En esta entrevista, la autora de Caídos del Mapa habla de la segunda entrega de Hoy no es mi día, de las sagas y del abordaje de la historia desde la literatura.
–Hola…
-Hola… ¿María Inés?
–Si…
-Qué tal, soy Triana, de la Revista Leemos.
–Ah, ¿qué tal?, ¿cómo estás?
-Bien, le avisé con tanta anticipación que la iba a llamar hoy porque no quería importunarla en un horario que no le conviniera, digamos.
–No, está perfecto… Estoy lista… ¿sabes dónde estoy? En la playa…
-Buenísimo, debe ser el mejor lugar para responder preguntas sobre los chicos y los libros…
(risas)
Es María Inés Falconi la que está del otro lado de la línea (o de las ondas, mejor dicho), la autora de la saga Caídos del mapa -11 libros que fueron éxito de venta en nuestro país y sobre los cuales se llevaron a cabo una película y una serie, también muy exitosas-, además de El Secreto del Tanque de Agua, que va por su tercera entrega y, ahora también la segunda parte de Hoy no es mi día, otra propuesta que aborda las problemáticas e intereses de los adolescentes.
Que la entrevista sea por teléfono resulta un desafío: cuento con las inflexiones del lenguaje que utilizamos en este intercambio, la entonación, las pausas, las palabras que elegimos… tengo que prescindir, en este caso, de los gestos, las miradas, las distracciones, elementos que me aportan mucha información sobre la persona que está ahí y está acá, las preguntas que le hago y las respuestas que me da.
Pero no puedo evitar imaginarla. María Inés Falconi en una tarde calurosa, un sábado de febrero, descalza. Seguramente tenga un vestido de tela vaporosa y, tal vez, pase la mayor parte de la entrevista sentada en una reposera con los pies semienterrados en la arena mojada. Nunca le pregunté qué tenía puesto, debí haberlo hecho.
Hoy no es mi día es una historia enfocada en chicos a partir de los 15 años –aunque la autora reconoce que planea libros para cierta edad y después se encuentra con que lo leen chicos mucho más chicos. Esta nueva propuesta habla de Valen, Ana y Ezequiel quienes, en diferentes lugares empiezan mal el día y de a poco sus realidades se van entrelazando a través de un viaje extraordinario que realizan teletransportándose hacia historias fantásticas.
-Escribir para chicos, para adolescentes exige una actualización constante… y además, usted dio talleres de teatro durante más de 20 años, ¿cómo definiría esa experiencia de trabajar con los chicos a diario?
–Para mí fue muy gratificante. Yo soy maestra de jardín de infantes, así que como carrera elegí trabajar con chicos desde el vamos. El teatro y la literatura fueron una continuidad y un cambio de edad, pero además el contacto cotidiano con los chicos es refrescante y escribiendo para ellos… era una fuente inagotable de inspiración. Van muy rápido. Todo el tiempo cambia el lenguaje, las problemáticas, los vínculos, la forma de comunicarse. Pensá que cuando yo escribí los primeros libros no existía la computadora, y ahora ya ni siquiera es la principal herramienta de comunicación porque están más con el teléfono.
–Usted es una referente en el tema sagas en nuestro país…
–Me transformé en eso, pero sin quererlo…
-Acaba de lanzar Hoy no es mi día y uno empieza a preguntarse si hay continuidad también en esta historia. ¿Cómo determina cuándo la historia puede seguir, o bien, que ya está agotada?
–En realidad, mis historias siempre continúan a partir de los lectores, que son los que lo piden. Pero es como una mezcla entre lo que ellos piden y mis ganas de seguir contando sobre esos personajes y sobre esas situaciones. Esa ecuación se da, la historia puede seguir pero no tiene sentido imponerla desde mi ni responder absolutamente al pedido porque los chicos son incansables.
-¡Justamente! En su página de Facebook le siguen pidiendo Caídos 12…
–Si, pero yo creo que es saludable, para ellos y para mí, en un momento poner un límite. Son 11 libros. La verdad que es un montón. No sé, tal vez algún día lo retome, o no. Pero me parece interesante poner un parate y darnos, ambos, las opciones de indagar por otros lados.
-¿Qué tipo de lectora es?
–Yo leo literatura para adultos, no leo mucha literatura juvenil. Leí cuando tenía la edad correspondiente, muchísimo, pero de vez en cuando de curiosidad leo a colegas pero no soy una experta en eso. Algunos autores que me gustan en este género son Ricardo Mariño, Silvia Schujer, Ema Wolf… bueno, hay muchos buenos autores en este movimiento de literatura infantil y juvenil que se viene gestando desde hace, más o menos, 15 años. Y las temáticas y los estilos son muy, muy variados.
-En el “Tanque de Agua” usted toca diferentes hechos históricos desde la ficción, de una forma amena para los chicos… ¿Considera que hay, también, un movimiento que lleva a promover abordajes sobre estos temas desde otros lenguajes, como en el caso de la televisión con Zamba de Paka Paka o la literatura en su caso?
–Yo creo que hay diferencia entre una cosa y la otra. Yo llevo bastante tiempo ficcionando situaciones históricas. Primero cuentos, después escribí una novela y terminó siendo una saga. Lo que yo intento hacer no es entretenimiento sino una ficción, una relectura o una lectura ficcional de hechos reales. Eso exige muchísima investigación, mucho tiempo, porque para poder ficcionar tenés que conocer cuáles eran los hechos. Mi propuesta no es reescribir en base a lo que ya es reescrito, sino ir a la fuente y reescribir a partir de ahí. Eso me parece que es una forma, no de enseñar ni entretener, sino de despertar interés. Por eso, en el Tanque de Agua están las citas para que los chicos puedan ir a buscar la fuente de eso e interiorizarse. Trabajo mucho con anécdotas, con cartas, con cosas de la realidad humana, entre comillas, de los personajes. Sin ningún tipo de bajada de línea. Porque ni en esto que tiene que ver con la historia y con la literatura en general, me parece apropiado bajar línea sobre lo que uno considera qué está bien y qué está mal, sobre lo que se debe pensar o no. Sino simplemente mostrar una mirada de los hechos y que cada uno resuelva a partir de ahí.
–En cuanto a esta forma de abordaje de la historia, tanto desde la literatura o de otros soportes, ¿pueden surgir herramientas que modifican el abordaje desde lo educativo?
–No lo sé. Yo creo que a los maestros les puede ser muy útil si parten de eso para otra cosa. Si se quedan con eso es una inutilidad como el Billiken. Es lo mismo. Pero creo que hay que distinguir, la literatura o el teatro como un fin en sí mismo o como un medio para otra cosa. Una obra literaria es un fin en sí mismo, no es una herramienta para estudiar historia. Creo que lo de Paka Paka está hecho en otro sentido, que es enseñar, yo no pretendo enseñar historia con mis libros.
-Antes dijo que su intención no era “bajar línea” en sus libros… Sin embargo, sabemos que es imposible que no se cuele la propia visión, la lectura de los hechos que uno hace, es decir, que eso no se trasluzca en el texto final…
–No, porque si vos estás trabajando con hechos reales y sos lo suficientemente abierto para tomar cualquier tipo de fuente y no fuentes particulares en una línea u otra, lo que te da es una visión muy amplia y los libros cuentan una historia, no la interpretan.
Mientras la charla avanza, imagino que esta autora de 62 años ahora camina en la playa desierta, aun cuando sé que es muy poco probable que las playas de Pinamar se encuentren desiertas un fin de semana largo de febrero. A veces el viento se cuela por el micrófono del teléfono y ese es un hecho que tamiza la imagen que construyo, con la información retaceada que tengo desde el patio de mi casa en la ciudad de Mar del Plata, donde dependo de lo que me llega por un único sentido para hacerme la idea.
Pienso que es así como construimos nuestras realidades y, luego, las interpretaciones sobre ello: con información incompleta y articulando visiones parciales, partiendo inevitablemente del lugar que ocupamos en la historia, en el mundo, en este tiempo. El mismo tiempo que habitan los chicos a los cuales están dirigidas las historias de Falconi, pero ellos lo viven de otro modo, con otras herramientas.
-Se decía que, con el avance de la tecnología y los juegos electrónicos y demás, los chicos iban a dejar de leer o leer cada vez menos, pero los datos que tenemos indican todo lo contrario. ¿Por qué le parece que se da esta situación?
–Yo creo que la tecnología no modifica las ganas de leer. Eso es un mito. Antes le echábamos la culpa a la tele, ahora internet. Y no es así, el lector sigue leyendo y el que no es lector puede pasar a serlo aun cuando maneje toda la tecnología. Pero, por otro lado, yo creo que las escuelas están haciendo un trabajo muy bueno en relación a la promoción de la lectura. Ya se terminó con las lecturas para encontrar el sustantivo y esas cosas y, en general, están trabajando para encontrar y difundir el placer por la lectura: les acercan los libros a los chicos y, a partir de ahí, muchos de ellos siguen solos. Y me parece que es un trabajo más de la escuela que de la casa.
Le comento acerca de la charla que tuve con Diego Javier Rojas sobre este tema y la voz de María Inés Falconi dice, finalmente “es real”. Nos quedamos unos segundos en silencio, como sopesando esa frase de clausura y después nos despedimos. La imagino corriéndose el pelo de la cara (el viento se lo debe haber batido bastante), mirando la pantalla del teléfono para ver si la llamada realmente finalizó. Es lo que yo hago, mientras empiezo a pensar cómo contar que imaginé a esta autora en una playa desierta… en Pinamar en pleno verano.
@trianakossmann
Foto: Télam