Cruzar la frontera y ver las relaciones humanas desde otro lado. Un lado que no necesariamente tiene que ser más bello, ni más puro, ni más justo. Simplemente, es eso: otro lado. Otro territorio con sus propios códigos, su propios paisajes y hasta su propia lengua.

Esa es la propuesta que nos hace Luciana De Mello -escritora, periodista y crítica cultural- a través de su primera novela, Mandiga de amor, editada por Seix Barral. En efecto, no hay manera de internarse en su historia y no sentir una incomodidad similar a la de esos lugares a los que llegamos por primera vez y que nos resultan tan extraños, tan ajenos, que nuestro primer instinto es irnos.

Si decidimos quedarnos, nos encontraremos con un texto en el que  De Mello -discípula de Guillermo Saccomanno- abandonará deliberadamente la corrección política para llevarnos de viaje hacia un territorio hostil y desconocido de la mano de una niña, luego mujer, acostumbrada a vivir en contextos de abuso y de extrema vulnerabilidad.

En el camino nos cruzaremos con una serie de personajes que transitan permanentemente por los márgenes entre el bien y el mal, la legalidad y la ilegalidad, la verdad y la mentira, la protección y el abandono, el amor incondicional y el amor patológico.

Pero para que el viaje no sea demasiado tortuoso la autora nos describirá a esos personajes en toda su humanidad -desde sus acciones hasta sus dudas presentes y pasadas, pasando por su aspecto, su sabor y hasta su olor- de manera de sentirlos cercanos y reconocibles. También nos irá dejando pistas de acciones y reacciones reconocibles, como el dolor ante el abuso, la decepción ante el abandono, la necesidad de amor y el instinto de supervivencia que nos caracteriza a todos los seres humanos.

El resultado es un libro diferente, conmovedor, que nos atrapa desde el principio hasta el fin en su mezcla de inocencia, desparpajo y atrocidad.

@limayameztoy