En 1975, cuando tenía 16 años, la luego escritora Jeanette Winterson, le dijo a su madre que estaba enamorada de otra mujer.  De fe evangélica, la madre le dio dos opciones: “Te vas de esta casa y no vuelves nunca más. O dejas de ver a esa chica”.  La adolescente dejó su hogar y pocos años después escribió Fruta prohibida. En los 90, la BBC produjo una miniserie con guión de la autora.

No fue el primer caso ni el más emblemático. Publicó luego una veintena de obras donde aborda la homosexualidad femenina y se la considera una de las mejores escritoras anglosajonas.

Creo que cuando la faja de un libro dice “novela erótica” o “lesbiana”, condiciona la situación de lectura, y quien lee entra buscando “las escenas”, como un voyeur afanoso en penetrar una intimidad misteriosa. Mientras, se le puede escapar que está frente a una buena, quizás extraordinaria, novela. Por eso, desconfío del “género”. De hecho, las novelas “eróticas” no me erotizan.

Spring Fire, escrita por Marijane Meaker bajo el pseudónimo de Vin Packer, se la promociona como la primera novela pulp lésbica. Sin embargo, es un agudo fresco sobre el conformismo en la sociedad estadounidense en la década del 50. Otro tanto pasa con Arrodíllate, de la canadiense Ann-Marie MacDonald, donde los amores “prohibidos” están atravesados por secretos, milagros, luchas raciales, intentos de asesinato y claro, nacimientos y muertes.

Más conocida es El pozo de la soledad, publicada en 1928 por Marguerite Radclyffe Hall. La temática lésbica la hizo muy popular aunque debió afrontar juicios en los tribunales británicos que intentaron censurar el libro y hasta destruir las copias impresas. Narra las peripecias de una mujer inglesa de clase alta que se enamora de una conductora de ambulancia durante la Primera Guerra Mundial. El aislamiento y el rechazo social es un efecto debilitador sobre su amor, sostiene la narradora, quien clama: “Concédenos también [a nosotras] el derecho a existir”. En Mercado Libre se la promociona como “novela lesbiana”.

Si se pudiera leer El precio de la sal sin estos “condimentos”, descubriría una novela formidable, bella y dolorosa. Publicada en 1952 y firmada por Claire Morgan, los críticos trataron el libro con una mezcla de desconcierto y respeto, pero el éxito de público fue inmediato, y se vendieron más de un millón de ejemplares. La novela no volvió a editarse hasta 30 años más tarde cuando se reveló el nombre su verdadera autora: Patricia Highsmith. La nueva edición iba precedida por el nombre de su protagonista Carol. El precio de la sal. (Hay una versión fílmica con Cate Blanchett)

Carol es una novela de amor entre mujeres. Highsmith, se dice, no puso su nombre pues no quería ser calificada como una “escritora lesbiana”. Autora de relatos como El diario de Edith, Mar de fondo y la saga policial del amoral Tom Ripley, Highsmith es una escritora sombría, cuyos personajes -turbios y ambiguos- explotan la hipocresía para ascender socialmente. Sería realmente limitante rotularla de “escritora lesbiana”.

@neriotello

*Nerio Tello  es periodista, escritor, editor y docente universitario. Autor del blog Letra Creativa.