“Siempre supe que me condenarían a muerte. La ventaja de esta certeza es que pude centrar mi atención en lo que la merece: los detalles”
Jesús, Evangelio según Amélie Nothomb
¿Por qué tanto revuelo? Porque en Sed, su último libro -como siempre, editado en castellano por Anagrama- Nothomb se atreve a ponerse en el cuerpo de Jesús y darle voz, narrando en primera persona sus pensamientos y recuerdos, dolores y alegrías, dudas y certezas, descubrimientos y decepciones.
El clásico estilo de Nothomb, quién sabe como pocas combinar reflexiones filosóficas con toques de humor negro y desapego, le otorga a Jesús un discurso muy particular: de la misma manera realiza una crónica despojada de su vida como reflexiona sobre la naturaleza humana o exterioriza su decepción respecto de la humanidad y su Señor Padre.
Una relectura del Nuevo Testamento
En este libro de género difícil de encasillar, Nothomb –quien ya en otras ocasiones jugó a reelaborar fábulas y antiguos cuentos- realiza una relectura del Nuevo Testamento y humaniza la figura de Jesús, al punto de permitirle hacer bromas -generalmente sarcasticas, al mejor estilo nothombiano- e ir cambiando de opinión a medida que avanza el relato.
La primera parte del libro es una especie de diario en el que Jesús reconstruye su vida con ojos críticos, tratando de entender esos detalles que lo llevaron a ser sentenciado a muerte. En este tramo, el clásico humor de Nothomb nos regala hermosas perlitas, como cuando Jesús confiesa que su milagro favorito fue la conversión de agua en vino en las bodas de Caná. Además de haberle permitido descubrir la forma en que podía realizar milagros, lo que impactó en Jesús -siempre según Nothomb de esa experiencia fue el resultado: “Se trataba de vino, de fiesta -dirá-. Posteriormente, todo se estropeó y pasó a ser una cuestión de sufrimiento, enfermedad, muerte ode atrapar a unos pobres peces que habría preferido mantener con vida y dejar en libertad”.
Escenas de la vida cotidiana
Cristo también describirá su relación con María y José, pero no aludiendo a situaciones extraordinarias, de las que ya hemos tenido información en abundancia, a escenas de la vida cotidiana.
Así es como le oíremos decir de su madre que “por más que sea un alma pura, no deja de ser una mujer normal” y de José que “tenía el talento de no ser lo que aparentaba” y que “escuchaba a los demás con tanta intensidad que casi podía oírse su respuesta”.
Entre las escenas más bellas -y seguramente más polémicas- del libro se encuentran aquellas en las que Jesús habla de Magdalena: lejos de un amor platónico, Nothomb nos regala una relación profunda, sensual y espiritual. “Dicen que el amor es ciego -reflexionará Jesús-. He comprobado lo contrario. El amor universal es un acto de generosidad que implica una lucidez dolorosa. Te abre los ojos a maravillas invisibles para le ojo humano”.
También hablará sobre Judas -“era un problema permanente, especialmente para sí mismo”-, Pedro -“tiene la cualidad de ser un coloso, cuando habla, la gente se siente impresionada por él- y Juan -“su manera de escuchar es amor y me conmueve”-.
Mentira la verdad
También habrá varios fragmentos en los que desmentirá a los propios Evangelios. “Nunca dije nada parecido a ‘el que bebe de esta agua nunca volverá a tener sed’. Habría sido un contrasentido” afirmará en un momento.
En otro tramo, tras hacer un relato diferente al que aparece en el Nuevo Testamento del diálogo que mantuvo con los dos ladrones crucificados junto a él, manifiesta su irritación con los evangelistas: “No hay nada más irritante que esa gente que, con el preexto de que nos quieren, pretenden coocernos mejor que nadie”.
Las reflexiones de índole más filosófico aparecen, justamente, en el momento del Vía Crucis y la Crucifixión en sí misma, de la mano del tremendo dolor que experimenta Jesús y los reproches que, en este marco, le hace a su Padre: “Lo que me está infligiendo demuestra un desprecio por el cuerpo tan profundo que siempre dejará alguna huella” afirmará para más adelante reclamarle: “¿Por qué actúas con esta cortedad de mrias?”.
Es en este tramo donde entendemos el título del libro: Nothomb plantea que la sensación que se experimenta al tener sed es un impulso místico: “En el inefable instante en que el sediento se lleva el vaso de agua a los labios, se convierte en Dios” afirma la autora, que ya ha explorado en otras obras su apasionada relación con las bebidas (principalmente las alcohólicas).
En resumen: en apenas 123 páginas Nothomb no solo hace una soberbia demostración de estilo sino que entrega un libro que, en su aparente fácil lectura, permite infinidad de lecturas en torno a temas como la verdad, la bondad, la fe y el amor pero también sobre el egoísmo, el dolor y la muerte. Una experiencia riquísima que excede con creces el interés que despierta la polémica.