Voy a empezar contando una cuestión profesional: creo es muy fácil entrevistar a periodistas.

Mi experiencia en estos cuatro años en Revista Leemos es concluyente: quienes han trabajado en los medios de comunicación entienden inmediatamente la mecánica de la entrevista, ni siquiera necesitan la formulación de la pregunta completa, suelen no irse –o irse muy poco- por las ramas y, lo más grandioso de todo, ¡hablan en párrafos!

Esto último es fundamental al momento de desgrabar la charla, sin lugar a dudas la tarea más tediosa de todo el universo periodístico (y supongo que todas las demás profesiones que tienen entre sus labores la de tipear conversaciones grabadas deben considerarla también una especie de flagelo inevitable).

Dicho esto, y entrando de lleno en el currículum de mi entrevistada en cuestión, el perfil de escritora y periodista de Florencia Etcheves hace que todo resulte fluido, que la conversación, aunque breve, sea  realmente entretenida y que no haga falta divagar con cuestiones existenciales para tratar de abordar, por ejemplo, la construcción de la identidad de personajes tan variados, entre otras inquietudes que llevé a nuestro encuentro.

Ella me recibió en la biblioteca del hotel en el que en pocas horas daría una charla junto a Guillermo Martínez para debatir acerca del género policial y, especialmente, enfocada en  su nueva novela, La Sirena, mientras que su colega escritor haría lo propio respecto de Los crímenes de Alicia, ambas editadas por el Grupo Planeta.

En este nuevo libro, Etcheves recupera dos de sus personajes de Cornelia: la mismísima Cornelia Villalba –la sirena propiamente dicha- y el Egipcio, un par explosivo en la historia que fue llevada al cine bajo el título Perdida y dirigida por Alejandro Montiel.

“Es una suerte de spin off” me dice mientras ella teclea en su teléfono para dejarlo en silencio y yo inicio la grabación en el mío. “Me pareció interesante poner en tensión otra vez al Egipcio y a la Sirena, que aparentemente están en una situación desigual porque uno está preso y la otra está libre. Es una novela de persecución, una  novela de venganza”.

En los agradecimientos contás un poco cómo te resurge esta historia cuando estabas paseando en el pueblo de Besalú, ¿pudiste ver a tus personajes en esos lugares, imaginártelos?

-En el momento en que yo conocí ese pueblo en los Pirineos Catalanes, en enero del año pasado, inmediatamente supe que quería escribir esta historia y empecé a hacer el trabajo de campo en ese lugar. Y el verano pasado estuve en Barcelona. Ya no tenía mucho tiempo como para pensar en otro lugar y Barcelona es una ciudad a la que conozco muchísimo. Fue una cuestión de tiempos, y me pareció que empezar en Besalú era inmejorable.

¿Por qué te agarró el apuro?

-Es que yo publico en octubre y hasta ese momento estaba con otra novela en curso. Pero ahí decidí dar el volantazo y hacer La Sirena. Entonces, era empezar de cero cuando yo ya tenía otra novela, no terminada, pero sí muy avanzada… y tuve que meterle pata.

¿Y de qué venía esa otra novela?

-No puedo adelantar nada. Puedo decir que es un policial y tiene que ver con el mundo de los actores y las actrices. Está ahí.

El año pasado me habías comentado que el personaje de Carmen, en tu novela Errantes, iba a ser actriz, pero cambiaste.

-Sí, entonces retomé todo ese universo que vengo pateando hace dos novelas, no lo puedo seguir, lo dejo.  Pero me encanta y me parece una idea que en algún momento lo retomaré.

Las voces, los modos, los nombres

Es una obviedad decir que la búsqueda a través de la literatura es ineludiblemente una búsqueda sobre la palabra. En el caso de Florencia Etcheves, hace algunos años dejó su trabajo de periodista de policiales en un canal de cable para meterse de lleno a la escritura, y también es guionista. Explorar los modos de decir ha sido desde siempre su trabajo.

Aunque en muchas ocasiones la sucesión de imágenes, las secuencias de acción, los suspensos y la vorágine de los hechos que se precipitan puedan resultar cercanos a un ritmo más cinematográfico,  Etcheves aclara que cuando escribe no busca esa veta: “No es que digo ‘esto podría ser para el soporte audiovisual`. Cuando escribo un libro, pienso en el libro y cuando estoy haciendo un guion, pienso en el soporte audiovisual. No mezclo los soportes. Después si uno sirve para el otro, está buenísimo, pero son bien distintos. Las estructuras, las tramas, los desarrollos de los personajes, son muy distintos. Entonces, no quiero que uno condicione a otro. De hecho, en La Sirena hay muchísimas cosas que son impracticables en un set, pero en un libro me puedo dar el lujo de hacerlas. Me divierte mucho”.

Si bien esta nueva historia se desarrolla en España, estuviste trabajando respecto de los modos, los acentos, los vocabularios que se mezclan, porque hay personajes de diferentes lugares del mundo…

-Sí, el que planta mi identidad ahí es uno de los personajes, que es el argentino y es Ciro Leone. Después, sobre algunos personajes si valía la pena que fueran más castizos y otros que fueran más neutros, y hubo que elegir bastante el lenguaje con el que se iban a tratar entre ellos.

Pero la argentinidad está puesta por un solo personaje en la novela y que es el típico argentino, lo típico con todas las manifestaciones: es el chanta… y somos un poco eso, así nos ven y así nos vemos. No tengo conflicto con eso. Claro que no hay que generalizar, no todos somos iguales, pero tiene que ver con nuestra idiosincrasia, con nuestra picaresca, somos un poco soberbios. Y me gustaría diferenciar porque me parece que es más la porteñada. Los porteños somos más ruidosos, nos hacemos notar, nos hacemos ver. A mí me gusta eso.

Se habla mucho de cuando un escritor o escritora encuentra su propia voz, cuenta las historias con su propio sello, digamos… la identidad está puesta ahí. ¿Vos pensás que “la voz” es una sola para cada escritor o eso se puede cambiar, se puede adaptar?

-Sí, pero yo creo que en el fondo lo que te conmueve va a terminar siendo lo mismo, cuando somos adultos. Hago la salvedad porque, si una persona empieza a escribir a los 14 años, probablemente a los 30 ya tenga una mirada bien distinta, porque sos una persona distinta, pero cuando somos adultos ya hay cosas tan medulares, sobre todo cuando estamos hablando de situaciones tan desesperadas como en este tipo de historias, que no cambian mucho. Me parece que a determinada edad uno se encapricha ya bastante con sus opiniones, las abraza y no las larga.

Pasa eso con la voz, cuando encontraste tu manera de contar, te la quedás”, dice a un volumen elevado, con el mismo estilo que usa para narrar historias llenas de acción como La Sirena, una novela en la que logra contar a un personaje camaleónico, una mujer con muchos nombres.

Y qué es eso sino también una manera de preguntarse por la identidad.

@trianakossmann