“Ya leí todos los libros que había en casa y estoy empezando a releer”, es una de los mensajes que me llegaron a través de los grupos de whatsapp. Pero con el correr de los días, también empiezan a aparecer otras historias: “No avancé ni diez páginas” o “nunca leí tan poco en la vida como desde que empezó la cuarentena”.

Con el aislamiento social, preventivo y obligatorio en nuestro país, muchas fueron las editoriales, publicaciones y referentes de todos los géneros literarios que nos lanzamos a proponer libros, lecturas, pasajes, fragmentos, ideas y un sin fin de recomendaciones sobre la mejor forma de “aprovechar” la cuarentena, el nuevo tiempo “libre” que se nos presentaba como una oportunidad única para ponernos al día con tal o cual libro, o para disfrutarlo haciendo algo placentero y enriquecedor.

Twitt de la psicoanalista y docente Alejandra Kohan

Sin embargo, con el avance de la cuarentena y su posterior extensión, en algunos espacios de debate público comenzaron a aparecer voces discordantes. En los medios de comunicación y en las redes sociales, personas autorizadas, ya sea por sus certificaciones académicas o por su popularidad, expresaron la idea contraria: No hay nada que aprovechar, de hecho, el mandato de “aprovechar” es contraproducente e, incluso, es imposible disfrutar de la lectura en tiempos en que la realidad agobia.

Lo cierto es que, en el mundo virtual en el que vivimos -el único contacto posible recomendado con una buena cantidad de personas-, estamos un proceso que quisiera poder “leer” a través de diferentes momentos o fases.

Fase 1: El bombardeo

Editoriales que liberan contenidos, escritores y escritoras leyendo pasajes de sus libros o poemas en pequeños videos subidos a las redes sociales, innumerable cantidad de notas periodísticas sobre qué leer en cuarentena, dónde conseguir material, cómo abordar lo que ya tenemos en casa y hasta confesiones interminables de autores que se quejaban porque algunas personas les pedían por mensaje privado sus libros gratis en formato digital.

Todo ese bombardeo de material y propuestas ocurrió desde el minuto uno, cuando el aislamiento aún era optativo.

Pero aclaremos: el mundo editorial no es el único que se lanzó a esta carrera desenfrenada para llenar de contenido las horas largas que se avecinaban. Referentes y amantes de la música, las artes plásticas, el lenguaje audiovisual y un sinnúmero de propuestas de todo tipo proliferaron en todas las plataformas, todo el mundo intentando nutrir el tiempo y mantener el contacto, alimentando la idea de que era posible “seguir estando cerca”.

En lo que a nuestro ámbito respecta -digamos, los libros-, si ponemos en Google “leer + cuarentena” el popular buscador nos ofrece algo así como 114 millones de resultados. La idea es que nadie se quede sin ideas.

Resultado de mi propio tránsito por esta fase: sumé 17 libros nuevos a mi lista de pendientes.

Fase 2: el desencanto

La experiencia de las primeras semanas fue contundente: no todas las personas pudimos, efectivamente, “aprovechar”. Ese frenesí de volver productivas y placenteras una cantidad inconmensurable de horas libres se chocó con situaciones, por supuesto, totalmente diversas.

En algunos casos, el teletrabajo o home office no dejaba, en realidad, tanto tiempo libre como esperamos en un principio; en otros, ocuparse de las y los hijos en casa 24 por 7 con las tareas de la escuela y una cantidad de actividades extra, al final no resultó tan disentido como quisimos avizorar.

Pero además, la propia angustia de la situación sanitaria (y económica y social) que vive el mundo entero nos afecta de una manera contundente y hace poco efectivo todo intento de evadirnos: sin intentar ser alarmistas, la forma en la que vivimos hasta ahora está cambiando y, cuando todo esto termine, muy probablemente ya no volveremos a relacionarnos como antes.

En lo particular, a veces me siento como aquél personaje de También esto pasará, la novela de Milena Busquets, que mientras vivía su duelo por la muerte de su madre no lograba conectar realmente con nada de lo que se le presentaba en su vida cotidiana.

Y es que, en suma, hay una gran cantidad de profesionales de la psicología que indican que es preciso pensar que estamos transitando un duelo.

No obstante, y en lo que refiere a la idea aun sobrevolándonos de hacer que “estos días valgan la pena”, probablemente estemos entrando en lo que quisiera llamar una etapa de distensión.

Resultado personal de esta fase: me mudé temporalmente a los podcast.

Fase 3: la distensión

Si ya pasó el bombardeo y ya sentimos la frustración de no poder cumplir con los objetivos de “disfrutar” y “aprovechar” todo lo que se pueda en medio de una pandemia mundial, quisiera pensar que lo que queda es bajar la exigencia, conectar con lo que pasa alrededor intentando hacerlo de una manera saludable y, principalmente, tratar de ser más amable con la pila de libros que me reservé para estos días.

Elegir la lectura pensando más en el día a día, en el ánimo del momento que decido dedicarle a los libros; dejar reposar aquellos que no terminan de enganchar; y abandonar los que definitivamente no interesan, aun cuando en todas las recomendaciones estos títulos o estos autores fueran “imprescindibles”.

Disfrutar de lo que se pueda y padecer lo que haga falta, sin alimentar constantemente esa idea mentirosa de que “hay que pasarlo bien” si o si.

Habrá días en los que avancemos y disfrutemos y otros en los que no. Como la vida misma, pero con un contexto más adverso en todos los órdenes.

Recordatorio: leer hace bien cuando se puede disfrutar.

@trianakossmann