Por Martín Kobse*
Años antes de morir, Ricardo Piglia había pedido a su familia que los libros que tenía en Mar del Plata fueran donados a la carrera de Letras de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Piglia mantuvo una fluida relación con varios docentes de esa carrera y, de alguna manera, quiso retribuir lo que recibió durante su adolescencia en la ciudad cuando, junto a sus padres, llegó desde su Adrogué natal.
Si bien no vivió en Mar del Plata más de un par de años, siempre recordaba las mañanas de verano que pasaba nadando en el mar y las tardes que dedicaba a la lectura en la biblioteca municipal, por entonces –a fines de los años 50- ubicada en el palacio comunal de Yrigoyen y Luro.
“Leí más en ese tiempo que el resto de mi vida. Estuve casi tres años en Mar del Plata y leí todos los libros y cuando me fui a estudiar a La Plata, en el verano del ´60, ya era otro; era el lector que soy ahora. Y muchas veces a lo largo de mi vida he vuelto a recordar la biblioteca de Mar del Plata, donde todo empezó para mí; con la sala tranquila, las enciclopedias en los estantes bajos de la izquierda y el reloj en la pared del frente, como si esa biblioteca fuera también para mí una forma de la felicidad”, escribió Piglia en sus diarios.
Claro que la biblioteca que Piglia jamás pudo olvidar –la municipal, hoy Biblioteca Pública Leopoldo Marechal, emplazada en 25 de Mayo y Catamarca- no es la misma que desde hace pocos días contiene sus libros, instalada en la Facultad de Humanidades, en pleno Complejo Universitario. Sin embargo, tienen en común, además de la ciudad en la que se encuentran, el que ambas sean públicas y que permitan a muchos lectores acceder a libros que de otra manera no podrían leer.
Respecto a la incorporación de los libros del autor de Respiración artificial a la Universidad Nacional de Mar del Plata y sobre su importancia como crítico y narrador, Leemos entrevistó a Rosalía Baltar, directora del Departamento de Letras.
-¿De cuántos libros se trata?
-Son 126 libros y 49 revistas. Hay libros que pertenecieron a otras personas, regalos de otros autores. Está el primer texto teatral de David Viñas, Lisandro, dedicado a Piglia; otro de Abelardo Castillo; y muchos libros que él leía y subrayaba; encontramos muchas anotaciones en los márgenes.
-¿Qué conclusiones pueden sacar en base a este material?
-Piglia tenía un gran interés por lo contemporáneo. Contaba con una gran habilidad para detectar textos valiosos antes que nadie. Por ejemplo hay escritos tempranos de Jacques Ranciére.
-¿Qué revistas hay en este lote?
-Está Tiempos Modernos, Centro –una precursora de Contorno-, Crisis, Análisis, Actual y revistas italianas y mexicanas.
-¿Era Piglia un divulgador de la literatura?
-Sí, claro. Y nos sirve de ejemplo para participar de un debate que hoy existe en la crítica literaria: la hiper especialización de la crítica puede derivar en la construcción de una jeringoza que distancia al crítico de un lector medio, culto, interesado pero no especializado. La característica de Piglia, a partir del planteo de hipótesis muy creativas para leer la literatura argentina, lo ha ubicado en un sitio señero para recorrer un camino de acercamiento con muchas obras y autores. Ha sido creativo sin abandonar un lenguaje preciso y amable.
-¿Es más reconocido como narrador o como crítico?
-Como crítico, es una referencia ineludible en el exterior. En Italia, donde estuve recientemente, no lo reconocen tanto como narrador; sí lo consideran muy valioso por sus aportes a la crítica de la literatura argentina. Sus hipótesis son muy provocativas; aborda sin pruritos la imagen y las posibilidades de lectura de Borges. No pondera ni condena: va hacia zonas donde otros no han leído por barreras ideológicas.
-¿Es Respiración artificial la mejor novela de Piglia?
-Si buscás una novela bisagra y que le dio sentido a las inquietudes de una generación, que pudo ser leída más allá de la censura de la dictadura militar, Respiración artificial puede ser considerada su principal novela. Sin embargo, pienso que si buscás una novela que pueda trascender el ámbito académico, más allá de su generación, diría que su mejor novela es Plata quemada. Una novela que va a ser leída más allá del tiempo presente, que tiene mucha tensión y todos los componentes que hacen que la literatura tenga un espesor que explique por sí mismo una época.
-¿Era un buen cuentista?
-Era un notable cuentista. Tiene cuentos espectaculares, en los que repiensa y revisita la historia argentina. El fin del viaje es un cuento magistral, que transcurre en una Mar del Plata distante de la postal que ven quienes eligen la ciudad para sus vacaciones.
“Mi tío siempre quiso que esos libros quedaran en Mar del Plata”
Melina Piglia fue la persona que acercó al equipo docente de la carrera de Letras el lote de libros de su tío.
“Mi tío siempre quiso que esos libros quedaran en Mar del Plata. Estaban en casa de mi abuela, donde él los había llevado después de una de esas tantas mudanzas que tuvo y de las que siempre escribió y se rió. Él tenía una fluida relación con varias docentes de la carrera de Letras, por eso es que no tuve dudas en llevarles ese material. Sabía que iban a darle un buen uso”, dijo la sobrina del escritor, docente e investigadora de la carrera de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
Consultada sobre algún recuerdo que guarde de su tío escritor, Melina recordó que cuando era chica llegó a casa de su abuela una grabación que Ricardo había hecho del primer capítulo de Respiración artificial, donde se alude a un secreto familiar mantenido oculto durante décadas, clave en el argumento de la novela. Escuchar esa grabación generó la indignación de la madre del escritor, que repetía a toda la familia que ese hecho jamás había sucedido…
*Martín Kobse es marplatense, periodista y locutor. Actualmente, se desempeña en Radio Universidad y conduce el Ciclo Los otros libros por el canal de televisión de la Universidad Nacional de Mar del Plata, que va por su segunda temporada.