-El premio Clarín de Novela te generó una agenda paralela.

-Una realidad paralela… (risas)

La que se ríe de esta nueva etapa en su vida es Agustina Bazterrica, autora de la novela que Jorge Fernández Díaz, Juan José Millás y Pedro Mairal, como jurado del certamen, eligieron como la mejor de más de 400 presentaciones.

Hablamos de Cadáver Exquisito, una historia de canibalismo y de nosotros, mucho más de nosotros. ¿Quiénes somos nosotros? Bueno, eso queda en cada lector o lectora. La autora pasó por Mar del Plata en el medio del verano agobiante y dejó su huella.

-¿Cómo estás articulando tu vida anterior y la que se te vino después de eso?

-Yo ya venía construyendo una suerte de carrera, si querés, porque había publicado dos libros con los que fui adquiriendo algo de experiencia. Pero esto es un nivel de exposición y una visibilidad enormes. Lo estoy llevando con mucha alegría, por un lado, es un momento de aprendizaje enorme, pero también estoy muy cansada, porque hay que ponerle el cuerpo y la cabeza. Además, creo que son etapas que se terminan, es una etapa y después habrá que ver qué pasa con el próximo libro, si es que hay otro libro. Entonces ahora estoy aprovechando a full.

Agustina me cuenta que le resulta un trabajo extra articular las notas y reportajes con su trabajo y que recibe buenos comentarios tanto de periodistas como de innumerables nuevos lectores y lectoras que no dejan de hacerle llegar sus impresiones: “se está armando como una bola de nieve que está buenísima“.

La novela en cuestión, editada por Alfaguara, sigue a Marcos Trejo, un profesional de la carne que, luego de la Transición, debió dedicarse al asesoramiento de criaderos y mataderos de humanos… para consumo humano. Canibalismo legalizado que inició cuando los animales adquirieron un virus letal para las personas y debieron ser eliminados.

-¿Qué recibís del lector y la lectora de a pie?

-Me repiten varias cosas: primero, que no lo pueden dejar de leer, que la novela los atrapa, como si generara una cosa de adicción. Me ha pasado con amigos que me mandan whatsapp diciendo que tuvieron que suspender todo por culpa de mi novela. Por otro lado, hay gente muy sensible que la va leyendo de a poco porque no la soporta, pero que al mismo tiempo tiene una necesidad de terminarla. Y también pasa que cuando la terminan les genera muchas cuestiones físicas, viscerales. Me pasó con una escritora que me mandó un mail diciéndome que no pudo ir a carnicerías, y que ella tiene que comer carne porque no puede comer fibras. ¡Y yo le cagué la vida! (risas) Otra gente que estaba evaluando si comer carne o no, estaba en un momento de duda, y que esta novela los terminó de decidir de dejar de comer carne.

-¿Esperabas ese tipo de repercusión? Fue un poco lo que te pasó a vos, también, tu propio proceso…

-En realidad no esperaba nada porque fue todo muy rápido. Yo terminé la novela diez días antes de mandarla al concurso. Tampoco pensé que iba a ganar porque yo entendía que estaba mandando un borrador. Soy hiper obsesiva. La versión que está editada es una versión recontra corregida. En algún punto yo sigo en ese proceso, como que terminó hace muy poquito el proceso de escritura. No tuve tiempo de procesar la novela, pasó todo rápido, y está buenísimo porque también podría haber pasado otra cosa, que la gente la lea y sea tan tremenda que genere solo repulsión y no reflexión, ni asombro por el final, ni empatía con los personajes.

La forma del arte

Esta escritora, estudió Historia del Arte en la UBA  y en 2013 publicó su primera novela Matar a la niña junto a la Editorial Textos Intrusos y en 2016 sacó su libro de cuentos Antes del encuentro feroz, con la editora Alacion en una publicación que cuenta con ilustraciones de la artista mexicana Erika Kuhn.

​Me cuenta sobre los comentarios que recibe, las cosas que le piden las y los lectores, los nuevos y los de antes y hablamos de lo que nos atraviesa del arte en general y de la literatura en particular, eso que hace que querramos charlarlo, compartirlo de algún modo, exteriorizarlo. No podemos quedarnos con eso que el arte nos mete en el cuerpo:

-¿Qué elementos debe tener una obra para, no digo conmover, pero sí conquistar de alguna manera o instar a explorar algo nuevo?

-Qué pregunta difícil… Estoy pensando en obras que me impactaron… La obra La comemadre de Roque Larraquy, a mí me impactó y siempre la recomiendo por dos cuestiones: Una, por la temática, porque es un tema bastante extraño, es muy original; y por la forma en que está escrita. Para mi tienen que jugar esos dos niveles. Puedo apreciar una obra en que la temática sea relativamente original pero si está mal escrita el nivel de empatía probablemente va a ser menor. Me pasó ahora con una novela de Juan Mattio, Tres veces luz, una obra muy chiquita, muy, muy dolorosa, pero tan bien escrita que te daba mucho placer leerla. Creo que igual es muy difícil generar eso, porque no hay nada nuevo bajo el sol en un punto, pero lo que sí es nuevo es la mirada que vos le podés dar a ciertos temas.

Qué se queda y qué se va

Agustina me explica que de la novela que finalmente fue Cadáver Exquisito decidió eliminar y acotar muchos aspectos: “Yo empecé a escribir esta novela en un taller literario. Empecé a leer los primeros capítulos y después me di cuenta de que no me estaba sirviendo, que me estaban coartando el proceso creativo porque me estaban corrigiendo todo el tiempo. Era buenísimo lo que me decían, pero no me ayudaba. Y un amigo que había leído los primeros capítulos, los primitivos, me  dijo que se acordaba que yo había puesto determinadas cosas y que después las saqué. Me dijo que había sido una buena decisión. Porque una se enamora de algunas palabras, algunos párrafos, y a veces tenés que dejarlos. Tenés que saber dónde, cómo y cuándo cortar”.

-Además, elegir qué sugerencias escuchar y cuáles no es una decisión que también te construye como escritora.

-Tenes críticas dichas desde un lugar de lucidez y generosidad y otras que no.

-¿Te encontraste con esas también?

-Si, yo fui a talleres durante más de 20 años. Y en todos los lugares te encontrás con gente miserable, envidiosa, sobre todo en este ambiente donde juega mucho el tema del ego. Lo tenés que dominar todos los días, sino literalmente te come, te come el personaje. Tenes que saber distinguir. En un momento dejé de ir y decidí charlarlo directamente con mi maestra. Después de mandarla a Clarín la corregí con dos escritores que no me conocían, que son Gabriela Cabezón Cámara y Félix Bruzzone, que son dos escritores súper lúcidos. La versión que leyó el público es esa versión corregida.

-Vos también organizás el ciclo de difusión cultural, “Siga al conejo blanco”. ¿Te parece que ese espacio de compartir, debatir, de poner sobre el tapete ciertas cosas que por ahí quedan afuera del circuito más comercial, incidió en tu perfil de escritora?

-Totalmente. Pero no solo por el ciclo que organizamos con Pamela Terlizzi Prina sino todos los ciclos que fui antes y a los que sigo yendo. Conocí a un montón de escritores que, de otra manera, probablemente no hubiese conocido. Por ejemplo, a Larraquy lo escuché en Carne argentina, me voló la cabeza y dije ‘tengo que leer a este tipo’. Lo mismo con Ariadna Castellarnau, que es una chica que vivió mucho tiempo acá en Argentina y, si bien después se volvió a España, su primera obra la publicó acá. Yo la escuché, inédita, en “Carne argentina” y me rompió la cabeza. Después la publicó y la leí. Es decir, encontrás joyas, gente que escribe muy bien y que por ahí las grandes editoriales no las publican. Eso a mí me construyó también como escritora, porque esta novela tiene un lenguaje muy visual, muy contundente, y tiene que ver con cómo se escribe hoy y está afectada por lo que escriben los contemporáneos. Yo leo todo lo que puedo.

 

@trianakossmann