Casualidad o no, terminé de leer Cómo ser buenos, de Nick Hornby, en esta  tarde lluviosa de 14 de febrero. Es decir, en pleno #SanValentín. Día en que la sociedad actual celebra el estar enamoradas y enamorados, el amor romántico,enamoramiento. Día del amor romántico por excelencia.

Mi primer instinto fue llenar ese vacío al terminar un libro bueno escribiendo sobre él. Pero luego pensé que publicar en San Valentín una reseña de una historia que comienza con una mujer pidiéndole a su marido el divorico por teléfono no era una idea muy feliz. Y desistí. Por un rato. 

Porque el libro me siguió dando vueltas en la cabeza hasta que en determinado momento me pregunté si no estaría analizándolo desde el ángulo equivocado. Si Como ser buenos no habla, justamente, del amor. Ese amor que la sociedad actual espera que se tengan mutuamente dos personas de clase media acomodada, que están hace más de veinte años juntos, que viven en un barrio acomodado de Londres, tienen dos hijos y no sufren demasiados sobresaltos económicos. Ese amor que no se tienen. 

Y entonces decidí que sí, que Cómo ser buenos es un libro para ser analizado en San Valentín. Porque libro y fecha hablan de lo mismo. Es verdad que Hornby lo hace de manera “maliciosamente irónica”, como se advierte desde la contratapa de la edición de Anagrama, pero en última instancia, en este mundo nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira.

Y hoy queremos mirar el amor a través del cristal hilarante, ácido y cruel a través del que lo ve Nick Hornby . Allá vamos.

De buenos, malos y más o menos

El libro está relatado en primera persona por Katie Carr, una mujer de alrededor de cuarenta años que está casada con David, un columnista y aspirante a escritor que se caracteriza por tener una mirada cínica y desaprensiva de todo lo que sucede a su alrededor. 

Nick Hornby (Maidenhead, 1957) ha ejercido de profesor y periodista. Otros títulos suyos son Fiebre en las gradasAlta fidelidad, Un gran chico y Funny Girl.

Un día, durante un viaje por un congreso, Katie inicia una conversación aparentemente rutinaria con su marido y se sorprende pidiéndole el divorcio. 

Después del primer cimbronazo (y tras una breve terapia alternativa con un ex adicto reconvertido en curandero que se hace llamar GoodNews) David entiende que la crisis de pareja es su culpa por no ser un “hombre bueno” y decide cambiar: será una persona bondadosa y comprensiva: escribirá libros de autoayuda, inducirá a sus hijos a donar sus juguetes y computadoras, alojará en su casa a personas sin techo (y al famoso GoodNews) y luchará por solucionar la miseria universal.

Y Katie, que hasta entonces era la buena de la pareja, la médica que ayudaba al prójimo, la de las ideas progresistas, la que se opone a dejarse llevar por la sociedad de consumo, se convertirá en la mala, la cínica y la egoísta de la historia. 

A partir de allí, Hornby irá describiendo, con las dosis justas de humor y crueldad, las miserias de la vida familiar moderna, la hipocresía de la “buena conciencia” de la clase media urbana y lo inalcanzable del rol “buena madre/buena esposa/buena ciudadana” que se les impone a las mujeres, tanto en un barrio acomodado de Londres como en esta Mar del Plata pandémica.

Y siempre, desde la primera hasta la última página, Hornby hablará sobre el amor. O sobre las dificultades que enfrenta el concepto del amor romántico para sostenerse a través del tiempo en el corset de la pareja monogámica.

En resumen, Hornby demuestra conocer tan profundamente la naturaleza humana -tanto femenina como masculina- que logra que todos nos veamos reflejados… aunque estemos convencidos de ser buenas personas.

@limayameztoy