Dolores, 23.11.18

María Rosa Lojo es uno de los nombres más importantes de la literatura argentina actual, una escritora que ha construido una prolífica obra, con marca propia. Acaba de publicar Solo queda saltar (Editorial Loqueleo), una novela que su autora considera “un punto de llegada, una síntesis, cuya trama sin duda es la historia de individuos pero también la de la construcción de la Argentina.”

En diálogo con Revista Leemos, habló de esta novela en la que resume temas recurrentes en su narrativa, como la historia argentina de los últimos años, la capacidad de la mujer para no ser sólo víctima, los lazos familiares, los mundos trasplantados.

-La novela funciona como una especie de compendio de la historia argentina de los últimos años. ¿Es un proyecto narrativo que engancha con su obra anterior, como por ejemplo Todos éramos hijos?

-Sí, absolutamente. Hay una serie de novelas anteriores que están vinculadas con esta. Una es Las libres del Sur (2004), donde aparecen por primera vez los personajes de Carmen Brey (española) y de Ulrich von Phorner (alemán), que se conocen en la Buenos Aires de 1929 y terminan casándose e instalándose en la ciudad de Chivilcoy; allá fundan un instituto especializado en idiomas y otras materias humanísticas. Claro que no se trata de los inmigrantes estereotípicos del sainete y del conventillo. Justamente me interesó marcar esta diferencia, porque el aporte inmigratorio fue muy variado, mucho más de lo que el imaginario habitual suele registrar. Los dos son profesores con estudios universitarios y trabajan en relación con figuras culturales importantes de aquel momento: Carmen para Victoria Ocampo, Ulrich para el filósofo Keyserling. En realidad ninguno de ellos, cuando pisa la Argentina, piensa que va a quedarse en ella para siempre. Pero las circunstancias familiares y personales hacen lo suyo y, como tantos otros, se aquerencian en el país y contribuyen a su formación y crecimiento. En la novela Las libres del Sur ocurre el encuentro temprano de Carmen Brey con Eva Duarte, que por entonces es solo una nena de pueblo, pobre y llena de sueños, y que en Solo queda saltar aparece nada menos que como la Primera Dama de la nación.

Por otra parte están mis novelas Árbol de familia (2010), un libro autoficcional sobre las idas y vueltas de una familia española entre la Península y las Américas, y claro, Todos éramos hijos (2014), donde retorna, pero desde un ángulo muy diferente. Rosa/Frik, la elusiva narradora de Árbol de familia, a la que le toca vivir la adolescencia e iniciar sus estudios universitarios en la década del ’70 y en la Universidad de Buenos Aires. Solo queda saltar, que llega hasta el presente en su segunda parte (el “Cuaderno de Isolina”), retoma también esos años tan complejos y violentos, que diezmaron a una generación de jóvenes y que nos marcaron a todos. Los padres de Rosa/Frik por otro lado son, como las hermanas Celia e Isolina en esta última novela, españoles que abandonan su tierra expulsados por la tragedia de la Guerra Civil y la posguerra y llegados a la Argentina en la misma época (fines de la década del 40).

Solo queda saltar, en efecto, reanuda y resume muchos hilos. Es un punto de llegada, una síntesis, cuya trama sin duda es la historia de individuos pero también la de la construcción de la Argentina. Por otro lado, en su espacio imaginario retornan claves simbólicas de otros libros, como el Finisterre (geográfico y metafórico) y las Siniguales: esos seres pequeños como libélulas o mariposas, difícilmente descriptibles, por incomparables, que no son ni insectos, ni brujas ni hadas, aunque tengan características de esas tres categorías, que viven cerca de los humanos pero no se someten a ellos. Y sin embargo los acompañan a través de los tiempos.

-Hay en esta novela una centralidad de los papeles femeninos y en temas que la agenda actual comienza a marcar. ¿Cómo trabaja usted, a la hora de escribir, esta  vinculación con la actualidad?

-Esa vinculación es inevitable porque vivo en la actualidad. Sale de forma natural. Por algo se ha dicho que las novelas históricas nos hablan, ante todo, del presente. Miramos el pasado desde las preocupaciones, los intereses, la perspectiva que tenemos hoy. Recortamos y relevamos aquello que nos atañe intensamente desde el ahora, donde vemos, por ejemplo, la condición de las mujeres en la Historia como una cuestión central. Donde hemos dejado de naturalizar cuestiones como la violencia de género o el abuso infantil, que son tan importantes en este libro. Así como se recalca también en él la capacidad resiliente de las mujeres para ser algo más que víctimas, para cambiar su destino.

-La relación con sus ancestros en Galicia se hace muy fuerte en sus últimas obras. Más allá de lo autobiográfico, cómo  considera usted el tema de las mezclas culturales, los mestizajes?

-La Historia se hace de mestizajes y de cruces culturales, es impensable sin ellos. Y creo que uno de los rasgos más interesantes de Galicia no solo es su fuerte identidad cultural, sino la aptitud mostrada por los gallegos, un pueblo de migrantes, para integrarse a otras sociedades, co-fundarlas, transformarlas. Y en esa transformación, mudar ellos mismos sin perder la memoria. En mi novela Finisterre (2005) esa interacción de lo diverso (culturas centrales y periféricas, nativas y europeas), que tiene como escenario la pampa central argentina, adquiere una intensidad particular. Pero creo que es como una “marca de fábrica” en toda mi narrativa.

-La última mención a las Siniguales remite al libro álbum que publicó con ilustraciones de su hija. La escena la pensó antes o después de la concreción de esta escena de Solo queda saltar? ¿Cuál fue la intención al incluirla?

-Solo queda saltar es posterior en su elaboración al Libro de las Siniguales. La novela remite a él de forma deliberada y circular. El personaje de Isolina surge a partir de la Isolina de las Siniguales, la continúa y la re-escenifica. La de la novela comprende, cuando regresa por quizás última vez a su tierra, que nunca ha dejado de buscarlas en su ya larga vida, desde que se fue del Finisterre gallego, y que les debe un libro (en realidad, ese libro que ya se escribió). Simbólicamente la relación es muy importante. Entre otras cosas, las Siniguales remiten a tantas que, como ella, en apariencia desvalidas y mínimas, migraron para sobrevivir y resistieron, con todo, a las depredaciones y la crueldad de la Historia.

@gabyurruti

*Gabriela Urrutibehety es escritora, periodista y profesora. Autora de Con la muerte a cuestasLa banda de los seguros: discreta geografía criminal y Tres tipos ¿difíciles? Sigue el blog Diario de lector.