Cualquiera que tenga un momento distendido con Felipe Pigna empieza hablando de historia, de libros, pero, sin importar el mínimo lapso cronometrado que se tenga para la charla, siempre los temas se vuelven actualidad, ideales, fundamentos: claras manifestaciones del tiempo en el que transcurrimos… y nos transcurre.

El autor llegó a Mar del Plata para abrir el Ciclo Verano Planeta, como lo hace desde hace 12 años, donde presentará su libro Manuel Belgrano, el Hombre del Bicentenario. Como es habitual en el historiador, en esta investigación sobre la vida del “creador de nuestra bandera” indaga sobre los diferentes perfiles de un hombre que fue un adelantado a su época, un revolucionario y un pionero en temas impensados.

Y es que Belgrano trascendió en nuestra historia, y se lo recuerda especialmente, por lo que Pigna considera un hecho concreto que no es siquiera representativo del gran valor que este personaje tuvo en los acontecimientos fundacionales en los que participó tempranamente. Tendrá oportunidad de adentrarse en estos temas cuando el miércoles se cruce con sus lectores en la charla que dará en el Costa Galana. “Mar del Plata tiene la característica de ser la capital del verano– dice el autor mientras nos acomodamos en los sillones del foyer del hotel-. Me gusta mucho hacer estas charlas acá y, especialmente, el momento de la firma de libros porque uno toma contacto con gente de todo el país, cosa que Buenos Aires no te permite. Es un lindo test para el libro y para mí, para hablar con la gente. La escritura es un hecho muy solitario, donde vos te imaginas al lector: estás pensando en un sujeto imaginario que se corporiza realmente en el momento de la firma. Es muy emotivo”.

Y esta vez venís a presentar este libro sobre Manuel Belgrano. ¿Por qué te parece que es un personaje que necesitamos recuperar en este momento de nuestra historia?

-“Es un personaje para todos los momentos, pero para este en particular es muy interesante porque él adelanta cosas buenas que, si se hacen bien, van ser muy buenas y si no se hacen, van a ser muy malas. Por ejemplo, la industria. ‘Un país sin industria está condenado al fracaso’, lo dice claramente. Dice que los países civilizados se cuidan de no exportar materia prima sin antes transformarla localmente, y termina diciendo muy didácticamente ‘No exportemos cuero, exportemos zapatos’, por lo que implica la industria. Habla del peligro de la exclusión social, siempre desde lo positivo. Él empieza diciendo lo bueno que es que la sociedad incorpore a la gente al conocimiento, al buen gusto, a vivir bien, a la educación y el peligro que implica no incorporarla: si vos tenés una sociedad de marginales vas a vivir obviamente, como estamos viviendo: con inseguridad, con un montón de cosas porque hay gente que no logra insertarse socialmente. Eso ya lo escribe en 1796. Evidentemente es una persona con una claridad extraordinaria, que no es que tenga dotes adivinatorias, sino que sabe que si las cosas no se hacen de una manera las consecuencias son obvias”.

Llama la atención también, por ejemplo, cuando en 1812, en Curuzú Cuatiá habla de respetar la propiedad de los indios, como le decían en el momento…

-“Si, en el Reglamento para los Pueblos de las Misiones. Incluso habla del reparto de tierras antes de la reforma agraria de Artigas. No lo digo por competir, sino para marcar la línea. Y con respecto a la propiedad, que en el caso indígena es complejo, porque él sabe que la propiedad es comunal. No hay mucho antecedente de ese tipo de propiedad y ahí está sentando jurisprudencia. Y así también habla del respeto a los cultos, a las lenguas, la creación de escuelas bilingües que realmente asombra. Estamos hablando de diciembre de 1810. Yo creo que son esos momentos luminosos de la Revolución que luego fracasará pero que todavía tiene quizá estos últimos destellos, la Revolución, el Alto Perú con Castelli, y este momento de Belgrano, porque ya Moreno se nos va”.

A medida que la conversación avanza se hace cada vez más notorio de que hablamos de hechos pasados en tiempo presente. Mencionamos a Belgrano, Moreno, Castelli, los virreyes como si hubieran salido en el diario de ayer, como si fuéramos a encontrar sus nombres en las boletas de las próximas elecciones. Probablemente se deba a que Pigna propone que los valores que ellos encarnan (no dejan nunca de hacerlo porque ahora sean nombres propios en libros de historia), tienen absoluta vigencia.

A mí me desconcierta el hecho de que Belgrano no se frustre con tanta negativa…
-“Eso es impresionante, va contra los molinos de viento. Todos le dicen que no, nadie le da pelota y el tipo sigue y sigue. Y pensemos que en estos momentos luminosos -del 1794 a 1810- son cuando Belgrano es funcionario de la Colonia. Sabe que sus propuestas no van a ningún lado: ¿reforma agraria?, ¿igualdad de la mujer?… Y él cuenta que le da mucho placer leer eso delante del Virrey porque el Virrey tenía la obligación de asistir a la lectura de la memoria. Eso nos habla de un tipo que está pensando en otro país. Un tipo muy rebelde, de buenas formas, pero realmente disruptivo, revolucionario. Y sabe que tenía la razón, no con soberbia. Sabe que lo que plantea es justo… Y tampoco había muchos que le dijeran ‘che, qué bien lo que estás haciendo’”.

Personajes incómodos

Por qué te parece que hay referentes de nuestra historia que pasan desapercibidos, por decirlo de algún modo, cuando tienen todo el potencial para ser reconocidos ampliamente. Por ejemplo, en este libro se esboza el valor que tuvo para nuestra historia Monteagudo. Y es prácticamente un desconocido…

-“Es un grande, Monteagudo. Ideológicamente lo podríamos definir como morenista, lo que es curioso porque son personajes que después, quizás, lo van a superar a Moreno. Hay que pensar que Moreno tiene una vida corta, seis o siete meses de vida política. Y Monteagudo llegará mucho más allá pero se sigue definiendo como morenista. Es tan fuerte la impronta…”

Además de investigador y escritor, Pigna lleva bien arraigado su gen docente, que aparece cada tanto para resumir, por ejemplo, la contribución de un patriota en diferentes momentos del proceso independentista. “Monteagudo fue un pionero –explica. Participa de la Revolución de Chuquisaca que es en 1809, lanza el manifiesto independentista, es creador de la Sociedad Patriótica -el partido morenista ya sin Moreno-, será compañero de San Martín, participa del gobierno del Perú como superministro o primer ministro de San Martín redactando decretos revolucionarios de libertad de esclavos y todo eso; y será director de un periódico que es toda una definición política: Mártir o libre. Y, finalmente, secretario de Bolívar y gran armador del congreso de Panamá que no llega a concretarse, queda en Congreso de la Unidad Latinoamericana”.

¿Por qué estos personajes no trascienden en la enseñanza de nuestra historia?

-“Yo no creo que la historia los oculte, es cierta historia. Y básicamente el poder, al que no le conviene que la gente sepa que hubo este discurso, un discurso completamente vigente, porque vos lees lo que escribió Belgrano  y parece escrito ayer… u hoy. Entonces, son personajes incómodos. Pasa por ahí: mejor que la gente ignore su existencia, o remitirlos a una pavada, a un hecho menor, o a un único hecho. La bandera para Belgrano, French y Berutti repartiendo cintas, hechos puntuales que de ninguna manera hablan de la totalidad del personaje. Otro ejemplo es Sarmiento con las escuelas, o el Facundo, cuando son parte de una obra inmensa y un pensamiento político, altamente polémico y enriquecedor. No necesariamente para estar de acuerdo, pero si para conocer a un tipo cuya vida fue pensar y polemizar. Ese fue Sarmiento”.

De la persona al símbolo

Como divulgador, en sus libros, en sus intervenciones en los medios de comunicación, en las charlas donde presenta libros o debate respecto de cierto período, Pigna dibuja inevitablemente un trazo fino entre los hechos que registra a través de sus investigaciones con el presente. La historia, además de ser entretenida y colorida, de inspirar a algunos y atemorizar a otros, también explica. Y nos explica mucho más del hoy de lo que podemos ver a simple vista.

Hay quienes se preguntaron ‘¿cómo vamos a poner a próceres muertos en los billetes…’ ¿no?– recuerda mientras se acomoda nuevamente en el sillón-. Es casi una redundancia, porque raramente un prócer esté vivo. Y eso es una definición muy categórica de un sector de la población de hoy que no está orgulloso de nuestro pasado, no tiene por qué enorgullecerse de nuestro pasado. Tratan de evitar la historia porque los señala muy claramente. Mejor poner una ballena al revés. Es un símbolo de un momento del país, una cuestión de época donde una parte muy importante de esta sociedad avala este pensamiento”.

Cuestiones que se están dando no sólo en nuestro país, sino a nivel continental…

-“Es un giro a la derecha con todo lo que ello implica: la crítica a cosas que estaban fuera de discusión, la solidaridad, la humanidad, la ecología, los derechos de la mujer, los derechos de las minorías. Todo eso aparece hoy puesto en dudas con este discurso que abarca al mundo entero y que es un peligro para la humanidad”.

La historia es la fuente para construir nuestra memoria, nuestra identidad como pueblo. No sé si la palabra es revertir, pero ¿cómo volvemos sobre esos valores?

-“Es difícil, pero primero, preservándolos. Tiene que haber algún lugar donde se preserven, la escuela, los entes, los formadores de opinión. Tiene que haber espacios donde podamos seguir diciendo que estos valores son intocables. Hay toda una historia de la humanidad a favor de los derechos de la mujer, hay toda una historia de la humanidad a favor de los derechos de la infancia, de las horas de trabajo, de la protección del trabajador, de la salud del planeta. Todo eso no puede pasar a ser puesto en duda por guita, claramente, porque no hay otra cosa. Eso es el contrario del pensamiento americano, es decir, aquella frase mapuche que dice que nuestros hijos nos prestan la tierra para que se la devolvamos mejor. Ahí está puesto, ante todo, la descendencia. Estos tipos piensan al revés”.

¿La cuestión es seguir pensándonos en esas claves? ¿De recuperar los valores de Belgrano, por ejemplo?

-“Yo creo que es no renunciar. No son ideales, son constituciones planetarias, no son cosas abstractas, de idealistas. Que no maten a una mujer, que no prendan fuego los campos, no sé si hay que estar explicando estas cosas a esta altura del partido”.

Todo hace parecer que el tiempo es tirano también para las entrevistas en revistas digitales. Pero además de una tiranía irrevocable, es también el paño donde se tejen los saberes, las ideas, las decisiones y las voluntades. Las oportunidades. De acuerdo a este autor, va a depender de los hilos que se elijan la calidad de tiempo que labremos para los que transcurrimos en él, y los que vengan.