Incomodar, impugnar, desafiar. Para ello Daniel Sorín elige la novela negra. Aunque, asegura, escribía ese género sin saberlo y cuando a las editoriales no les interesaba.
El autor, cuya última novela publicada es Tres segundos es una eternidad -editada por Vestales-, estará este viernes como invitado en el ciclo “De amor, de locura y de muerte” de diálogo entre autores de diversos géneros, que proponen Revista Leemos, Aula Abierta y la Fundación OSDE Mar del Plata.
Antes de este imperdible encuentro, junto a Camucha Escobar y Laura G. Miranda, Sorín habló con nuestra revista de literatura, de la realidad como fuente de inspiración, de la corrupción, el machismo y la insolidaridad.
En “Tres segundos es una eternidad” y también en “El Cerco”, aborda cuestiones como pujas internas en la policía, corrupción que llega a las más altas esferas. Son temas atemporales pero que revisten gran actualidad ¿Se inspira en la realidad, la utiliza para hacer un análisis crítico? ¿Están los políticos y asesores basados en personajes reales?
-La corrupción que me interesa no es la del acto individual y solitario, sino la funcional al estado de cosas, al statu quo. El statu quo es el equilibrio, a veces estable otras inestable, entre los diferentes intereses que existen en una sociedad. Dicho con otras palabras, el statu quo es una resultante política. Por eso hago género negro, porque lo que define al género es su incomodidad, una postura de impugnación y desafío al estado de cosas.
Pero quiero contestar a tu pregunta: no existe arte que no se inspire en la realidad y, cuando escribo, nada más quiero contar una historia, si soy fiel a ella, lo demás viene por añadidura. Sobre los personajes: a veces me inspiro en reales, otras totalmente inventados.
Los periodistas en la historia son un poco cuestionables ¿Hay también una intención de llamar la atención sobre el rol del periodismo en la actualidad?
-El periodismo y los periodistas son cosas distintas, muy distintas. Periodistas hay de todo tipo, honestos, veniales y corruptos. El periodismo, hoy en el mundo, no es un sistema de información sino un sistema de producción de sentido común. Un sentido común que busca consolidar el statu quo.
Otro tema/crítica que se desliza tiene que ver con el alto grado de machismo que hay en ciertas instituciones como la policía, pero lo aprovecha como recurso para que un personaje acceda a información ¿Cree que hay muchas Carolina Veiga en la realidad, que hacen falta más o que no debería ser necesario que las haya?
-Integramos una sociedad de un machismo tonto, injusto y peligroso. En mi trabajo pondrán desde junio un premio por presentismo, yo dije: “voy a tener que no enfermarme” y una compañera me contestó: “y yo que no se enfermen mis hijos”.
-Si bien la subtrama del “orinador serial” de “Tres segundos…” es extrema ¿Es una manera de abordar cómo las injusticias o trabas del día a día pueden generar reacciones desmedidas o un día de furia?
-Vivo en Buenos Aires, una ciudad en la que de día viven siete millones de personas. Buenos Aires no tiene baños públicos y los empresarios gastronómicos ponen adorables letreritos que informan que los baños son para uso exclusivo de los clientes. A mi personaje el médico le dijo que tenía que tomar dos litros de agua y caminar media hora por día… no es injusticia la que sufre, es una gran insolidaridad.
¿A qué cree que se debe la vigencia del género negro, que parece ganar cada día más adeptos?
-El género negro en América latina y en nuestro país tiene una particularidad, el que investiga no puede ser bueno porque no sería creíble. El género negro latinoamericano es la contracara necesaria de “Law & Order” (“La ley y el orden”); aspira a ser la historia contada desde el sur, desde los sudacas y los oprimidos. Porque, si no es eso, es otra porquería más.
¿Cómo se vinculó usted con este género?
-Cuando escribía Error de cálculo (Premio Emecé, 1998) estaba haciendo género negro sin saber que lo hacía. Es la historia de tres personas que hacen un periódico de avisos gratuitos, como fue “Segunda Mano”, pero necrológico, llamado “El Angelito”. Tuvieron éxito, llegaron a la tevé y generaron una moda que terminó —no quiero adelantar el final—, muy mal. En el texto las referencias a la dictadura terrorista genocida son muy claras. Meses después llevé la continuación de “Error de cálculo”, que se llama “Velas para Gilda”, a la editorial… ni la leyeron. Cuando salí de la depresión me puse a hacer novelas históricas que era lo que demandaban las editoriales. Recuerdo que Alberto Laiseca me impulsó, me dijo -lo que fue absolutamente cierto- que el género histórico enseñaba a escribir. Cuando –equivocadamente- pensé que ya había aprendido, volví por las mías. Aunque he hecho trabajos -como La última carta (Edhasa, 2013) o el ensayo biográfico John William Cooke. La mano izquierda de Perón (Planeta, 2014)- que no son ni género negro ni novela histórica.
¿Cómo es su método de trabajo? ¿tiene rutinas, investiga?
-Escribo todos los días hábiles entre cuatro a seis horas, como si fuera un trabajo, porque la narrativa es hija de la rutina. Investigo continuamente, pero no tanto por buscar datos sino porque me despierta la imaginación y me ofrece texturas y aromas. Solamente hay que tener el olfato dispuesto.
¿Está trabajando actualmente en alguna nueva novela? ¿Puede adelantar algo?
-Obviamente, si no me aburriría mortalmente. Acabo de terminar una novela que podría ser tanto género negro como fantástico; y actualmente trabajo en una en que los personajes extorsionan a través de las redes sociales.
¿Cree, como Pierre Lemaitre que la buena literatura debe referir a la infelicidad, o que no se hace buena literatura con gente feliz?
-No es que no se hace literatura con gente feliz, es imposible hacer arte con gente feliz. ¿A quién va a interesarle? El único avión que le interesa al narrador es el que se cae. ¿Qué sentido tiene hacer una novela sobre un avión que despega de Ezeiza y aterriza felizmente en el Kennedy doce horas después?
En épocas en que muchas injusticias, caos y violencia suelen naturalizarse ¿le resulta difícil encontrar material que impacte para sus novelas?
No, al contrario, material sobra. Demasiado.