Un asesinato en un ámbito ultra-vigilado y al que sólo tienen acceso unas pocas personas son elementos de una conocida estructura del género que apasiona desde hace un par de siglos a millones de lectores. Y son los aspectos que rondan la miniserie que es furor en Argentina.
La recientemente estrenada miniserie documental producida por Netflix y titulada Carmel ¿Quién mató a María Marta?, que reconstruye el caso del asesinato de María Marta García Belsunce en el año 2002 en el country de la localidad bonaerense de Pilar, tiene incontables elementos de la narrativa policial a la que tanto nos ha acostumbrado la literatura desde hace siglos.
Así lo entendieron inclusive sus creadores quienes, de hecho, incluyeron entrevistas a dos referentes del género como son Claudia Piñeiro y Guillermo Martínez. En su relato, la autora de novelas que recrean situaciones en ámbitos similares a lo que se cuenta en la serie, como son Betibú y Las viudas de los jueves, por ejemplo, explica que el crimen que aun continúa impune tuvo lugar en un modo muy cercano al de los aspectos de la narrativa policial: un espacio cerrado, con acceso muy restrictivo, propio de sectores acomodados en términos socioeconómicos y donde sólo hay un número contado de posibles atacantes.
En los cuatro capítulos de la serie estas aristas se detallan claramente y son objeto de análisis de las entrevistas a través de las cuales se reconstruyen los hechos ocurridos en el country, donde María Marta vivía con su esposo, el financista retirado Carlos Carrascosa, y a pocos metros de la casa de su hermana Irene Hurtig y su cuñado Guillermo Bártoli. Estos tres fueron las últimas personas que la vieron con vida y que tomaron cuenta de la escena del crimen, junto a otros participantes.
Como en una novela policial en la que no falta nada, en la producción audiovisual los propios implicados en las causas de encubrimiento recuerdan y recrean con pelos y señales las maniobras que llevaron a cabo y que terminaron modificando la escena del crimen, ocultando y desechando pruebas valiosas para la investigación, evitando la participación policial, limpiando el mismísimo cadáver, entre otras incontables irregularidades, todas acciones amparadas en la excusa de que era necesario aplacar el impacto que causaría entre los deudos la supuesta muerte por accidente, pero que en realidad correspondía a seis disparos en la cabeza.
Lo que aprendimos de la novela policial
Como en el relato de Edgar Allan Poe, Los crímenes de la Rue Morgue, donde madre e hija son víctimas de un salvaje asesinato en su propia casa -que se encuentra cerrada por dentro- o en la inolvidable novela de Ágata Christie, Asesinato en el Oriente Express, en la que el detective Hércules Poirot descubre una inquietante trama en la que todos los pasajeros tienen motivo para querer muerta a la víctima, la literatura policial nos ha dado herramientas para comprender este tipo de “misterios”.
En Carmel ¿Quién mató a María Marta?, Guillermo Martínez, autor de Los Crímenes de Oxford y Los crímenes de Alicia, entre otros, explica que en este resonado caso se destaca el hecho de que todos pueden ser el asesino y que todos pueden ser víctimas y, de hecho, confiesa que es el tipo de relato que le gustaría escribir.
Por su parte, Claudia Piñeiro pone de manifiesto que lo que llama la atención del público en este asesinato es que ocurre en un lugar en el que se supone que no debería haber un crimen; al tiempo que, para la época, implicaba correr el velo sobre una forma de vida que hasta el momento no se conocía y era el de estas existencias de club house, country club, etcétera.
Seis disparos en la cabeza, un “pituto” arrojado al inodoro, llamadas telefónicas para evitar la llegada de la policía, un certificado de defunción “trucho”, una escena del crimen lavada con lavandina y hasta pegamento en las heridas de bala en la cabeza de la víctima, incluso pueden ser muchos más elementos de los que se necesitan para construir un relato totalmente desconcertante para los típicos detectives de la novela policial.
Pero, si algo aprendimos de la literatura es que no se encuentra al culpable de un asesinato si no se comprende cuál puede ser el motivo para asesinar y este es, justamente, el elemento que no terminó de probarse nunca en la causa sobre la muerte de María Marta García Belsunce y que queda claro en la serie que retoma su caso. Es lo que sigue intrigando a las y los espectadores y una respuesta que, aun 18 años después, la justicia no ha logrado encontrar.
@trianakossmann