comida muy extendida desde Egipto hasta Turquía y un punto de coincidencia entre árabes, cristianos y hebreos, que lo disfrutan por igual.

Para preparar hummus se requieren pocos ingredientes y uno de ellos no puede faltar. Es el Tahini, que se consigue en las dietéticas y casas de productos importados, pero que también es fácil de preparar en casa.

El tahini lleva 200 gramos de semillas de sésamo blanco, 50 cc de aceite y una pizca de sal. Hay dos formas de hacerlo, la tradicional es usando un mortero, que da como resultado una pasta espesa y poco uniforme o con un mixer, para obtener una crema más lisa.

Primero se deben tostar las semillas de sésamo, en una sartén con el fuego al mínimo y cuidando que no se quemen, para evitar que se pongan amargas.

Una vez tostadas las semillas, se colocan en un recipiente alto, se añade el aceite –puede ser de oliva o girasol, según la preferencia- se incorpora una pizca de sal y se procesa hasta obtener una especie de crema o pasta suave.sesam

Una vez que está listo el tahini, podemos ocuparnos del hummus.

Para hacerlo se necesitan: 250 gramos de garbanzos / uno o dos  dientes de ajos / Jugo de un limón / comino en polvo / pimentón / sal / pimienta / 1 cucharada sopera de tahini / 4 cucharadas de aceite de oliva.

Es importante dejar los garbanzos en remojo durante unas 12 horas. Luego colar, disponer en una olla con un diente de ajo, cubrir con agua y una pizca de sal. Cocinar a fuego bajo hasta que los garbanzos queden tiernos. Dejar enfriar y guardar parte del líquido de cocción.

Mientras se enfrían, a veces me tomo el trabajo de ir retirando la piel de los garbanzos, que, muchas veces se va desprendiendo durante la cocción. Eso permite mejorar la textura del hummus.

Disponer los garbanzos en un recipiente alto, agregarle el jugo de un limón, 3 cucharadas de aceite y otro diente de ajo. Procesar hasta que quede un puré cremoso, para ello, si es necesario, incorporar un poco del agua de cocción. Añadir comino, pimentón, sal y pimienta a gusto.

Servir en un cuenco, en el que se puede decorar con otro poco de pimentón y comino y unas gotas más de aceite de oliva.

El hummus se suele comer con pan de pita, tostadas, con verduras crudas y galletas tipo crackers.

Ezequiel Zucker, lo acompaña, en la novela, con una sencilla ensalada de tomates y pepinos.