No solo hay crímenes en Fjällbacka. En “La princesa de hielo” de Camilla Lackberg, los protagonistas también disfrutan de una buena comida y una copa de vino al final de los fríos y largos días en los que intentan desentrañar los misteriosos crímenes.

Efectivamente, la exitosa saga de “Los crímenes de Fjällbacka” comienza con la historia del asesinato de Alex Carlgren. Erica Falck vuelve a su pueblo natal a ordenar la casa de sus padres y terminar de escribir un libro pero se ve envuelta en la investigación sobre la muerte de su amiga de la infancia.

Allí se reencuentra con su compañero de colegio, Patrik Hedström, ahora convertido en oficial de policía. Cada uno por su lado y a veces en conjunto intentan descubrir los motivos que llevaron a la muerte de la joven y bella artista, quién, además estaba embarazada. Entre pesquisas, interrogatorios a familiares y amigos, viejas anécdotas, problemas familiares e historias secundarias que enriquecen el relato, Erica y Patrik se van acercando y enamorando.

tapaLa pareja de investigadores se relaciona con la familia de Alex, su esposo, su amante –un talentoso, conflictivo y adicto artista plástico-  y un tradicional clan del pueblo con muchos secretos.

Se trata de una novela de ágil lectura, con varias sorpresas y un giro inesperado, a la medida de los fánaticos del género de la nueva novela policial escandinava.

Pero como ya dijimos, no se trata de una de esas historias en las que parece que los personajes viven del aire. En “La princesa…” Patrik, por ejemplo, es tentado con la más amplia variedad de dulces caseros de la señora Petrén, una testigo a quién visita para tomar declaración: bollos de canela (enormes, según el relato), “soberbias” magdalenas, galletas “de abundante chocolate” y “esponjosos” dulces de merengue, forman parte del arsenal de la cocina de esta abuela.

Tampoco puede quitar los ojos de los dulces con los que lo invita la esposa de Eilert Berg, otro de los testigos del caso.

Mientras van desenredando la madeja de la sórdida historia que implica más muertes aún, los protagonistas descubren las últimas comidas de Alex –pescado gratinado, solomillo de ternera y papas al horno- y disfrutan de sus momentos de descanso, con una copa de vino, espaguetis a la boloñesa, galletas finlandesas.

Además hay un menú que se lleva todos los aplausos y es el que Erica prepara la noche en que está decidida a conquistar a Patrik: una entrada de papas con crema fresca, huevas de lumpo y cebolla roja rallada, un principal de solomillo de cerdo en hojaldre con salsa de oporto y puré de papas y un postre Gino con salsa de vainilla.

El lumpo es un pescado que abunda en los mares del norte de Europa y sus huevas se utilizan como la versión más económica del caviar.

El Gino es un postre muy tradicional en Suecia,  que consiste en frutillas y bananas cortadas, generalmente servidas con salsa de caramelo, de chocolate blanco o, como en la novela que nos ocupa, de vainilla.

Solomillo de cerdo en hojaldre

Y el solomillo de cerdo en hojaldre (también llamado solomillo Wellington), que es uno de los clásicos de la gastronomía y es el plato que probaremos en esta columna.

Para prepararlo se necesita: 1 lomo o solomillo de cerdo / 1 plancha de hojaldre / 100 gramos de champignones / 1 cebolla / 1 diente de ajo pequeño / unas fetas de jamón crudo / una tapita de oporto (o algún vino dulce) / 1 huevo / cantidad necesaria de sal, pimienta, aceite de oliva.

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El primer paso es saltear el diente de ajo y la cebolla bien picadas. Agregar los champignones fileteados y una de las fetas de jamón, también, finamente fileteada.  Cocinar por unos minutos y revolver cada tanto. Subir el fuego e incorporar la medida de vino dulce (puede evitarse este paso). Reservar.

Por otra parte, sellar (dorar por todos lados a fuego fuerte) el solomillo en una sartén. Sirve para concentrar los jugos de la carne y evitar que en la cocción larga se pierdan y mojen la masa. Salpimentar al final y dejar que se enfríe.

Luego precalentar el horno a una temperatura entre media y fuerte.

En una fuente para horno disponer la masa de hojaldre. En el centro distribuir algunas fetas de jamón,  el salteado de cebollas y hongos, por encima el solomillo, que se cubre con el resto del jamón crudo.

Doblar el hojaldre y cerrar, cuidando que quede una especie de cilindro de masa y sellando bien tanto la parte superior como los extremos. Si hace falta, cortar el exceso de masa.

Darle la vuelta para que el cierre de la masa quede por debajo.

Si les gusta, pueden adornar el cilindro  con tiras de los recortes de masa sobrante.

Pintar con huevo batido y llevar al horno por unos 25, 30 o 35 minutos. La única pista para saber que la carne está en su punto es que la masa esté atractivamente dorada.

La salsa de oporto le da el toque final al plato. Para hacerla se necesita: 1 cebolla mediana / 1 diente de ajo / c/n de aceite /una taza de oporto (u otro vino dulce) / una taza de caldo / una nuez (cucharadita) de manteca.

Mientras el solomillo está en el horno, picar finamente la cebolla y saltearla, cuidando que no se dore demasiado. Agregar el vino oporto y dejar a fuego medio hasta que reduzca a la mitad. Agregar el caldo y dejar hervir nuevamente, revolviendo de vez en cuando. Se va a ir espesando un poco.  Salpimentar y, antes de servir, montar con la cucharadita de manteca, que le dará brillo y untuosidad.

Para servir, cortar una rodaja del solomillo salsearla con la preparación de oporto. Se puede acompañar con el tradicional puré de papas  o con uno de manzanas.

Sin dudas es un plato para una ocasión especial.