¿Quién no recuerda la enorme sonrisa de aquella Heidi que en los años ´70 y ´80 deslumbraba con sus ojos brillosos y su infinita alegría, paseando por caminos empinados y boques de abetos con Copo de nieve en brazos? ¿Y cuántos pudieron acomodar a esa cara de dibujito animado japonés las características de la niña de ánimo insoslayable que describía la escritora suiza Johana Spyri en su novela (Juana Spyri en mi versión de Billiken)?
Ahora el cine, con su infinita capacidad de reinventar y redescubrir personajes entrañables, nos trae una nueva Heidi, con una nueva cara y un nuevo abuelo al que seguirá acosando con sus preguntas. ¡Y qué abuelo! Nada más y nada menos que el interminable Bruno Ganz.
El film de Alain Gsponer está en los cines arge
ntinos y propone revisitar este clásico de la literatura que tiene como protagonista a la pequeña huérfana de ocho años, inclaudicablemente alegre y vivaz como poquísimos personajes de la literatura pueden sostener (y convencer). En el libro original, el abuelito adivinaba que su desconocida nieta era una chica que “entiende lo que ve, tiene los ojos bien puestos”.
También en esta cinta Heidi vivirá rodeada de abetos, cabras, heno y ropas de lino, correrá por las laderas de las montañas con su infinita sonrisa acompañada de personajes entrañables como el pastorcito Pedro, tan dotado como ella misma de una sensibilidad especial para disfrutar de los paisajes, los juegos y los paseos.
Recordemos que, originalmente, la historia de Heidi se cuenta en dos novelas. Spyri publicó en 1880 la primera parte y al año siguiente editó De nuevo Heidi. Pero a los pocos años y debido al éxito de la obra ambas se unieron en un solo tomo, y es así como se conoce la historia en todo el mundo.
La producción alemana que se presenta en los cines en estos momentos es la última de innumerables adaptaciones que tuvo esta historia, entre películas y series de televisión. De hecho, existen 10 películas más y probablemente la más recordada sea la versión que en 1937 protagonizó Shirley Temple.
Pero sin lugar a dudas, la versión japonesa animé estrenada en 1974 es la que obtuvo mayor difusión en todo el mundo, con sus líneas simples, la boca enorme y aquella cancioncita de “Abuelito, dime tu…”.
La misma que ahora vamos a seguir tarareando por un buen rato.