Si uno piensa en la contratapa de La Presa, libro del premio Nobel en 1994, Kenzaburo Oé,  no encontrará quizás mucho estímulo para su lectura. Sin embargo, el lector no debería dejarse engañar por su brevedad y su síntesis tan apretada. De hecho el argumento tranquilamente puede desarrollarse de la siguiente manera: Durante la guerra del Pacífico un avión enemigo se estrella. Harán prisionero al único superviviente, un soldado negro. El prisionero se convertirá, para los niño de la aldea,  en una especie de animal domesticado al que adorar”.

Pero no es todo tan simple dentro de ella. La experiencia de su lectura será  un “imposible apoderarse”. Como toda novela corta es muy intensa y se vive esa intensidad a la hora de su lectura. Es decir, su argumento original, sumado al estilo poético de , nos traslada inmediatamente a una realidad muy convincente y repleta de puntos para pensar y pensarse.

Como toda narración sobre la guerra, está cargada de simbolismo. Pero su carga genera, por el contrario, que uno ponga su mirada en ese espacio donde el objeto mirado se funde con el contexto, logrando así que uno no se quede solo con los caminos que podemos tomar a la hora de pensar en una guerra y en sus efectos en un niño.

La narración tiene el equilibrio necesario entre imágenes sensoriales y descripciones, así como entre la brevedad y el contenido del mensaje. dibuja el escenario que recuerda de su propia niñez y, entre líneas, deja leer lo que toda guerra hace en un chico. Sí, podemos hablar, si se quiere, de una novela de aprendizaje.  Aunque ese aprendizaje se demuestre en las últimas líneas. Ese chico que vio en el soldado negro algo posible de domar y  atractivo, así como en los adultos alguien en quien siempre se puede confiar, pierde la inocencia de un golpe. Y su mundo se derrumba en un instante. Por una acción deja el mundo de los niños y entra al de los adultos. Piensa la muerte y se piensa en la muerte, ya que esta lo ha rozado.

La presa no es menos real que una crónica de un diario de aquella época. Tampoco es menos real que la explicación de un profesional sobre lo que genera la guerra en un niño. Lo que sentimos al leerla no es menos real que lo que el propio narrador veía cuando era niño y siente ahora al recordarlo. Miramos y sentimos lo real de esa mirada y ese sentir. Eso es logrado por la magia narrativa de , quien funde su experiencia, sus recuerdos y las miles de voces y ojos que lo acompañan desde siempre.

 

Bernabé Tolosa

@bernabetolosa