Esta semana se presentó en la Cámara de Diputados de la Nación un proyecto de ley para la creación del Instituto Nacional del Libro Argentino, un organismo autárquico que tendría como principal función la de generar políticas públicas con el fin de promover la industria editorial e incrementar el número de lectores en nuestro país.
La propuesta ingresó como una iniciativa presentada por el Diputado Daniel Filmus, presidente de la Comisión de Cultura de la cámara baja, pero cuenta con el apoyo y el impulso de diferentes asociaciones de escritores y trabajadores de la palabra, espacios que desde hace pocos años tomaron forma con el fin de defender los intereses de quienes se desempeñan en la producción editorial ante el deterioro sostenido de sus fuentes de trabajo, a raíz de la crisis económica y la falta de políticas concretas.
De acuerdo al proyecto, este Instituto Nacional del Libro trabajaría del mismo modo en que funcionan desde hace muchos años herramientas similares para promover diferentes áreas de la producción cultural: el INCAA en la industria del cine, cuyos primeros pasos se dieron en el año 1968; el organismo del Teatro, creado en el año 1997; y el de más reciente formación el Instituto Nacional de la Música, que se creó con la Ley 26.801 en el año 2013.
Entre las múltiples tareas que se proponen para este nuevo organismo, se destaca el desarrollo de políticas que generen un acceso más “democrático, igualitario y federal al libro en sus distintas expresiones y fomentar la diversidad editorial en todo el territorio nacional”; además de implementar “regímenes de fomento”, tales como subsidios, becas, concursos, certámenes, ferias y exhibiciones, entre otros.
Para ello, el Instituto se encargaría de administrar el Fondo Nacional de Fomento del Libro Argentino, cuya creación se promueve en el mismo proyecto de ley y para el cual se destinaría el 2% del presupuesto total de la Secretaría de Cultura del Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología de la Nación.
Cabe destacar que este documento hace fuerte hincapié en la necesidad de considerar y establecer medidas de carácter federal, donde todos los sectores y regiones de la Argentina se vean fortalecidos en cuanto a la producción y circulación del libro.
Al respecto, Revista Leemos consultó a escritores y escritoras de nuestra región con el fin de conocer sus opiniones sobre esta iniciativa. A pesar del escepticismo y la necesaria cautela que requiere la coyuntura de inestabilidad política y económica, todas las personas que respondieron a la consulta consideraron que puede tratarse de una medida auspiciosa para la producción literaria. A continuación reproducimos las palabras de las y los autores que viven y publican en Mar del Plata.
Carolina Bugnone: “Resistir, mantenerse en pie”
“En tiempos de desolación, que se ponga en marcha la iniciativa de un Instituto Nacional del Libro que asegure los derechos de escritores, editores, traductores y otros tantos agentes de la cultura literaria, es un respiro. Y aún más porque va a contramano de la caída económica y social que estamos viviendo en el país: el arte siempre es un “a contramano”. Resistir, mantenerse en pie, no darse por vencido, ampliar los derechos de las personas a tener y producir la palabra escrita, de eso se trata. No en vano los regímenes dictatoriales que quieren una masa silenciada prohíben libros. Enorme alegría la de este proyecto, festejaremos con vino, poesía y música cuando se apruebe”.
Pablo Castro: “el Estado como promotor de un bien cultural”
“Las leyes no necesariamente se cumplen. Eso lo sabemos todos. En la Constitución hablan de derecho al trabajo y hay un altísimo porcentaje de desocupación. No obstante, una ley (y lo digo yo, un lego en temas legales) es una oportunidad, una herramienta que podés tener ahí disponible para cuando algo ande mal.
En ese sentido, lo primero a decir respecto el proyecto de creación del INLA es la suma importancia que reviste, porque reconoce a escritores, editores, libreros, traductores y demás como trabajadores que precisan de un ente regulador. Y se acuerda que dicho ente regulador no debe ser el mercado, es decir esa instancia que sólo se preocuparía por la publicación de libros que enseguida estén en un top de venta.
El proyecto de ley del INLA reconoce que para publicar se necesita del Estado como promotor de un bien cultural, que habilite instancias de creatividad e innovación, que se promueva el surgimiento de nuevos autores que si todo dependiera del mercado probablemente quedarían en un anonimato eterno.
Por otro lado, se sostiene en la idea de que la creación de un libro es un trabajo: escritores, editores, libreros, traductores, diseñadores y tantos etcéteras son laburantes que precisan de ciertas condiciones para desplegar su actividad. Al mismo tiempo, el proyecto de ley apunta a promover a la industria nacional librera, la cual viene golpeada dado la caída de ventas. El proyecto habla de la circulación del libro argentino fronteras para adentro pero también en el exterior. Dicho todo esto, puedo concluir en que el proyecto de ley es una posibilidad para sostener a la creación literaria como un eje del desarrollo cultural de nuestro país”.
Nicolás Carmona: “viene a saldar muchas cuentas pendientes”
“Apoyo, como lector que soy, este proyecto de ley. Si bien hoy el libro físico está mutando hacia otras plataformas (no digo que vaya a desaparecer, pero si está transformándose de alguna manera) lo que aquí se trata tiene una concepción más profunda que si le bajamos cien pesos a un libro mediante mecanismos tributarios más efectivos. Estamos tomando mediante la creación de dicho instituto al libro como lo que representa, la génesis del conocimiento, la puerta que abre otras puertas, la mejor conformación del ser, pues uno cuando termina de leer se torna más complejo que cuando comenzó mediante un Estado que regule facilidades para que se gesten dichos procesos.
Le deseo ya, desde los últimos renglones lo mejor a este proyecto, porque además viene a saldar viejas cuentas pendientes con los derechos de los autores ante algunas ciertas editoriales, fiel reflejo del mundo viejo que estamos dejando atrás”.
Javier Chiabrando: “Que a los del interior no nos den el premio consuelo”
“Si bien le temo un poco a lo institucionalizado porque tiende a volverse pesado y burocrático, que el estado se ocupe del libro y de los escritores sería un avance. Espero simplemente que no sea una cosa (más) para los porteños, y que a los del interior no nos den el premio consuelo, como con ciertos concursos y becas”.
Gabriela Exilart: “que se consideren las condiciones de precariedad laboral que vivimos los escritores”
“Creo que sería provechoso contar con un Instituto del libro así como existen institutos del Cine o del Teatro o que contemple a todos los actores productivos del mismo y favorezca su circulación a nivel federal, dado que todo está concentrado en Buenos Aires y hay provincias a los que no llegan los libros de autores publicados por pequeñas editoriales o autopublicados.
Celebro que el Instituto sea un ente autárquico aunque me genera duda la forma de elección de los representantes del mismo. Considero que debería incluirse dentro de las atribuciones del Instituto y a los efectos de proteger la industria del libro argentino las condiciones de precariedad laboral que vivimos los escritores, que no tenemos ni aportes ni obra social ni posibilidad de jubilarnos el día de mañana”.
Laura G. Miranda: “el Estado debe garantizar el acceso igualitario a la lectura”
“Creo que la creación del Instituto Nacional del Libro no solo implica un reconocimiento legal a una industria cultural que lo amerita tanto como las demás, sino que también se traduce en el ejercicio del cumplimiento de la igualdad que garantiza la Constitución Nacional. Detrás de cada libro publicado existen muchísimas personas que lo hacen posible, que trabajan en beneficio de cada detalle y a quienes les corresponde que sea visible su insustituible tarea. Las políticas públicas tendientes al desarrollo y afianzamiento de los derechos de todos los involucrados deben ser apoyadas y debidamente debatidas por nuestros legisladores. La labor del Estado debe garantizar el acceso igualitario a la lectura, así como la posibilidad de que publicar no sea privilegio de algunos sino un derecho de todos los que pueden y sienten que deben comunicar algo”.
Marisa Potes: “Es absurdo que el Estado no fomente ni proteja su propia cultura”
“Los libros son parte de la cultura, difusores de cultura, testigos de cultura.
La colonización más fuerte siempre es la cultural. No hay otro tipo de colonización que se sostenga sin la colonización cultural. Y estamos muy colonizados.
No se puede dejar todo a los particulares y mucho menos, al mercado, porque además, es a través del mercado que nos colonizan. Es absurdo que el Estado no fomente ni proteja su propia cultura. Es absurdo que no existan políticas públicas sobre la industria del libro. Los planes de lectura, la promoción editorial, la valoración de los escritores, editores y todos aquellos que forman parte de la industria del libro son indispensables. Por todo eso me parece necesaria la ley”.
Iñaki Rubio: “Ocupar un lugar en los grandes temas del debate nacional”
“No deja de ser augurante e inaugurador, un proyecto que contemple la necesaria creación de un Instituto Nacional del Libro, temáticas vitales como logística y envío a las provincias, descentralizando a Buenos Aires de su acostumbrado epicentrismo y poniendo en discusión, cuestiones de orden federal como el precio único del libro adjudicado a todo el país, cuando bien se comprende que los medios de transporte para llegar encarece el valor del mismo y disminuye la rentabilidad a los libreros de las provincias del territorio argentino, por ende, limita su circulación. Éste y otros temas, conforman la necesidad de protección que requiere un sector que reclama un dos por ciento del presupuesto nacional de Cultura, para subsistir con estrategia y ocupar un lugar dentro de los grandes temas de debate nacional”.
Industria editorial nacional: cuatro años en caída libre
El proyecto de ley para la creación del Instituto Nacional del Libro Argentino llega al debate público en momentos en que todos los sectores relacionados con la industria editorial reconocen que se encuentra atravesando uno de los momentos más difíciles en la historia de la producción.
De acuerdo al informe que la Cámara Argentina del Libro publicó respecto de las estadísticas del año 2018, cada año se publican menos novedades, menos tiradas y menos ejemplares por tirada. De hecho, en el año 2014 se vendieron 129 millones de ejemplares y en 2018 esa cantidad se redujo hasta 43 millones. Una caída escandalosa.
Cierto es que la incidencia de las nuevas tecnologías y la publicación en otras plataformas impacta en la producción en papel, pero la incidencia de estas alternativas no se ha modificado de manera sustancial a lo largo de estos años.
Sólo en el período de gobierno que estamos atravesando, la producción del libro cayó 23% respecto de 2017 y 30% en relación a 2016 y en todos esos años se mantuvo constante la tasa de producción digital, que fue del 20% de lo publicado.
En rigor, escritores, editores, traductores, diseñadores, trabajadores de imprenta, librerías y distribuidores ven con desasosiego la dramática situación que atraviesa la industria editorial, debiendo afrontar además las constantes subas de precios de insumos y el ingreso de libros de producción extranjera que amedrentan hasta a los más optimistas.
Esta situación, que por supuesto es general a todos los rubros y todos los sectores asociados especialmente a productos que no constituyen necesidades básicas –como alimento y vestido-, se suma a que en Argentina existen muchos pueblos y ciudades en las que no hay una sola librería, que los organismos del Estado –en todos sus niveles- redujeron las compras de libros para lectura complementaria en los sistemas educativos y se dieron de baja varios programas de fomento.
Para que la Ley de creación del Instituto Nacional del Libro y el Fondo Nacional de Fomento del Libro Argentino sea una realidad hace falta que sea aprobada en las Comisiones de la Cámara de Diputados, pase al recinto y sea apoyada por la mayoría –de acuerdo a informaciones de varios espacios políticos, contaría con el apoyo de todo el arco- y luego haga su recorrido en la Cámara Alta, hasta llegar a su promulgación (o veto, claro está) por parte del Ejecutivo.
Lo cierto es que esta herramienta puede ser una forma de resguardar y fortalecer a una parte absolutamente fundamental para la cultura de nuestro país, pero para que eso sea posible requiere de voluntad política y capacidad de gestión.
@trianakossmann