Vivana Rivero construye en La magia de la vida el encuentro entre Emilia Ferrán y Fedele Pessi y el surgimiento de un amor genuino y sanador entre ellos, al tiempo que da cierre a la historia de Gina y Camilo Fiore y sus cuadros -que había iniciado en La Dama de Noche-. Además, avanza en los pormenores de la relación entre Adela Pieri -madre de Fedele- y el enigmático Benito Berni. Mientras teje estas historias destinadas a entrelazarse, realiza un recorrido por lo mejor de los sabores de Florencia, corazón de la Toscana italiana.

A Emilia le ofrecen el trabajo soñado: Viajar, recorrer restaurantes, probar las comidas típicas de Florencia y escribir la experiencia para una revista. Aceptar ese trabajo le cambia la vida. En Florencia no solo termina conectándose con una parte de su historia familiar perdida, sino que conoce a Fedele el chef y propietario del restaurante “Buon Giorno”, donde prueba carpaccios, lasagnas, pizzas, risottos, tiramisú y sfogliatellas y aprende a disfrutar de la comida.

Emilia es la nieta de Abril Argarañáz y Juan Bautista Ferrán, los protagonistas de La Dama de Noche y amigos de Rosa Pieri, fundadora del restaurante “La Mamma” que hereda Adela, mamá de Fedele, actual propietario de ese encantador restaurante rebautizado “Buon Giorno”.

Mientras bucea por algunos de los capítulos más tristes de la historia de la segunda guerra mundial, con la dominación alemana en Italia, la masacre de familias nobles y el robo de sus obras de arte, la novela bucea por el pasado de Adela para terminar de definir la identidad de su hijo.

Por otra parte, Fedele, cuidando de Emilia, que pasa por situaciones límite, comparte su pasado y se reconcilia con su presente.

Con su comida de restaurante Fedele agasaja, seduce, atrae. Con la comida de hogar, Adela da cariño y reconforta. La comida cumple en la novela ese lugar tan italiano: vehículo para hacer menos amargos los momentos tristes o aciagos y celebrar los acontecimientos felices.

En la cocina de Adela es donde las sencillas y sabrosas piadinas, los suculentos pimientos rellenos, el querido vitello tonnato, la contundente bistecca alla fiorentina y el cappon magro cobran protagonismo, junto a los tradicionales y maravillosos canoli.

El carpaccio es una preparación de carne de vaca o pescado, en crudo, cortado en delgadísimas láminas, marinados con aceite de oliva y limón. En algunos casos va acompañado con queso grana padano o o reggiano y, en algunos casos, aceitunas o alcaparras.

De lasagnas, debe haber tantas versiones como familias de origen italiano, desde las más simples con delgadas porciones de masa, salsa bolognesa y gratinadas con queso, pasando por las que intercalan capas de masa, salsa roja, jamón y queso, ricota, acelga y se gratinan con salsa blanca, hasta las que incorporan distintos tipos de vegetales (zuchinis, berenjena, calabaza, espinaca, etc), a cuál más rica.

Los risottos también tienen una enorme cantidad de variantes (vegetariano, hongos, frutos de mar, radicchio) y suele utilizarse en su preparación arroz de las variedades arborio o carnaroli, de grano pequeño y buena calidad. También suele emplearse en su cocción un poco de vino y caldo –de vegetales o pescado, según los ingredientes que se utilicen para acompañar el arroz- y, lo fundamental es la materia grasa –crema de leche o manteca- que se incorpora al final, para darle el brillo y la untuosidad características al plato.

Las piadinas son unos discos de masa, parecidos a las tortillas para tacos mexicanas. Se realizan con harina de trigo, agua y grasa o manteca, se estiran de pocos milímetros de espesor y se cocinan vuelta y vuelta en una sartén (antiguamente en una piedra refractaria). Se rellenan con fiambres, quesos o cualquier tipo de verduras al gusto y se suelen utilizar a la hora del aperitivo. Uno de los más comunes es con queso cremoso, jamón crudo y rúcula, pero también se consumen con cebolla y hongos salteados, tomate y mozzarella, berenjenas salteadas o escabechadas, o lo que dicte la imaginación.

El vitello tonnato no requiere presentación. El típico es una carne magra (generalmente peceto) cortado en láminas muy finas embebidas en una emulsión de crema, mayonesa y/o mostaza, atún o anchoas y alcaparras. A muchos puede parecerles una comida un poco pesada –sobre todo teniendo en cuenta que la costumbre es comerlo en Navidad, a pesar del calor que hace en Argentina en esa época-, pero la salsa puede aplicarse como aderezo de verduras, queda realmente muy bien.

El cappon magro es una especie de torta de pescado y verduras cocidas. Lleva pulpo, calamares, algún pescado fresco, radicchio, rúcula y puede condimentarse con pesto. Algunas versiones se disponen sobre una masa de un pan delgado –parecido al de las piadinas- y otras, lo presentan sobre una especie de sopa de tomates procesados con miga de pan. Se trata de un plato que se fue refinando con los años, actualmente es muy solicitado y es una típica comida de vigilia.

La bistecca alla fiorentina es un churrasco con hueso, de unos dos centímetros de espesor, cocido a las brasas. 

Los dulces italianos, en tanto, ofrecen un mundo de sabores. El tiramisú, con las delicadas vainillas, el queso mascarpone y el café como protagonistas absolutos, son un clásico, pero, sin dudas las sfogliatellas, rústicas y delicadas a la vez, son dignas de probar. Se trata de una pieza de panadería, con una masa super delgada formando una crocante milhoha, que guarda en su interior un relleno untuoso, de crema pastelera o pasta de almendras y que suele presentarse espolvoreada con azúcar impalpable.

Por último los canoli. Hay tantos como “paesi” (pueblos). Cada paraje tiene su típico canoli, variando la forma de la masa o los rellenos más característicos. Los más conocidos son de una masa parecida a la de los tuils, muy delicadas y crocantes (fritos) y rellenos con ricota y cáscaras de naranja confitadas.