Quienes forman parte de su vida cotidiana están acostumbrados a verlo sentado en alguna mesa de café, leyendo el libro de turno como si el resto del mundo no existiera. Tampoco les sorprende verlo sacar de su bolso uno de sus clásicos cuadernos A4 y hacer misteriosas anotaciones, mientras observa su entorno con engañosa cara inexpresiva.

Lo que quizás no sepan es que esa es la forma que Jorge Pittaluga encontró para hacerle una gambeta a la supuesta realidad. “Me gusta creer que hay algo más -confiesa, con ese tono de voz bajo y pausado que lo caracteriza-. Mirar de reojo y pensar que hay algo detrás de lo que percibimos a simple vista”

Parte de ese algo que Pittaluga intuye, percibe o simplemente imagina como una vía de escape al tedio cotidiano, se desprendía de su primer libro de relatos breves, Temporada de Huracanes, y toma aún más fuerza en La guerra del lunes, compilación de relatos breves que acaba de ser publicada por Editorial Vinciguerra.

En este nuevo libro, el también profesor de música juega a mirar las escenas de la vida cotidiana desde un ángulo diferente. Deformándolas. Reconfigurándolas. Volviéndolas menos lógicas y evidentes para convertirlas en algo extraño, impredecible y estimulante.

De eso y de muchas cosas más -los nuevos consumos musicales, el mundo de la ciencia ficción y hasta cierta mirada crítica sobre la realidad política y social de Mar del Plata- dialogó con Revista Leemos, en una pausa en su peregrinaje entre su segunda casa, el Colegio Nacional Arturo Illia, y el Conservatorio de Música.

Mirar la vida de reojo

Lo primero que aclara es que La guerra del lunes no es un libro pandémico. “Es una compilación de relatos de distintas épocas” explica y también acota que, a diferencia de Tiempo de Huracanes, no hay un hilo entre los relatos. “Lo que sí hay es un punto en común que tiene que ver con las escenas de la vida cotidiana explica y añade: “Me atrae reconfigurar cosas que parecen lógicas y mirarlas desde un lugar en el que ya no parecen tan lógicas”.

Así, quienes viven en Mar del Plata –ciudad en la que Pittaluga nació y continúa viviendo- pueden reconocer su ciudad en algunos tramos del libro y al mismo tiempo sentirla lejana. “Apelo a cuestiones que nos son propias, como la bruma, pero las pongo en un lugar en el que otras personas también podrían reconocerlas y, al mismo tiempo, extrañarse” explica.

Y agrega, casi en un diálogo consigo mismo: Creo que el día a día común es aburrido y por eso busco algo que lo sacuda. Me gusta pensar que hay algo ahí atrás, un mundo que se puede detectar de reojo pero cuando lo miramos fijamente no está. También que hay una historia detrás de las cosas que vemos a la distancia y que quizás no son tan evidentes como cuando uno las mira”.

Entre la música y la nostalgia

Aunque camuflado detrás del género fantástico, el libro también desprende una cuota de nostalgia. “Es verdad” admite el escritor cuando esta cronista se lo señala. Y tras una pausa reflexiva,  añade: “Creo que muchas veces no nos damos cuenta de cómo estamos siendo modificados. Hace diez años no teníamos los celulares de hoy ni esta pulsión de estar comunicados permanentemente con alguien. Te ibas tres días y en ese lapso no te comunicabas con nadie y nadie se preocupaba. Se vivía a otra velocidad, había más silencio, más tiempo libre. Creo que en mis textos incluyo pequeñas señales para llamar la atención sobre eso”.

Al referirse a este tema, Pittaluga apela a otro de los temas que lo apasionan: la música. “En los consumos musicales también pueden percibirse estos cambios” reflexiona el escritor, quien también acaba de publicar el libro de ensayos Las industrias culturales y el consumo musical adolescente: aportes para pensar la educación musical Editorial Eudem-.

En este sentido, relata que suele hablar del tema con sus alumnos y alumnas. “Yo les cuento que cuando tenía su edad me compraba un disco, me sentaba en mi cama y lo escuchaba de principio a fin –relata-. Incluso, si me gustaba mucho, volvía a escucharlo. Y no era mientras hacía otra cosa. Tenía esa actitud de estar con todos los sentidos puestos en una acción determinada, que se ha ido perdiendo. Somos multi-tasking en algún sentido pero al mismo tiempo es una atención muy fragmentada”.

El segundo libro que Pittaluga publicó casi en simultáneo con “La guerra del lunes”

“No es que quiero decir que antes era mejor: simplemente me parece que está bueno llamar la atención sobre eso que está pasando” enfatiza más adelante el escritor.

Vivir en “estado literario”

Además de ser un hombre musical -lo ratifica al relatar que “después de escribir yo necesito leer el texto en voz alta, sentir que cierra bien, que hay un fraseo y que no hay una redundancia” – Pittaluga es una persona que vive en estado literario.

Prueba de lo anterior es que siempre carga en su bolso uno o dos libros: la idea es estar listo para cualquier situación en la que se le presente un tiempo libre. En este punto, el propio Pittaluga se ríe de sí mismo al relatar que durante la pandemia empezó a anotar los libros que iba leyendo. “La idea era compartir la lista con otras personas cuando volviéramos a la normalidad, pero a los cuatro meses me di cuenta de que no íbamos a salir, al menos en el corto plazo, y abandoné” dijo. Para entonces, llevaba leídos 60 libros.

La otra manifestación de su estado literario es su perseverancia en tomar notas para futuros textos. Para ello, también carga en su bolso cuadernos A4 donde va anotando todas las ideas que se le cruzan, por más descabelladas que suenen. “Tengo montones de cuadernos con líneas sueltas–describe-. Después viene el trabajo de sentarse, releer y reescribir. Por ahí diez páginas de anotaciones terminan en un relato breve o en varios”.

En este punto, el escritor acota un dato interesante: en el último tiempo optó por escribir a mano. “Lo hice intencionalmente, para aislarme un poco, porque en la computadora estás siempre a un click la distracción”, explica.

La Mar del Plata del futuro y el efecto pandemia

Producto de esos momentos de inspiración es uno de los textos que Pittaluga tiene casi terminados, a la espera de una revisión final antes de intentar su publicación. Lo describe como “un texto algo más largo que los que escribo habitualmente, en el que una Mar del Plata del futuro cuenta con una red de subtes que no solo traslada a las personas geográficamente sino también en el tiempo”.

En ese subte coexisten personajes reales del pasado con otros del futuro, lo que le permite a Patricio Peralta Ramos –uno de los fundadores de la ciudad- expresarle su enojo por “lo que hicieron con la ciudad” a un funcionario del futuro. “Es un texto que tiene algo de crítica política y social pero camuflada detrás de la ciencia ficción” adelanta Pittaluga.

Para el final, el escritor aclara que desde su punto de vista la realidad está superando a la ficción. O en este caso, a la ciencia ficción: “Creo que esta pandemia hizo que todos viéramos las cosas desde otro lugar –concluye-. De pronto, nos dimos cuenta de que aquello que creíamos normal, no era tan normal. La normalidad cambió, aunque ninguna de las dos, en realidad, son normalidades”.

¿Qué nueva normalidad vislumbró Pittaluga durante la pandemia? Muy probablemente, los indicios estén anotados en sus misteriosos cuadernos. Mientras esperamos que los procese hasta darles forma a un nuevo texto, podemos asomarnos a sus otros mundos alternativos a través de La guerra del lunes: un texto que nos demuestra que no es necesario incluir platos voladores para hablar de una normalidad que no es tan normal como parece.

@limayameztoy