Un hombre que lleva en su interior un monstruo inmanejable. Ese es el personaje que eligió Marisa Potes para protagonizar su saga, La sombra del lobo, del que acaba de presentar la primera entrega, Prisionero de la luna.
Potes explica su osada elección con simpleza. “La mayoría de las historias de monstruos que yo había leído estaban contadas desde el punto de vista de las víctimas o del cazador –dice-. En este caso, yo quise contar la historia desde el interior de ese ser humano que se da cuenta de que alberga un monstruo incontenible en él”.
Mientras disfruta de una merecida pausa tras un 2015 intenso, la autora de Malacara, El Campo Deportivo y Quería ser monstruo, entre otros títulos, dialogó con Revista Leemos. Durante la charla revalorizó el mundo de las sagas –“no hay mayor placer que permanecer en un universo bien desarrollado”-, festejó el “momento de oro” del género infantil juvenil y reflexionó sobre el desafío de ser un escritor o escritora que vive en el interior del país. Este fue nuestro diálogo:
-En 2015 presentaste Prisionero de la Luna, el primer libro de la saga La sombra del lobo. ¿Cómo se fue gestando esa historia?
-Creo que la primera idea está anotada por lo menos diez años atrás y la primera versión, esa que una misma lee, la terminé en 2008. Tenía ganas de escribir sobre monstruos de leyenda y elegí al hombre lobo. Y desde el momento de su elección pensé en escribir la historia desde el punto de vista del humano que se convierte en lobo. A mí en general me gusta el ´¿y si en vez de, mejor…?´. La mayoría de las historias de monstruos que yo había leído y visto estaban contadas desde el punto de vista de las víctimas o del cazador. En este caso quería contarla desde el interior de ese ser humano que se da cuenta de que alberga un monstruo incontenible en él.
-Es la primera saga que escribís, ¿cómo te sentís con ese formato?
-En realidad es la primera saga que se publica pero no la primera que escribo. El Efecto Elefante es una historia en dos volúmenes (el segundo está en proceso) y tengo una no publicada que tiene también varios volúmenes. Me gusta el formato. Salió en forma natural. La primera versión era un solo libro, pero me di cuenta en la primera relectura que quedaba mucho material afuera, entonces el primero se convirtió en dos tomos, y la historia que me faltaba contar, en el tercero. Hay historias que necesitan ese formato y la historia de Blas de Marco es una de ellas. En cambio hay otras que siento que no, que terminan ahí. Muchos chicos me han pedido la continuación de Malacara, por ejemplo, pero yo siento que la historia de Ramiro que yo quería contar ya está contada en ese libro. Lo cual no quita que en algún momento se me ocurra algo más y lo haga. Pero en este momento, no es la idea.
-¿Por qué creés que hoy el público en general, pero el juvenil en especial, consume sagas?
-Creo que una de las razones es porque si la saga tiene una historia bien desarrollada, no hay mayor placer que permanecer en ese universo el mayor tiempo posible, entonces entusiasma la posibilidad de otro libro más y otro. Claro que a veces lo poco suele agradar y lo mucho repugnar, y es un cuidado que el escritor debe tener. Hay muy buenas ideas que comienzan de forma espectacular, pero que luego se nota que el autor no supo qué hacer con ellas, y ahí es donde el último tomo o el último capítulo arruina toda la historia.
-¿Estamos en un momento dorado de la literatura juvenil?
-Creo que sí. Es un momento que se refleja obviamente en la parte comercial, en donde los editores se dieron cuenta de que hay un público de esa edad ávido de historias y comenzaron a desarrollar ese nicho. Claro que se corre el riesgo de que haya productos que parecen prefabricados, todos con la misma estructura, solo que cambian los personajes, el escenario y apenas la tapa del libro. Pero eso ocurre con toda la literatura: lo que pega en ese momento, es lo que las editoriales eligen para publicar. En algún momento fue la ciencia ficción, el policial negro (que tiene un muy buen momento ahora también en la literatura de habla hispana), las románticas, el western, los libros dirigidos a público infantil… Es genial que haya un momento dorado de la literatura para cada género, y en este momento, le toca a la llamada literatura juvenil, donde además muchos adultos encuentran lecturas que les satisfacen altamente.
-Hace mucho que escribís pero relativamente poco que empezaste a publicar. ¿Qué fue lo que te llevó a salir de la intimidad y dar a conocer tu obra?
-Escribí mucho tiempo cosas inmostrables, en mi época de escribir para jugar. Luego seguí escribiendo para jugar, pero con la osadía de querer compartir esas historias, por lo tanto fue una escritura más cuidada, más revisada, corregida y vuelta a corregir antes de llegar al primer anillado. Pasada la primera barrera de decirle a mi mamá y luego a mi papá “a ver qué les parece esto” y luego otras víctimas dentro de mis amistades, dije ¿por qué no? Y ahí empecé el arduo intento por publicar.
-Hace poco escribiste Marimosa y las hormigas, un cuento basado en experiencias de una detenida-desaparecida que sigue buscando a su hija. ¿Qué significó para vos?
-Una oportunidad maravillosa. Siento que hago algo para contribuir a un mundo un poco más justo. Fue una oportunidad que agradezco de regalar una historia que permita llegar a las cuartas generaciones y, a través de ellas, a movilizar a las generaciones anteriores y a las que vendrán.
-¿Cómo definirías la experiencia de ser un escritor o escritora que vive en el interior del país?
-Es realmente un desafío. Se ha avanzado bastante, pero la premisa de que “Dios está en todas partes, pero atiende en Capital”, sigue siendo real. Primero, acceder a las editoriales y una vez que publicaste, que los medios te den espacio. En el último tiempo esto cambió un poco gracias a festivales de literatura como el Azabache, a gente que trabaja en nuestra feria del libro, el trabajo continuo de cada escritor, de grupos de escritores, de editoriales locales o de promotores de la lectura como Revista Leemos. Pero si a un escritor de Capital la cuesta, a uno del interior que vive en el interior, como mínimo le va a costar un 50% más. Así es como hay escritores que para poder llevar a cabo su carrera terminaron mudándose a CABA.
–¿Creés que se podría tomar alguna medida para apoyarlos?
-Si hablamos del Estado, pienso que debe tener en cuenta que la literatura es una industria, por lo tanto deberían tomarse las medidas económicas que favorezcan el establecimiento o crecimiento de las editoriales. En el caso de las editoriales independientes, la mayor dificultad que tienen es la distribución. Cuando uno aún no publicó lo más difícil parece llegar a publicar; pero en realidad, lo más difícil es que el libro llegue al público, se conozca, esté disponible y accesible. Y eso tiene una logística compleja que a las editoriales pequeñas se les hace muy difícil abordar mientras que las multinacionales les resulta facilísimo. Es por eso que sería necesario el apoyo de la gente de uno, que desgrave y destrabe lo que haya que desgravar y destrabar para que el producto local de calidad (y está demostrado que nuestra ciudad tiene una movida cultural intensa, inmensa y de mucha calidad) sea conocido y consumido.