La pandemia del Coronavirus y el consiguiente aislamiento social, preventivo y obligatorio implicó un cambio sustancial en la vida de muchas personas e instituciones en todo el mundo, y los barrios de nuestra ciudad no son ajenos a esta circunstancia. Las bibliotecas que prestan servicios en los más diversos sectores de Mar del Plata y Batán, debieron cerrar sus puertas desde que se decretó la cuarentena obligatoria, una situación que tomó por sorpresa a muchas entidades y, por eso mismo, no dio tiempo para adecuar las acciones y las propuestas.
No obstante, en las Bibliotecas Públicas Protegidas, que son parte de diferentes convenios entre la Municipalidad de General Pueyrredon y las Asociaciones de Fomento de cada zona, implementaron diferentes alternativas para continuar desempeñando su rol de centros de información para sus respectivas comunidades.
Tal es el caso, por ejemplo, de la Biblioteca Pública Protegida de Playa Serena, La Biblioteca Gladys Smith en el barrio Bosque Alegre y la Biblioteca Roberto Arlt, del barrio Los Pinares. Revista Leemos conversó con las encargadas de estos espacios para conocer el modo en que cada una de estas unidades pudo reconvertir sus servicios y mantener sus vínculos con las y los vecinos que los requieran.
En todos los casos, las tecnologías para la comunicación como las redes sociales y los sistemas de mensajería instantánea resultaron herramientas fundamentales para mantener el contacto, readecuar las propuestas en torno a las necesidades de información de cada barrio y el acompañamiento de las y los usuarios de cada biblioteca en un momento en que todos los vínculos parecen renovarse y revalorizarse profundamente.
Así lo desataca Claudia Trenco, a cargo de la biblioteca del sur de la ciudad, quien subrayó la importancia de haber iniciado previamente una acción de contacto vía Whatsapp con los vecinos y vecinas, y de profundizar los lazos que se habían creado y expandido hace ya algún tiempo a través de la iniciativa denominada Biblioteca de Semillas, con la cual se generó un espacio de intercambio de semillas para quienes desearan desarrollar una huerta productiva en sus hogares, valiéndose de información de la Biblioteca y del apoyo del personal técnico del Programa Pro Huerta, entre otros organismos que participan.
“Si bien una siempre piensa que la Biblioteca tiene que servir como un centro de difusión barrial, de información barrial, acá está más puesto en acción que nunca -explica-. La gente empieza a tomar este teléfono de la biblioteca como un teléfono al que puede recurrir, no digo masivamente, pero si para preguntar cuestiones relacionadas con el barrio. Es un poco lo que hacían en la biblioteca cuando estaba abierta y ahora es a través del teléfono.”
En el mismo sentido se expresa Norma Martínez, de la Biblioteca Gladys Smith, quien no sólo colabora regularmente con la propuesta de animar a la lectura a través de las redes sociales de la Secretaría de Cultura, sino que además considera fundamental mantener el contacto y la presencia -aunque sea virtual- con las personas que asisten con asiduidad a la biblioteca y que, desde que se decretó el ASPO, debieron poner en suspenso una parte importante de su vida social.
Al respecto, la bibliotecaria del barrio Bosque Alegre, cuenta que “una vez por semana me ocupo de mandar mensajes privados para saber cómo están nuestros usuarios, si tienen una necesidad concreta para ver de qué manera puedo asistir a las familias. El vínculo está intacto”.
Por su parte, Marcela Machado, en el Barrio Los Pinares, también se esfuerza por mantener los grupos que se habían conformado previo a la pandemia, con los diversos talleres que se dictaban en la Biblioteca Roberto Arlt, así como con diferentes propuestas para promover la interacción en torno a los libros.
La razón que encuentra para ello es que, “a través de los años, se construye una relación que te diría que es casi familiar, porque entre nuestros objetivos está que la gente incorpore el libro entre sus salidas a hacer los mandados. Así como vamos a la farmacia o al supermercado, a la ida o a la vuelta pasar por la biblioteca a buscar las nuevas lecturas. Y en esa elección, en el estante abierto que ponemos a disposición o en las recomendaciones, se hace una red y también se tejen otro tipo de historias: Las familiares, lo que ha pasado en el barrio, las visitas de los colegios. Vemos crecer a los chicos que primero vienen a buscar libros para hacer la tarea de la escuela y después vienen con el celular o con la compu a buscar conectividad. Nos vamos conociendo y eso es un poco lo que se genera en estas bibliotecas que están insertas en las comunidades barriales”, explica Marcela.
La memoria y la lectura en el centro de la escena, pero a distancia
La pandemia y el aislamiento trastocaron toda la vida en el barrio Los Pinares y en su Biblioteca, que funciona dentro de la Sociedad de Fomento de La Salle 545 pero que, claramente, en estos momentos no se encuentra abierta al público. Sin embargo, Marcela Machado cuenta que desde esta unidad de información se han implementado tres caminos “para no perder la visibilidad, para no perder la comunicación y para no perder el mensaje positivo también, que es tan necesario. El mensaje de que vamos a volver a atender en forma presencial, que van a volver los talleres en algún momento (llevará más tiempo o menos tiempo), pero para nosotros, que trabajamos mucho con adultos mayores, esta certeza de continuidad que intentamos transmitir es muy importante”.
En este sentido, Marcela enumera que el primero de estos caminos es a través de los grupos de Whatsapp. “Por ejemplo: nosotros tenemos un taller que se llama Memoria y biblioteca, junto con la Licencida Alejandra Pulicicchio. Llevamos adelante un proyecto intenso, pero en este caso yo grabo algunos fragmentos de los libros o busco algunas fotos de actividades que hayamos realizado y Alejandra las comparte en el grupo de Whatsapp y ejercitamos la memoria, el recuerdo y también lo cognitivo a través de estos ejercicios”.
La bibliotecaria explica también que otra de las herramientas que utiliza para mantener el contacto con las y los usuarios es el perfil de Facebook (Palabra Biblioteca Los Pinares) en el cual todos los días realiza una publicación incentivando a la participación con ilustraciones, cuentos, videos, etc.
Por último, el tercer canal es la Red Interinstitucional Los Pinares. “Para nosotros es muy importante, hace más de 20 años que somos parte junto con personas que participan en representación de Apand, de Casa Fraterna, de Aipe, por Desarrollo Social, por el Centro de Jubilados Fe, Esperanza y Dignidad. Antes nos reuníamos una vez al mes en forma presencial para coordinar los esfuerzos, ya que trabajamos con la misma población, y en este caso que no nos podemos reunir pero estamos siempre en contacto”.
En este marco, la Biblioteca Pública Protegida Roberto Arlt, a través de su bibliotecaria, forma parte de un grupo de entidades que busca compartir “lo que pasa en el barrio, las necesidades, las posibilidades de informar para encontrar una solución a alguna situación concreta, y también todo lo que sale de los comités barriales de emergencia, la vacunación y todo lo que pueda ser de interés para el barrio. Es fundamental”.
El acompañamiento constante en una comunidad diversa
Cada Biblioteca pertenece y se inserta en una comunidad que tiene sus propias características y necesidades, con sus dinámicas de funcionamiento que están íntimamente relacionadas con los grupos que la habitan y los modos de interacción que se mantienen a lo largo del tiempo.
Este es también el caso del barrio Bosque Alegre, un ámbito en el que vive además una nutrida comunidad gitana y que es uno de los públicos más importantes con que cuenta la unidad de información que encabeza Norma Martínez.
La Biblioteca Pública Protegida Gladys Smith integra un equipo de trabajo dentro del barrio que ha sabido acompañar y promover las tradiciones y las prácticas sociales con las que se identifican los diversos colectivos que conviven allí, a través del respeto, el acompañamiento y el compromiso constante con sus lectores y vecinos.
Por eso es que Norma tiene una relación personal con quienes asisten al espacio que funciona en la Sociedad de Fomento ubicada en Los Eucaliptos 642. Sin embargo, en épocas de distanciamiento, “la forma de estar más presente es mediante Whatsapp. Lo que más me ha pasado es haber asistido a algunos profesionales con datos que desde la biblioteca manejamos con mayor certeza. Yo una vez por semana me ocupo de mandar mensajes privados para saber cómo están nuestros usuarios, si tienen una necesidad concreta para ver de qué manera puedo asistir a las familias”, cuenta.
La bibliotecaria de Bosque Alegre recuerda que, semanas atrás, cuando la justicia buscaba a una mujer de la comunidad gitana por tratarse de un posible caso de contagio de coronavirus, ella estuvo en contacto permanente con las y los vecinos: “Fue noticia en todos los medios, no solo locales, también nacionales. Ese día me estalló el teléfono, llamé uno a uno de la comunidad, de los que tenía el contacto, para explicarles la situación. Igualmente, a esas alturas de los acontecimientos nadie la conocía. Yo estuve para avisar de lo grave de la situación, no sólo por la enfermedad, sino también por la cuestión judicial, aunque finalmente la pobre señora ni tenía el virus”, explica.
Así, el contacto y la atención con las personas que suelen asistir a la biblioteca y que en estos momentos no puede desarrollar sus tareas con normalidad es constante y permanente: “También estoy muy atenta a un grupo muy lindo de mujeres grandes que van a todos los talleres de la biblioteca. Una de ellas estaba muy enferma y finalmente falleció hace unos días… y trato de acompañar. Estoy muy presente y muy involucrada”, subraya Norma Martínez.
Sembrar nuevos vínculos en el sur
La importancia de una biblioteca barrial adecuada y compenetrada con las características de la comunidad en la que se inserta se ve claramente reflejada en el caso de la Biblioteca Pública Protegida Playa Serena, que funciona en la calle 445 N°350 de ese barrio, pero que además atiende a usuarios y usuarias de muchos otros en el sur de la ciudad.
Esto lo sabe Claudia Trenco, su principal referente desde hace muchos años, quien además aclara que se trata de un ámbito en el que existen otras dificultades para la comunicación durante el aislamiento: “Hay una característica muy fuerte en esta comunidad del sur que es que la mayoría de la gente no tiene acceso a internet en sus casas. Hasta donde yo pude recabar, como mucho, un cuarto de los que pidieron semillas, por ejemplo, que son con los que más lazos tuve, no tienen internet en sus casas. Lo más universal de todo es el Whatsapp. De más de 360 familias que es con las que estamos en contacto en promedio, solamente 3 no tenían Whatsapp”.
Cabe recordar que en esta biblioteca se implementó hace ya un tiempo una Biblioteca de Semillas, donde, con acompañamiento de personal del Programa Pro Huerta del INTA, las personas interesadas pueden pueden llevarse semillas de las más diversas especies vegetales, pero se comprometen a aportar las propias cuando esas plantas hayan dado sus frutos, de manera que otros usuarios puedan acceder al servicio también. “No repartimos semillas como chupetines -explica Claudia- sino que tratamos que se entienda que la semilla es un valor”.
Esta iniciativa es muy interesante ya que se trata de una zona en donde las familias cuentan con escasos recursos y donde el modo de vida es muy propicio para el desarrollo de huertas familiares para producir sus propios alimentos desde una perspectiva agroecológica, tal y como lo propone la política pública implementada desde el INTA.
“Desde nuestra posición, el camino para que la gente pueda hacer huertas productivas es con información. La información puede venir de mil maneras: desde un vecino que te dice cómo plantar mejor la lechuga, la técnica del Prohuerta que te explica, un libro que leíste, un folleto, un video que viste… Ahí el lazo, el sitio donde los vecinos pueden recurrir es la biblioteca”, destaca Claudia.
Pero con la biblioteca cerrada por el ASPO, fue necesario modificar la estrategia de entrega de semillas para dar atención a las personas que lo requirieran, un grupo que además crecía considerablemente por las propias condiciones de la cuarentena que se fue extendiendo considerablemente: “De 80 familias a las que les entregábamos semillas antes del aislamiento, pasamos a repartirle a más de 360 y nos encontramos con que al menos un 30% de la gente nunca había hecho huerta, muchos ni siquiera habían plantado una planta en su vida”, recuerda Claudia.
La bibliotecaria cuenta que, “con la ayuda de mi hijo, que me mostró algunas herramientas del Whatsapp, armé lo que llamé la Pequeña Biblioteca Huertera, que en realidad es como una especie de catálogo con infografías sobre temas bien concretos, con información muy clara. Y lo empecé a pasar y la gente lo fue compartiendo también… y me lo empezaron a pedir de todos lados. Eso estuvo bueno”, se sorprende.
De esta manera, el trabajo en red que realiza la bibliotecaria con otras instituciones de los barrios del sur implicó que estos servicios pudieran alcanzar a más personas, que pasaron a integrar las listas de difusión del teléfono de la Biblioteca, en una metodología que usualmente se utiliza como un servicio de información barrial: “antes del aislamiento lo usábamos para anunciar que tal día hacíamos tal actividad en la Biblioteca, o si había alguna información oficial que es importante para los vecinos de la zona, como qué día viene la garrafa social a tal barrio, o las jornadas de castración, por ejemplo. En los barrios es muy difícil que la información llegue a las personas que lo necesitan, y la Biblioteca es un punto muy importante para eso”.
La referente de la Biblioteca Playa Serena explica que el principal desafío para adaptarse a esta nueva situación, “es poder hacer lo mismo pero de otra manera, como le pasó a muchas otras instituciones. A todos nos cuesta pensar de qué forma hacemos las cosas cumpliendo con las pautas del aislamiento y cuidarnos; pero, a la vez, también a los usuarios de un servicio les cuesta que ese servicio ya no se presta como se prestaba antes”.
Así, generar nuevas herramientas o profundizar las existentes para dar respuesta a las necesidades de cada comunidad, con sus particularidades y sus modos de articulación institucional, se torna un valor que las Bibliotecas barriales pudieron poner en práctica debido al esfuerzo, la creatividad y el compromiso de las personas que las llevan adelante cada día y ante cualquier circunstancia.
@trianakossmann