En esta charla con Revista Leemos cuenta sobre Vía Crucis -su ópera prima-, lo que considera el verdadero trabajo del escritor y su experiencia en los talleres de Daniel Boggio.
Hay una tarea realmente triste dentro del trabajo periodístico: “desgrabar” que, fuera de la jerga, es transcribir. Pasado el momento de la entrevista y frente al sinfín de posibilidades que implica encarar la escritura de la nota propiamente dicha –nunca mejor simbolizado en la imagen del papel (documento de Word) en blanco- pasar a letra de molde los dichos de alguien siempre es la más desmotivadora de las etapas para la concreción del trabajo periodístico. Para decirlo en criollo, es un embole.
Encima, dejé pasar varios (demasiados) días entre que tuve la charla con Mauro De Angelis -autor de Vía Crucis publicado este año por Letra Sudaca- y la tarde en que me siento a desgrabar. Le esquivo todo lo que puedo, hasta que ya no puedo extenderlo más, me resigno y le doy play.
Y lo que (re)descubro es que no solamente me divertí mucho leyendo los cuentos, sino que esa misma cadencia que se trasluce en el libro y un sentido del humor contagioso, surge de la voz cuasi-metálica que me devuelve el grabador.
Mauro de Angelis tiene 39 años. Nació en Barracas donde vivió hasta los 10 años, pasó bastante tiempo en las cercanías de la ciudad de Cañuelas, pero realmente vive en Mar del Plata desde hace décadas. Y todo eso se ve en los cuentos reunidos en este libro, no desde el punto de vista personal, sino como bagaje del autor, como capital, además de la guía ineludible del recordado Daniel Boggio.
En Vía Crucis demostrás una facilidad increíble para ir hacia el humor, ¿Era tu objetivo o es algo que te sale naturalmente?
-Me parece que sale naturalmente. hay cuentos que cuando nacen yo ya sé que van a estar dentro de lo humorístico y el tono va por ese lado y lo trabajo por ahí. Pero también es cierto que es una escritura que está atravesada por muchos años.
¿Hace mucho que escribiste esos cuentos?
-El más joven tendrá dos años y el más viejo, capaz que quince. Tal vez recuerdo algunas fechas, pero con tanta corrección, uno ya no sabe de qué época son los cuentos. En realidad, escribir es corregir. Puede ser que un cuento te salga en dos minutos. El proceso, para mí, viene después. Lo interesante es la corrección: Saco, agrego, le voy dando vueltas… es lo que más me interesa.
Por ahí es lo que más te parece que te enriquece como escritor, aunque la idea primigenia es un plus. Pero un cuento sobre un asesinato lo escribe cualquiera, de ahí a que este bueno es otra cosa…
-La aparición de una idea, una trama, es algo que cuando te pasa es muy bueno. Muchas veces me pasa cuando ya estoy escribiendo. A veces encuentro el tono y siguiendo el tono viene la historia, las cosas se van entrelazando, los cuentos vienen ya con su forma, solo hay que seguirla… a veces.
Más allá de esa veta humorística me parece que sos un tipo tímido… ¿cómo hiciste para decidirte y decir: “estoy como para mostrarle esto al mundo”?
-¡Al mundo marplatense! (se ríe) Bueno, tardé un montón… escribo desde los 16 o 17 años con más intensidad y estuve muchas veces interesado en publicar y después ya no. Cuando empecé no pensaba en escribir y cuando iba a los talleres de Daniel Boggio, él casi me hace un contacto, después no se dio y ahora pienso que capaz que hubiera sido una locura. Capaz que algunos cuentos estaban bien, pero yo no estaba listo.
La charla con De Ángelis sigue corriendo en los auriculares, unas semanas después del encuentro en ese café en el que sonaba de fondo música de jazz y algún que otro blues. En este presente reeditado -de la desgrabación-, de vez en cuando la voz de este autor se mezcla con un solo de batería o con el registro pastoso de una mujer que no reconozco, pero imagino enfundada en un vestido de lentejuelas.
El tono grave de Mauro de Ángelis se destaca entonces para evocar otras épocas, hace más de 10 años, cuando reconoce que no publicó en aquél momento por “un poco de inseguridad, timidez mía”, pero lo cierto es que tampoco era nada fácil editar hace algunos años. Él habla de dos caminos: la autoedición o ingresar en “una maquinaria de una empresa que ni siquiera estaba en Mar del Plata”. Ahora se muestra más que conforme con el proceso de edición de Vía Crucis con una editorial independiente y local y destaca que “con los chicos de Letra Sudaca armamos un grupo que se llama La Bruma en el que nos juntamos cada 15 días, somos amigos, gente con la que podes charlar. No son gerentes que tengo que pedir una audiencia para que me atiendan. Leen lo que les das y si les gusta, cuando pueden lo editan. Y así tienen un catálogo con una calidad pareja y súper respetable”.
Entre que lo llevaste a la editorial y finalmente se decidieron a publicarlo, vos ¿seguías corrigiendo?
-Si, de hecho lo volví a corregir con ellos.
Empiezo a pensar que sos medio obsesivo con el tema de la corrección…
-(se ríe) Igual, a veces corregir es una coma. Al final, ya no había correcciones. Después, cuando salió el libro, lo volví a leer y ya tengo algunas cositas… (risas, otra vez).
De pronto, la voz que ahora escucho en estéreo adquiere una tonalidad seria: “Boggio decía que ese trabajo se nota en el texto. Hay que encontrar el equilibrio. Tampoco que sea una cosa tan pulcra, pero el laburo sobre el texto es importante. Yo manejo cosas como la oralidad que tiene que parecer mal escrito, no tiene que ser tan correcta la sintaxis. Por ahí, si yo hago hablar a un personaje que es un reo, o un loco, tengo que seguir esa voz, no puede hablar como un profesor de literatura”.
Eso es algo que muchos autores intentan y muchos grandes escritores -con mucha prensa y grandes ventas- no logran: El tema de la polifonía, pero bien lograda. Pasa muchas veces que una como lectora espera que aparezca un pronombre personal para determinar quién es el que está hablando. Pero eso no pasa en Vía Crucis, los personajes están bien definidos y eso se traduce en el vocabulario, en las inflexiones, constantemente…
-Está muy trabajado, son narradores distintos, de distintas épocas. Me preocupo por que el personaje no hable con palabras que no tiene que ver con su psicología, con su situación. Y además, muchos publican por aparecer como escritores, yo trato de concentrarme en la literatura.
¿Te pasa que cuando escribís te mimetizas con lo que estás leyendo?
-Si… a veces leo algo que escribí hace mucho y me doy cuenta y digo “claro, acá estaba leyendo a tal tipo”. Uno tiene que encontrar su propia voz pero eso te puede llevar mucho tiempo y tal vez no la encontrás nunca, mientras tanto utilizo las herramientas que descubrieron otros escritores. Pero uno va cambiando, ahora estoy tratando de escribir otro estilo: una novela corta, una narración un poco más larga. Me cuesta porque mi concentración y mis ideas tienen una estructura de cuento.
Entre los cuentos que aparecen en Vía Crucis hay mucho policial…
-Si, pero creo que es más soportable. Es cierto que muchos los personajes tienen un perfil medio terrorista, medio violento. Son tipos que están fuera del sistema, que no entienden mucho algunas cosas, con problemas con la mujer… Algunos que nacieron de anécdotas que me contaron y que yo exageré o reinventé, otros se me fueron ocurriendo.
Un hombre que lucha entre dos pasiones, un enano resentido que persigue a un payaso, un escritor que aborrece su status de referente de la poesía gauchesca, un barrio completo que recuerda el final trágico de dos “Jesuses”, entre otros, conforman el plantel de voces que hablan en Vía Crucis.
“Algunos cuentos los empecé como ejercicio en el taller de Boggio –agrega De Ángelis- en el ´94, ese taller lo daba en la Biblioteca Naciones Unidas. Yo estaba bastante confundido en la vida, tenía 17 años y después entendí que era como estudiar guitarra con Pappo. Y por los escritores que salieron de esos talleres, se puede decir que fue un semillero importante: Fernando del Río, Jorge Chiesa, Maria Ignacia Sansi que ganó el Premio Soriano, y muchos otros. Era un lugar de aprendizaje duro. Después hice otros cursos con Javier Chiabrando, de poesía con Fabián Iriarte, pero mi base es boggiana…”
Este escritor de 39 años me cuenta también que durante algún tiempo también asistió a la carrera de Letras en la Universidad Nacional de Mar del Plata, pero ahora destaca que prefiere hablar con escritores: “hablan otro idioma, que no tiene nada que ver con lo que se habla en la carrera de letras, pero tengo que reconocer que también aprendí muchos recursos. A veces uso terminología más académica, que le da vuelta a cosas que en la lectura parecen más livianas”.
Además, De Angelis ganó el Premio Municipal de Literatura Osvaldo Soriano en Poesía que otorga la Secretaría de Cultura del Municipio de General Pueyrredon. Entre los beneficios que incluía el galardón se contaba la publicación del libro pero “por esas cosas de la Municipalidad”, esa parte no se cumplió. “Aunque a veces se me de por una búsqueda sobre el lenguaje, me siento un tipo que va a ir siempre hacia lo narrativo. Y además, se me va para el lado del humor, en general”.
¿Por qué pensás que es así?
-Y… porque me parece que es una forma interesante de soportar la realidad.
Lo que sigue en la grabación que hasta hace unos momentos -tal vez un par de horas- me atormentaba enfrentar y transcribir son comentarios sobre cómo se definió el arte de tapa (la parte de atrás de una carpa de circo) y el título del libro. Le sugiero una lectura de esa relación en la que uso palabras como “desacralizar” o “irreverencia”. En el tono de voz se nota que no está interesado en analizarlo: “Son esas casualidades que tienen sentido“, sentencia.