Es sábado y son las nueve y poco de la mañana. Estoy en el hall del Hotel Provincial donde se aloja el escritor, guionista y -a regañadientes- humorista Pedro Saborido. Paso a buscarlo para que tomemos un café y charlemos antes de su paso por el programa Recreo que organiza el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires en la Costa Atlántica.

La mañana promete que será una jornada calurosa y comienzo pensando en voz alta que la propuesta de esa tarde seguro va a ser un éxito, porque la gente va a estar en la playa. “Si, pero… -duda mi interlocutor mientras caminamos hacia la vereda- no sé muy bien qué esperarán de un gordo vestido en la playa. Yo soy más de centro cultural a la noche, la playa me resulta rara”.

Encontramos un café/heladería sobre Avenida Colón, fueron unas tres o cuatro cuadras divagando juntos sobre por qué la gente vacaciona en la playa, si no es más estresante venir a Mar del Plata en verano que quedarse en sus casas pasando calor pero sin muchas actividades, entre otros temas adyacentes.

Saborido es un personaje sin siquiera proponérselo, aun cuando confiesa que está más interesado en hacer reír que en reírse: su manera de contar, los temas por los que pasea en sus charlas, el tono, las pausas que hace entre frase y frase, el modo en que hilvana sus ideas… todo eso no hace más que subrayar una personalidad insólita.

En cuanto empezamos la charla, sentados a una mesa en la vereda del café/heladería que todavía no abre, un joven lo reconoce y le grita (sin ninguna necesidad, porque estamos realmente muy cerca de él): “vos, vos sos un capo, sabelo, sos un genio, sos lo más”. Saluda con dos likes en alto, y se va igual de animado que como llegó.

“Gracias, buena onda”, responde Pedro un poco azorado, y me mira: “Disculpame, es que últimamente tengo muy elevado el índice de peronicidad”. Así empezamos a charlar sobre su último libro, Una historia del peronismo, editado por Planeta y que llegó después de Una historia del fútbol. Comienza contándome que él no planeó el libro sobre peronismo:

-Yo estaba con Daniel Gentili, que es un productor de radio, tratando de hacer una serie de programas especiales sobre peronismo. Empecé a anotar, hice alrededor de 20 módulos de guías de conversaciones. Lo empecé a armar, anotaba cosas. Después del libro de fútbol me dicen “vamos a hablar del segundo libro”. Entonces, yo había armado otras ideas, tenía la idea de armar uno sobre ensayos.

¿Ensayos de qué?

-Ensayos idiotas. Como si te dijera: bueno, la vida en Mar del Plata, lo que veníamos charlando mientras caminábamos. Explorar una parte más ensayística mía. Otro tema podría ser El pelotudo, o un ensayo sobre famas segmentadas. Viste que se están terminando las famas totalizantes… Todos sabemos de la existencia de Fede Bal, pero no se si lo reconoceríamos. Existe, pero es un ente que está ahí. Por ese lado venía mi propuesta de libro pero cuando Nacho Iraola, el editor, me consultó, le mostré lo del peronismo y me dijo “eso es un libro”. Y ahí está, era nomas.

Y ahora vas a los sindicatos a dar charlas sobre peronismo…

-Si, todo el tiempo. Pero más para hablar de política en términos más amenos, si querés. Encontrar una capa que no sea ni humor político, ni encuadramiento de formación política. Sino, algo que sea divulgación política. Es sano que todos nos incorporemos más a la discusión política, a la participación. En lo que puedas, pero no que lo político sea una eventualidad electoral.

¿Tu idea sería llevarlo a un nivel donde podamos amigarnos con el sentido de la política y lo político?

-Si, amigarnos. Ni siquiera recuperarlo, porque no se perdió. Pero amigarnos con el sentido de la política que es, básicamente, no matarnos.

Durante muchos años decíamos que alguien “se metía en política” como meterse en las drogas, meterse en problemas. El que se metió en política está sucio, es corrupto…

-Hay dos variables que trabajan ahí. La primera es una que hablábamos con Gastón Garriga, un comunicador que trabaja con un grupo que se llama No me olvides. Siempre charlamos que hay que considerar las cosechas tardías del proceso: el miedo que da la política. No es solamente la corrupción, el tabú. Sino que “se metió en política” también significa “podés morir”. Y eso en mi repercute: si mi hijo o mi hija van a una marcha, yo como padre tengo miedo. Entonces, hay un lugar en donde decís “no se si preferiría que no vaya”. Como padre, como persona que se preocupa por lo que podría ocurrir.

Asociamos la política a la violencia. Y vos, ¿te convertiste en una especie de vocero del peronismo después de este libro?

-No, no. Por ahí te quieren poner en ese lugar. O por ahí te dicen “Che, vos sos peronista… ” No, loco. No. Yo no hablo del peronismo en términos doctrinarios o políticos, sino en términos existenciales y vivienciales: el peronismo como una participación, como un animarse a ser. La oportunidad de transformar, práctica y demostrable, que es el tema. Demostrable, porque lo ha hecho. Con todo el respeto hacia otros espacios políticos, quizás más afilados o más sutiles en sus ideas, más homogéneos, pero definitivamente poco prácticos. Ni siquiera pragmáticos. Poco efectivos, o eficientes. Y después está toda la discusión teórica… y sí. Hay un montón de cosas más perfectas que el peronismo pero no han sido aplicadas.

Esto seguro ya lo planteó alguien, pero yo tiendo a pensar en el peronismo más como la forma de hacer política en la Argentina, el contorno de la política. No es solamente una facción política. Además de ese segmento, es también el contorno porque, hablando de 70 años para acá, desde donde está inscripto el peronismo, no creo que sea posible un no-peronismo o un a-peronismo. O sos peronista, o sos antiperonista, o sos filoperonista, o properonista, o algo así. Pero el peronismo es lo que te ubica en uno u otro lado. Nadie está exento de peronismo en la Argentina…

-Eso podría ser asimilado a esa supuesta monopolización que provoca el peronismo a veces, la inevitabilidad del peronismo. Sería mucho más interesante que lo acepten para poder, incluso, destrozarlo. Pero como no lo aceptan, no lo pueden desarmar, porque lo único que hace es intentar negarlo. El peronismo es como la lluvia, puede gustarte o no pero está ahí. ¿Qué hacés? Salgo con paraguas, no salgo, bailo como Gene Kelly, agradezco porque ayuda al campo, puteo porque inundó. Pero está.

El humorista renegado

En las contratapas te describe como guionista, escritor, humorista. ¿Vos te encontrás en ese lugar?

-Es raro, qué se yo. Decir humorista es medio pelotudo, también. Pero es como una finalidad inevitable. Es porque me sale, no sé si me lo propongo. Lo acepto porque tardaría más en explicar por qué no, pero no me gusta nada más humorista. Guionista y humorista, escritor… me queda grande. Yo tardo mucho en definir las charlas que hago porque no pongo en los carteles “Stand up”, “Vení, te vas a cagar de risa” o “¡Risas a granel con Saborido!”

¡Si el afiche dice “Risas a granel” y estás vos en la foto, yo voy!

-¡¡Sos una pelotuda, no podés ir!! (risas) Lo veo en los carteles de los tipos que son humoristas, es decir que hacen espectáculos de humor, y dice “Carcajadas garantizadas”, “una risa por minuto”. Todo el tiempo te están diciendo que te vas a reír, yo digo “eh, no… bancá”. A mi eso me da no sé qué. Cuando doy una charla y viene uno me dice “che, que piola esto”, yo me quedo bárbaro porque pienso que soy un tipo piola. Después viene otro y me dice “me cagué de risa” y ahí me siento un soyapa. Y, bueno, tendré que convivir con eso. Y con el libro de peronismo me pasó y con el de fútbol también. Más con el de peronismo. “Che: qué interesante la parte ensayística” y otro: “yo me reí solo en el colectivo”. Y entonces el tipo me está valorando eso.

Y vos, ¿de qué te reís?

-Yo me río con todo, desde Chaplin hasta Friends. Pero yo disfruto más de hacer reír que de reírme. Me río, es algo ocasional que me pasa muy de vez en cuando. En realidad, admiro el ingenio para hacer reír. Voy a ver a Moldavsky y sé que voy a admirar bien como lo hace. Y me gusta, no soy envidioso o detractor. Me gusta ver los artificios, tengo un goce con eso. ¡Ah, hijo de puta, acomodó acá!. Como si admirara cómo hace el truco el mago, más que el truco en sí mismo.

@trianakossmann