Es mi cumpleaños y, como pasa todos los años, lo que más recibo son libros. Y, como hago yo misma, las personas que me los regalan siempre dejan claramente establecido que, en cuanto termine de leer el libro en cuestión, debo prestárselo a quien me lo regaló (entre otras y otros invitados que participen circunstancialmente del momento de entrega, por supuesto).

Este mismo es el caso de Limay, que además de amiga es colega y con la que compartimos esta revista. Pero ella es más sincera y directa con este tema. Me llama, antes de darme el regalo, para decirme que está muy contenta con el libro que “nos” compró para mi cumpleaños. Es Pájaros en la Boca de Samanta Schweblin. Antes de cortar el teléfono, remata: “la autora de la que todos hablan”.

Por eso, y como hicimos en incontables oportunidades antes de que Revista Leemos se hiciera realidad, a continuación comparto una crónica del intercambio que hacemos entre las dos hablando de este libro:

· El día después de mi cumpleaños, voy por la mitad del libro y en una catarata de mensajes de whatsapp le anticipo que, como el hombre que vomita conejitos, el pulover que asesina al hombre que intenta ponérselo o las mancuspias que empiezan a morir generando estupor en sus cuidadores, los cuentos que se reúnen en Pájaros en la boca son incómodos.

Quiero contarle que encuentro en estos textos que hay una verdad que excede los límites de nuestro imaginario, de lo comúnmente aceptado: la frontera entre lo habitualmente dado y lo excepcional e improbable se vuelve difusa. Creo que hay una verdad cortazariana y, más específicamente, bestiariana, en estos cuentos. No sé si realmente logro expresar todo eso a través de los mensajes.

· A los pocos días (leí el libro en dos tardes en la playa, pero con varios días intermedios), Limay me manda un mensaje para avisarme que en una radio de la ciudad están hablando de esta autora. Escucho a la columnista comentar que el estilo de Schweblin se inscribe en el realismo mágico. Después leo una entrevista en internet en la que la asocian a la antología de Walsh sobre el cuento extraño. Pienso: sí hay un aire cuasi mágico, tétrico y misterioso que ronda todos los climas, todas las realidades de los personajes de estos cuentos y son esos mismos personajes los que no terminan de interpretar esos hechos como extraordinarios, sino todo lo contrario.

Entonces, mi idea inicial de ver en Schweblin una digna sucesora de ese primer Cortázar del cuento extraño se desdibuja un poco, pero termino de leer los cuentos y refuerzo mi sensación de que la chica que se alimenta de pajaritos vivos probablemente -de alguna manera mágica- puede ser descendiente del señor que no sabía cómo explicarle a la dueña de casa el origen de aquellos conejitos blanquísimos que él mismo producía.

·A los pocos días recibo un mail de Limay con el asunto “Pájaros en la boca”. Decía lo siguiente:

Es un libro indudablemente bien escrito pero creo que las expectativas que yo tenía puestas en la escritora, generadas por tanto premio y tanta promoción mediática, le jugaron en contra a la hora del balance final.

La influencia cortazariana está clarísima. Tanto, que muchos cuentos pierden impacto por estar los lectores (o al menos los lectores como yo) preparados para ese tipo de desenlaces.

Creo que es un libro que, creando un universo como de sueño (o de pesadilla), habla de cuestiones bien reales y humanas, como el miedo a la maternidad -un tema recurrente-, las presiones social y culturales que sufren las parejas modernas y los mandatos culturales sobre qué está bien y qué está mal.

Pájaros en la boca es uno de los cuentos mejor logrados, porque aborda el compromiso indestructible que existe entre padres e hijos, aún en situaciones extremas como las que allí se plantean.

Algo que me llamó la atención, teniendo en cuenta que Samantha está radicada desde hace bastante en Berlín, que casi todos los cuentos están ambientados en Argentina y más específicamente en el interior del país. Muy probablemente lo hizo adrede, queriendo aportar un elemento más de exotismo que entre los lectores europeos debe funcionar bastante bien”.

Después de leer este mail, Limay me manda un texto en el que me cuenta que le va a pasar el libro a Agustina, que lee fantástico y que cree, le va a gustar. El libro siempre sigue su camino.

La autora del momento

Desde que Pájaros en la boca llegó a mi casa no paro de encontrar referencias de esta autora en los medios de comunicación. ¿Cómo es eso posible si antes de que Limay me llamara para avisarme que me iba a hacer ese regalo nunca la había escuchado nombrar? ¿El libro en casa me activó los sensores para identificar un nombre difícil de pronunciar y recordar? Parecer ser que la cosa va más allá.

Schweblin vive en Berlín, donde dicta talleres literarios para personas hispanohablantes. Allí escribió su primera novela, Distancia de Rescate, seleccionada como el mejor libro de 2014 por una votación de críticos convocada por Eterna Cadencia. Antes de eso había publicado dos libros de cuentos, primero El Núcleo del disturbio y luego Pájaros… que recibió el premio Casa de las Américas y fue traducido a 13 idiomas.

Después, el cuento Un hombre sin suerte ganó el premio Juan Rulfo y acaba de publicar otro libro de cuentos, Siete casas vacías, que la crítica viene aclamando y el público también.

En síntesis, la obra literaria de esta autora argentina, que encuentra su máxima expresión en el cuento, está siendo reconocida en diferentes partes del mundo y, por eso,  es obvio que aparezca en tanta exposición en medios.

Todo esto solamente me lleva a reforzar ese ímpetu de no creer en aquél postulado que afirma que la lectura sea un acto solitario, individual. Estamos hechos de lecturas de otros.