Ricardo González es el autor del libro Vida de Club, un volumen de cuentos donde la acción atraviesa, roza o rodea esos espacios que guardan los barrios, con sus ritmos, sus métricas, sus intrincadas relaciones de poder.
La perspectiva del narrador se corre de la imagen entrañable y tierna que probablemente el imaginario social sostenga sobre los clubes “sociales, culturales y deportivos”, de las amistades inmutables a lo largo del tiempo, del semillero que sirve, a la vez, de sostén y fuego que alimenta el carisma, el talento, la fuerza de voluntad.
Editado por La Parte Maldita, Vida de club es el primer libro que publica González, futbolista, tenista y golfista que pateó sus primeros centros en el barrio porteño de Palermo y en el Club Ferrocarril Oeste. No obstante, este autor destaca que “más allá del deporte, siempre me gustó la literatura. Mi padre me introdujo a los clásicos y a medida que me fui metiendo en el universo literario descubrí que los cuentistas, en particular los cuentistas norteamericanos, me fascinaban. Creo que de ahí mi inclinación por el género”.
Participó de los talleres de narrativa de diferentes y reconocidas autoras, como Liliana Heker y Claudia Piñeiro. ¿Cómo describiría esas experiencias?
–Muy estimulantes y reveladoras. Aprendí el valor de la corrección, de saber escuchar a los otros, de aprender de las historias de los demás y del rigor y el amor por la literatura de Claudia y Liliana.
¿Cómo empezó su relación con la escritura?
–Siempre me gustó escribir, encontré desde chico ese espacio que era una especie de liberación, un canal de expresión que no me salía tan bien hablando: letras de canciones, textos interminables, poesía. Pero fue recién pasado los cuarenta cuando me dediqué seriamente a la ficción. Esta etapa la arranqué en el taller de Liliana.
¿Cómo describiría la relación entre el deporte y la literatura en su vida?
–Es una relación fundamental. Cuando empecé a escribir los primeros cuentos me di cuenta de que casi todos transcurrían en un ámbito de club. Claro, no podía ser de otra manera, me gustaba recrear situaciones ocurridas a medias en ese ámbito que fue mi segundo hogar. Digo a medias porque esos disparadores de cuentos fueron completados por la ficción.
Los cuentos de Vida de Club tocan situaciones que pueden enmarcarse dentro del oportunismo, el revanchismo, la viveza criolla, e inclusive algunas deslealtades. Sin duda se trata de aspectos muy lejanos a lo que se percibiría como el club de barrio y las relaciones que se generan en él, en general, plagadas de códigos. González explica que “un club es como un pueblo chico, es cierto que se generan relaciones entrañables, pero si uno espía por las fisuras de ese ámbito que parece muy cordial y muy relajado aparecen historias crueles. Mucho de los cuentos están atravesados por una especie de crueldad, la crueldad es una fuente de inspiración muy generosa, Heker y Castillo hasta la pusieron como título de sus libros de cuentos; Cuentos crueles, La crueldad de la vida, algunas veces se presenta como una revancha, otras como una obsesión y otras como una traición”.
Este experimentado deportista y novel autor ya anunció que se encuentra en vías de publicar su segundo volumen de cuentos, que se titulará Familia de bien, donde continuará explorando los beneficios del formato breve: “Creo que el cuento te deja sin aliento, es la famosa flecha que parte hacia el blanco y nada la puede detener. Un mecanismo de relojería que enseguida nos hace saber si algo sobra. En el caso de Familia de bien se trata de cuentos y una nouvelle en donde los personajes se repiten y se entrecruzan. Esta vez se trata de espiar, con la crueldad correspondiente, por las fisuras que se dan en las relaciones familiares. Tal vez sea un deseo de aproximación a la novela, porque si el lector elige leer el libro de corrido se va a encontrar con esa posibilidad”.