Hoy empecé a leer Personas como yo, de John Irving. Si no calculo mal, me lo regalaron hace dos años. Y lo tengo en inglés y en castellano. No me da vergüenza decir que dí vueltas y vueltas para leerlo. Desde que retomé el contacto con la biblioteca lo había dejado a la vista, pero seguía sacando libros a mansalva, cual niño en un kiosco sin dueño. Y hoy, habiendo terminado los dos libros que había sacado, y sin tiempo para pasar por la biblioteca, agarré el libro de Irving. Le tuve que sacar algo de polvo en la parte superior, al estar junto a uno de menor tamaño. En ambos sentidos, por cierto. Sea el libro que sea el que estuviera pegado a éste.
Claro. Lo puedo leer porque ya sé que hay uno más nuevo. Avenida de los misterios fue editado en español este año. En su libro La novia imaginaria, Irving cuenta que ha dejado sin leer la última novela que Charles Dickens escribió (Nuestro mutuo amigo), lo cual es una excentricidad, reconoce, al pensar que si un día sabe que está cerca de la muerte va a poder leerlo. Bueno. Cuando uno no puede adoptar el talento de tamaño escritor, no le queda otro remedio que copiar cosas por el estilo. De esta manera, ahora, yo sé que si termino Personas como yo, no voy a quedar desolado sabiendo que no hay un libro de Irving que me espera.
Esta anécdota sería más original si no fuera porque en Lost, el personaje Desmond Hume hace lo mismo. Y con este libro de Dickens. En los extras de la serie, uno de los guionistas hace alusión a la anécdota de Irving, con lo cual millones de personas están al tanto de esto. Y uno a veces piensa que es original.
Como sea, hoy arranqué a leerlo. Y mientras lo leía, pensaba en si era posible leer algo con tanto placer y sufrimiento al mismo tiempo. Una parte mía quiere deglutirlo de una, en tanto que otra se espanta ante la idea de estar dilapidando páginas irvinescas habiendo tan pocas en el horizonte cercano. ¿Es un sacrilegio leerlo? ¿Es una pavada soberana negarse al autor preferido?
Mi romance con Irving empezó una mañana de otoño… Siempre pienso que no hice nunca mejor inversión que esos 5 pesos
“¿Qué quieren que les diga respecto del libro?“, comienza diciendo el personaje que quiso ser escritor tras leer Grandes esperanzas, de Dickens. Y si. Cuándo no. La referencialidad de Irving a Dickens es continua y una de las tantas partes de su peculiar universo, repleto de osos, sucesos en Viena, lucha libre, escritores, matrimonios conflictivos y una larga lista de temas que uno empieza a impacientarse si no aparecen.
Mi romance con Irving empezó una mañana de otoño. Salí a hacer un trámite de la radio en la que trabajaba por ese entonces -en Güemes y Garay- y al pasar por el kiosco ubicado en Sarmiento y Alberti me fijé en los libros que tenían en un estante. Habían varios a 5 pesos. De tapas duras, de la hermosa colección brillante de RBA. Esa que tiene como mayor referencia El silencio de los corderos, rojo; o La costa de los mosquitos, lila. El mundo según Garp era de color azul. Lo pagué para sumar libros de esa colección, y por contexto. Malo no debería estar. Siempre pienso que no hice nunca mejor inversión que esos 5 pesos. Me maravillo de mi audacia. Ahora para comprar un libro doy más vuelta que un trompo. ¿Cómo fue que decidí comprarlo? Un gasto intrascendente que se transformó en una pasión importante. Tengo miedo de volver al pasado y en vez de agarrar por Alberti, ir por Gascón. ¡El horror! Sepan que admito que es exagerada la cosa. Mientras escribo esto, miro el libro, lo toco, y me parece mentira. ¿Cuantos años llevamos juntos?… No me contesta.
Como un sistema piramidal, otras personas han entrado en esta secta profana de adoración a John Irving
El mundo según Garp es el libro que más he regalado. Y sé, fehacientemente, que al menos 10 personas lo han leído en base a mi insistencia. Y, como un sistema piramidal, otras personas han entrado en esta secta profana de adoración a John Irving. De hecho, Personas como yo me lo regaló una de las fieles de esta religión. ¿Qué decir de El mundo según Garp? Nada. Leerlo. Y envidiar a John Irving.
Todo lector tiene en su fuero íntimo el sueño de ser escritor. Posiblemente sea una gansada esto que escribo, pero queda bien ¿no? Bueno. Por lo menos, en mi caso, siempre quise ser escritor. Y John Irving fue lo mejor y lo peor que me ha pasado. No leí nada mejor, y ningún escritor me intimidó tanto como él. Apenas empiezo a esbozar una líneas sin sustancia, que no van a ninguna lado, pienso en Irving, y me dan ganas de llorar. Sé que a uno le puede gustar jugar al futbol, y eso no significa dejar de disfrutarlo al darse cuenta que uno no es Maradona, pero bueno, me sigue dando un poco de angustia.
Así como Annie Wilkes tenía todos los libros de Paul Sheldon, yo tengo todos los libros de John Irving. Incluso el libro de cuentos ilustrados para niños. ¿Soy su fan número 1? No lo creo. ¿Están buenos todos los libros? Tampoco puedo ser honesto. Posiblemente dos o tres sean de menor valía, pero no pienso indisponer a nadie hacia ellos. A ver si se enteran.
Por lo pronto, John Irving puede dormir tranquilo. No vivo en una cabaña alejada y si un día lo veo al lado de una ruta lo llevaré a donde me diga. Y en mi chapucero inglés, le pediría que siga y siga escribiendo. Que tener un solo libro por delante suyo es un suplicio.
Larga vida a John Irving.
*Leonardo Casas es un periodista marplatense que a los 18 años se fue a estudiar a La Plata y a los 24 volvió para quedarse definitivamente en la ciudad. De sí mismo, dice que lee “desde que tengo uso de razón. Hará un par de años. Leo mucho. No sé si bien, pero leo mucho. Eso sí, soy incapaz de cambiar un cuerito o de lijar más de diez minutos seguidos“.
Desde hace más de 20 años trabaja en radio, actualmente, en Radio Brisas. Su sueño es escribir un libro y “aparecer en la foto con una pera en la mano. Siempre quedan muy piolas los escritores con la mano en la pera“.