Mar del Plata lleva una semana con temperaturas superiores a los 30 grados, lo que representa todo un suceso en estas latitudes. Por eso, locales y turistas parecen haberse instalado definitivamente en las playas de la ciudad, el único lugar en el que parece posible respirar (siempre que no haya cerca un aire acondicionado) y, para quienes el tiempo de ocio es igual a tiempo de lectura, el aire fresco costero sacó a relucir infinidad de libros de variada naturaleza. La playa, definitivamente, se hizo para leer.

En la playa vemos oasis de lecturas…

Si nos paramos en el medio del tumulto playero y miramos alrededor, vemos caos de chicos que corren, juegan, construyen castillos, patean pelotas de todos los tamaños y colores, se tiran con barro, o saltan olas. Además, es probable que veamos ruedas de mate y conversaciones animadas que de vez en cuando cierran en carcajada. Vemos siestas al sol, fotos planificadas o espontáneas, vemos espaldas manchadas de pantalla solar… y, además, vemos oasis de lecturas.

En estos días, se ven muchos libros en la playa. Efectivamente, mucha gente lee mientras toma sol, o comen pan dulce, o toma mate o helado, o come galletitas o bizcochuelo de un taper, y también mientras compran churros o pelotas o vinchas o lentes de sol. La gente lee. Pero, ¿qué lee la gente que lee en la playa?

Con un breve relevamiento ocular nos damos cuenta de que es un mito lo de seleccionar libros “cortitos” para ese rato al sol (o a la sombrilla). En una sola tarde me encontré con dos Harry Potter (una piedra filosofal y un prisionero de Azkaban, ¡y en grupos diferentes!), un Hombres sin mujeres de Haruka Murakami, un Mal Comidos de Soledad Barruti, un Secreto bien Guardado de Viviana Rivero y un Diálogos sin corbata de Axel Kicillof.

Temáticas relacionadas con la psicología, el análisis de los vínculos sociales y la autoayuda se ven mucho en las playas marplatenses

Podría decirse que los títulos que se ven en la playa son relativamente nuevos: pasé casi una semana husmeando entre las pertenencias de los vecinos de cada playa a la que fui y preguntando sobre gustos de lecturas a los que encontraba más predispuestos y solo encontré un clásico: Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar. Lo llevaba una señora con acento correntino que me explicó: “lo estoy por dejar, esperaba otra cosa”.

Temáticas relacionadas con la psicología, el análisis de los vínculos sociales y la autoayuda también se ven mucho en las playas marplatenses. Valeria, una joven que tomaba sol en una playa del norte con el libro a la altura del estómago (definitivamente ese no será un bronceado parejo) muestra la tapa de Gente tóxica, de Bernardo Stamateas y avisa que espera terminarlo pronto para seguir con “uno de Rolón que me regalaron para navidad”.  Desde la sombrilla de al lado escucha nuestra conversación una chica que sonríe y declara: “yo, ahora, estoy leyendo un libro de filosofía zen para aprender a meditar. Es interesante”.

Tal y como espera abordar su próxima lectura Valeria, Cara a cara de Gabriel Rolón es uno de los títulos que también se ven en las playas del sur donde además, con un pequeño relevamiento, salen a relucir La Dueña de los  Wiñazki, otro Diálogos de Kicillof, alguno de la saga Millenium que inició Stiegg Larsson y cuya cuarta entrega escribió David Lagercrantz, así como la novela romántica  La canción del mar de Gloria V. Casañas que, de hecho, está ambientada en Mar del Plata.

Si la ola de calor persiste, seguramente seguiremos viendo reproducirse los oasis de lectura en las playas marplatenses. Y, aun cuando las temperaturas tropicales nos abandonen, todavía queda mucho verano y siempre nos quedan los libros.