Aniko Villalba nació Buenos Aires y tiene 30 años. Es periodista, fotógrafa, escritora y viajera. Se autodenomina nómada digital, es decir, que monta su oficina móvil en cualquier lugar y circunstancia para poder trabajar desde cualquier parte del mundo. Es reconocida por ser una de las más fuertes referentes del mundo viajero bloguero, llevando adelante Viajando por ahí, una web de viajes que retrata todas las experiencias que va recolectando alrededor del mundo desde hace ocho años. Escribió artículos para reconocidas revistas turísticas internacionales, prensa gráfica y digital y hasta llegó a dar una Charla TED.

Vino a Mar del Plata a presentar su último libro, El síndrome de París, en el espacio La Guagua. Previa a su presentación, me encontré con ella en un reconocido bar de la ciudad para conocerla mejor, en este imperdible diálogo a fondo que mantuvo con Revista Leemos.

Enamorándose del camino

Por el principio: Aniko estudió Comunicación Social y un año antes de terminar la carrera, a los 21 años, se fue de mochilera por el norte argentino y Bolivia junto a un grupo de amigos. Era mi primera vez-comenzó contando Aniko- viajando de mochilera. En una parte del viaje me separé de mi grupo porque nadie quería seguirme, y me fui a al Salar de Uyuni. Esos dos días viajando sola fueron increíbles”. La vuelta de su viaje express al salar fue lo que la marcó para siempre y sirvió como puntapié inicial para continuar haciendo lo que hace actualmente. “Era de noche y estaba volviendo en tren de Uyuni a La Quiaca en la clase más económica, muerta de frio. Cuando me desperté por la mañana vi que me habían tapado con una manta y que enfrente mío tenía sentada a una chica boliviana de mi edad, con un bebé recién nacido. Ella me estaba tapando con la misma frazada que a su bebé. Fue un gesto muy humano. Por eso para mí viajar no es ir a buscar el monumento o museo, que está bueno, pero no es lo que me interesa. Viajar es encontrarme con los hechos humanos más puros que puedan existir” 

Nómada digital

Cuando regresó a Buenos Aires de su recorrida por el norte, finalizó sus estudios y decidió irse de viaje, esta vez sin fecha de regreso, para conocer y escribir. Como en Buenos Aires no tenía un trabajo fijo al que renunciar, se fue con el plan de trabajar en el camino. “Me fui directo a Bolivia y seguí por Ecuador, Colombia, Honduras y demás países de América Latina. Empecé  viajando con una amiga y después seguí sola. Me encontré con otra amiga en Costa Rica y después me vinieron a ver mis viejos en Honduras. Volví a Buenos Aires a los 9 meses”.

La duda que surge en muchos de sus lectores es: ¿ y cómo se sustenta una persona que vive viajando? Aniko es periodista y fotógrafa. Vende notas a revistas de todo el mundo, fotos y también sus libros, que son publicados de manera independiente.

Relatos en primera persona

Su primer libro es Días de Viaje que “lo escribí después de cinco años de estar viajando por América Latina, Europa, África y Asia”. Navegar por el Caribe en medio de una tormenta eléctrica, ver la aurora boreal, un roadtrip con un grupo de curas filipinos, un episodio policial de película, la depresión post viaje, son algunos

Foto: Viajando por ahí

Foto: Viajando por ahí

de los tópicos que toca el libro.

-¿¡Un roadtrip con curas filipinos!?

Si, un argentino me puso en contacto con un cura filipino en Chaco porque estaban haciendo juntos trabajo social. “Él te puede recibir confía en él” me decía mi amigo. Y así fue. Me recibió en la parroquia de un pueblito de Filipinas y después me llevó con el resto de los curas. Venían las señoras que siempre iban a la iglesia y nos íbamos todos de viaje. Era raro.

Además, en Días de Viaje relata una escena policial en Indonesia. En un viaje en tren, le robaron la mochila con todo lo que tenía: computadora, cámara de fotos, anotaciones. En un post de su blog confiesa que pensó que era el fin de todo, porque no tenía más su fuente de trabajo. “Fue una escena angustiante que terminó siendo cómica. Ser extranjero en ciertos países de Asia genera situaciones bizarras, creen que sos una especie de estrella o diosa. Los policías que tomaron mi caso les interesaba más saber de mi vida que resolver el robo” Por suerte, la mochila apareció como si todo hubiese sido parte de una película y el susto se transformó en una anécdota más. “Yo salía con un chico indonesio y a los policías solo les interesaba saber cómo nos habíamos conocido y cuándo nos íbamos a casar.

Foto: Viajando por ahí

Foto: Viajando por ahí- El policial más bizarro de mi vida

-¿¡Y cómo se conocieron!?

(risas) Haciendo un viaje me quedé en Yakarta por Couchsurfing. El chico que me alojaba me dijo que en dos semanas se iba de viaje con un grupo de personas a unas islas que eran un paraíso. Fui y lo conocí a quien fue mi novio durante un año y medio. 

-También en ese libro hablas sobre la depresión post viaje, que para quienes tenemos la suerte de viajar, la vivimos. En diferentes niveles, pero la depresión siempre está, muchas veces haciéndote plantear por qué estás en el lugar que estás y no estás conociendo nuevos lugares, olores, culturas…

Aprender a volver es el tema. A mí cada vuelta me pegó distinto. La primera vuelta fue la más difícil porque fue la primera. Fue complicada porque me hacía muy feliz viajar, porque había estado mucho tiempo sola y volvía sin saber si iba a poder seguir viajando. Eso me angustiaba. No tenía plata, no tenía nada. Pero después cuando empecé a lograr vivir de los viajes y vender mis libros, me empecé a tomar las vueltas de otra manera, porque por suerte ahora me voy y vuelvo cuando quiera.

Esta depresión de la que habla Aniko, tiene nombre y todo en el mundo del viajero. Hasta hay foros en donde viajeros que emprenden la vuelta se dan apoyo mutuamente. El síndrome del viajero eterno, la llaman…

El síndrome de París

Es el nombre del libro que Aniko vino a presentar a Mar del Plata. Pero, ¿Qué significa tener el Síndrome de París? En un viaje en auto, el conductor que llevaba a Aniko le contó sobre este síndrome. Aunque sea difícil de creer, es una enfermedad medicamente comprobada, un trastorno psicológico que se da en algunos japoneses cuando visitan por primera vez la Île-de-France. Tienen una imagen tan perfecta de la capital francesa que al llegar sufren un shock de normalidad, la distancia entre la realidad y sus expectativas les produce ataques de ansiedad y desilusión”. Allí fue cuando Aniko entendió que viajar no era como lo imaginaba.

-¿Sólo en los japoneses se da este desequilibrio?

-Medicamente hablando, sí. Pero supongo que se les puede dar en otras personas. En los japoneses se les conjuga la visión idealizada de París, que les genera muchas expectativas. No conozco Japón todavía, pero sé que es una sociedad muy ordenada y quizás ellos se esperan lo mismo de París, y se encuentran con algo que nada que ver. Igualmente creo que a muchas personas les puede pasar esto con París. Yo no me enamoré la primera vez de París, sino que después de ir varias veces.

El síndrome de París se divide en seis capítulos en los que se puede ir notando el crecimiento de la autora sobre el camino que lleva recorrido. El primer capítulo se titula Viajoterapia que narra el trayecto desde Buenos Aires hasta Chile, Bolivia y Perú. “Me voy de Buenos Aires con algunos duelos encima, la muerte de una de mis mejores amigas. No me voy feliz. Trataba de saber si el viaje me serviría de terapia”.

-¿Y sirvió?

– En parte si, en parte no. El duelo me lo llevo igual…

El segundo capítulo se sitúa en Europa y se llama Laboratorio de viajes experimentales. Aniko cuenta que estando en el antiguo continente, encuentra un libro que proponía diferentes consignas para viajes experimentales. Por ejemplo, recorrer una ciudad con los ojos tapados y poner en funcionamiento el resto de los sentidos. O que un perro local te lleve a pasear por la zona.

El siguiente capítulo es Desafío Islandia, y es el relato de la autora junto a una amiga en el país ubicado en el noroeste de Europa. “Tratamos de desafiar Islandia casi en verano donde hay sol de medianoche, todos los días había luz. No había tiempo. Vivíamos sin reloj”. Aniko y Lau, su amiga, se pusieron metas para recorrer Islandia de una manera poco convencional: no pagar alojamiento en los 20 días de estadía y recorrer la isla a dedo, entre otros. ¡Y los logran!

Foto: Viajando por ahí

Foto: Viajando por ahí- Desafío Islandia

Luego sigue Museo de las relaciones rotas, historias de amor fallidas de la autora, alrededor del mundo, que “son varias, en 8 años de viaje”. El capítulo cinco es el Viaje a las raíces y trata sobre el viaje que realizó junto a su familia a un pueblo de Hungría de dónde venían sus antepasados.

El último capítulo es en el cual Aniko decide parar y quedarse en Francia. Más precisamente en Biarritz. Biarritz es una ciudad costera en el suroeste de Francia casi en la frontera con España. Casualmente, se la suele comparar con Mar del Plata llamándola la Biarritz del sur, por su parecido con la ciudad francesa. “Me recomendaron Biarritz y decidí pasar para ver si me gustaba porque quería aprender a surfear” Una ciudad a la que llegó por curiosidad, se terminó convirtiendo en su hogar por nueve meses, donde conoció a quien hoy es su esposo.

Foto: Viajando por ahí

Foto: Viajando por ahí

-¿Cómo es estar lejos de tu casa, pero al mismo tiempo en casa? Porque vos elegiste quedarte ahí…

– Era como un hogar. Necesitaba frenar porque llevaba más de un año yendo de casa en casa. Me cansaba mucho no tener un espacio propio, siempre siendo huésped. Era muy agitador. Lo conocí a este chico, me dijo quedémonos, y alquilamos un cuatro en una casa. Teníamos nuestro espacio. Era lo que necesitaba en ese momento. En Biarritz empecé a escribir El síndrome de París.

 

 

 

-¿Coincidís en que tu percepción del mundo en este libro la haces desde una mirada más madura?

-Totalmente, uno va cambiando. En Días de viaje era la euforia del primer viaje, de saber que se puede. Transmitir todo lo bueno que me pasaba. Después, cuando lo empezás a hacer seguido, viajar termina siendo una rutina, aunque sea lo más lindo del mundo. Lo que yo consideraba estabilidad para mi vida hace unos años, no lo es para ahora.

-¿No es como irte de vacaciones?

-¡No, ojalá! Es irte a trabajar a otro lado, en mi caso como nómada digital. Moviéndote de un lado a otro. Es adaptar toda tu vida de movimiento. Más allá de conocer y viajar, te vas a vivir y a trabajar, y si no trabajo no me puedo mantener.  

El próximo destino de Aniko es Japón, nunca estuvo allí. Se va con pasaje de ida pero sin pasaje de vuelta. Su objetivo es conocer a fondo la cultura oriental, descubrir todas las “maquinas raras” como las que tienen “dispensers de bombachas” y recolectar estampillas, amuletos, naipes y cuadernos.

El lado B: escritura creativa

Escribir.me es el segundo blog de Aniko y muestra su lado de escritora. Le dio vida mientras vivía en Biarritz y escribía El síndrome de París, porque “empecé a sentir que en Viajando por ahí quería hablar de cosas que no podía porque la gente que lo lee quiere saber sobre viajes, no quiere leer sobre cuadernos. Me encanta el mundo de los cuadernos, libros, papelerías, biromes, y quería compartir todo eso”. Necesitaba ponerse en contacto con personas con intereses que vayan más allá de viajar  y “me sentía un poco sola en Francia escribiendo el libro, porque escribir es muy solitario, entonces llevé adelante Escribirme que hoy día lo mantengo como hobbie”. Sus intereses literarios son variados: novela gráfica y comics, está aprendiendo a dibujar y no descarta algún día publicar algo ilustrado, el realismo mágico de Murakami, García Márquez, Cortázar, Caparrós y Kapuściński

El camino nunca duerme

Ya casi terminando nuestra charla de café Aniko confiesa “es raro todo esto. No me doy cuenta el alcance que tiene lo que escribo y está muy bueno que haya gente que disfrute lo que hago y que las inspire a viajar. Hago lo que me gusta y de golpe tengo gente que le gusta, es tan valioso. Valoro que la gente lea lo que hago”.

No sé si se lo imaginaba mientras hablábamos, pero minutos más tarde Aniko se estaría presentando ante una audiencia que la esperaba en mesas, parada y sentada en el piso, atenta a todas las vivencias que ella tuvo, tiene y tendrá para contarnos por un largo tiempo.