Siempre digo que no sé nada sobre poesía. Nada de nada. Leo, reflexiono, me informo… y sigo pensando que no sé. Busco autores, pregunto, pido referencias. Nada. En blanco. A veces suelo justificarme: “no la entiendo”.
Pero Paola Galano, la periodista y también definitivamente poeta, escribe este pequeño libro, Las viejas. Tres historias en verso y me enseña un poco. Desde que llega a mis manos, intuyo también toda la ternura de sus páginas sin blanquear, con su portada única, las puntas redondeadas y este encuadernado que, aunque no sé nada de eso fehacientemente, me huele también a poesía. No puede no ser un texto amable literal: susceptible de ser amado.
Ya lo dije: yo no sé de esto. Pero siento. No entiendo, pero late. Las viejas es una historia de tres historias, de tres mujeres que hablan, que son en sus palabras, en las palabras de Paola, y que ahora también, claro, son mías porque ella las plantó. Y crecen.
“nunca lo llora
¡si no lloró a su madre!
no tiene piel
tiene la cáscara dura el cuero de las desmadradas
aunque cuando el viento se entibia
y la escarcha cede
extraña los increíbles planos detalles
pero sigue pelando anchoítas
que de zafras
y de días sin sol sabe más
e intuye menos”
Paola cuenta una vieja obrera, filetera endurecida, que recuerda; cuenta también una vieja solitaria que duda, que pregunta y se sabe invisible; y una que es bondadosa, que vive para las y los demás. Y con estas tres historias –que además son un ejercicio narrativo- la autora cuenta sueños, deseos, miedos de mujeres posibles, reales, ciertas.
Son tres (y cientos, miles de) mujeres diferentes, pero la mirada es una: la de la ternura, la percepción de la otra en su inmensidad y en sus pequeñeces.
Con paciencia, con meticulosidad, con un despliegue detalles cuidados, así llega Las viejas al concierto de voces de la ciudad, ese libro que son tres historias en verso y mil historias en danza de palabras y silencios.
@trianakossmann