La hija del criptógrafo es la última novela de Pablo De Santis (Planeta 2017). Como dice su contratapa, nos encontramos con una trama densa y ajustada al narrar de manera magistral el clima sombrío, la compleja historia amorosa de Dorey y Eleonora, la rivalidad extrema, la sospecha y la delación”.

O como nos dice el propio autor, “se trata de una novela muy distinta a mis anteriores trabajos. Es una novela muy difícil de resumir a diferencia del resto, ya que es muy compleja porque hay varias líneas narrativas, hay una acción que transcurre en los años 70, pero también hay muchas referencias a una guerra mundial y otras varias que giran alrededor del destino de unos pocos personajes”.

Sin dudas es la obra más testimonial de De Santis. Hay en ella un fuerte vínculo con la historia de los 70 en nuestro país, pero dentro de un marco de novela de intriga. No es una novela policial, si bien hay un crimen para iniciar,  no se centra en su investigación. El autor prefiere clasificarla como “una novela de intriga que tiene algo del policial y con algo de presencia de la historia, pero a su vez lo que recorre la novela es una relación amorosa entre el narrador y Eleonora, que es la propia hija del criptógrafo que le da nombre al trabajo”.

La  editorial resume la trama afirmando que “en torno a Colina Ross se forma un grupo de alumnos que funda el Círculo de Criptógrafos. Arrastrado por el ambiente,  Miguel Dorey empieza a participar en la incipiente actividad política. En una manifestación conoce a Eleonora, una estudiante de carácter muy singular que será la clave de varios secretos”.

“Corren los primeros años setenta -continúa-: la radicalización de la política y los hechos dramáticos que desembocarán en la dictadura más tenebrosa de la Argentina condicionan los pasos de los protagonistas. El Círculo tiene éxito: publican Cuadernos de la Esfinge y mantienen muy buenas relaciones con universidades de todo el mundo. Muy pronto las urgencias políticas se imponen a las académicas, y el Círculo –gracias a Víctor Cramer, viejo enemigo de Colina Ross– se convierte en instrumento de una organización guerrillera. En el pasado, Cramer y Colina Ross se enfrentaron por su interés en la obra de un criptólogo inglés que logró descifrar la enigmática “lengua de Dédalo”. Pero son los años setenta. ¿Habrá tiempo todavía para esos juegos con los signos de la remota Antigüedad?”

En la novela se muestra de forma interesante el planteo sobre la criptografía. Ese juego entre el parecer y el ser, lo que se dice realmente y lo que parece decir, el juego de las palabras y el hecho de transpolar eso a los mismo personajes. “Ahí está la sospecha que pone el género policial. Los personajes hablan de criptografía como una manera de descifrar lo que piensa la gente. En el fondo el interés por la criptografía es un interés por lo que piensa la gente y dice. Siempre creemos que hay algo oculto, que hay algo que nos ocultan los demás”, confirma el autor.

¿Fue un desafío el cambiar lo que venía haciendo De Santis por esta forma de narrar más testimonial? “Totalmente”-confirma. Y agrega “Pero a mí me gustan los desafíos, los cambios. Pero siempre hay algo de uno que busca llevarte hacia cierta zona (en este caso el policial, el enigma). Acá me gustó agregar elementos que eran más conflictivos como la violencia de los 70, lo que ocurría en las facultades de la Universidad. Me divirtió mucho hacer eso”.

Del desafío De Santis sale muy bien posicionado, logrando una trama compleja pero atractiva. Una intriga con muchas referencias que el lector ya posee por su paso por la historia de este País.

El flamante miembro de la Academia Argentina de Letras tiene en su haber una vasta obra literaria y varias de ellas dedicadas al público juvenil. Sabemos que le gustan los desafíos, pero la pregunta pasa por la predisposición a la hora de escribir para públicos diversos y De Santis confiesa que para él es “exactamente lo mismo: hacer creer algo, entrar en otros mundos. A uno puede ocurrírsele un buen argumento, pero luego tiene que encontrar la energía y la convicción para desarrollarlo. Tiene que haber algo de interés que la novela exprese para que uno tenga ganas de ponerse día tras día a escribirla, sea para jóvenes o adultos. La diferencia puede estar en que cuando uno escribe para adultos puede jugar con que tiene el lector un mundo de conocimientos previos que no necesitará explicar el autor, con el lector joven o niño uno no puede contar con eso”

En  La hija del criptógrafo de Pablo de Santis encontraremos todo lo lúdico de la literatura al servicio de una intriga que logró sacar a su autor de su zona de confort a la hora de escribir, pero De Santis demuestra allí por qué  ocupa el lugar que tiene en la literatura argentina.

 

Bernabé Tolosa
@bernabetolosa