Antes de encarar la lectura de la última novela de Carlos Gamerro, Cardenio, editada por Edhasa, pongámonos de acuerdo en estas dos premisas. La primera, Miguel de Cervantes y William Shakespeare fueron estrictamente contemporáneos, tanto que el 23 de abril se recuerda la muerte de ambos durante 1616, aunque murieron con diez días de diferencia entre sí, ya que Inglaterra y España contaban con calendarios distintos.
La segunda, estamos seguros de que Shakespeare leyó a Cervantes. Tan seguros que muchos investigadores de su obra sostienen que, de El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, tomó un personaje, Cardenio, para una de sus obras. La que hoy aún está perdida, pero de la cual se tiene su título: La historia de Cardenio.
La primera parte del Quijote de Cervantes se escribió en 1605, pero su primera traducción al inglés, realizada por el irlandés Thomas Shelton, data de 1612. De ahí que la obra de Shakespeare tenga como fecha de presentación el año 1613 en el Palacio Real de Londres.
O sea que la novela de Carlos Gamerro tiene como punto de partida, la traducción del Quijote al inglés, y si bien la idea, cuenta el autor, “la tenía desde hace décadas, cuando empecé con el proyecto, pensé que lo mejor era que mi lengua de base sea una traducción”. Este proceso consistió en la escritura de una primera versión en inglés y luego una segunda en español. Versiones que en determinado momento coincidían en el tiempo, es decir que no eran traducciones una de otra. Este juego le permitió que ambas producciones convivieran y por instantes se prestaran algunos fragmentos, ideas y hasta dialogaran entre ellas.
El Cardenio del Quijote
Entre los capítulos 23 y 36 de la primera parte del Quijote de Cervantes, se encuentra uno con la maravillosa historia de Cardenio. Un joven al que encuentran en Sierra Morena y el cual ha enloquecido por amor. Según su propio relato, su desventura comienza cuando su amigo, don Fernando, llega de visita para eludir el compromiso con la aldeana Dorotea. Pero durante su estadía, Fernando se enamora de Luscinda, la amada de Cardenio, y por medio de un engaño logra casarse con ella. Cardenio asiste impotente e irresoluto a la boda de su amada con su mejor amigo, y huye cuando no puede soportarlo. Pero Luscinda, luego se sabrá, buscaba en la historia explicar su amor por él y su negativa a ser de otro.
La historia encaja a la perfección con el gusto de Shakespeare, sobre todo en la construcción de los personajes.
El Cardenio de Shakespeare
La obra de Shakespeare fue presentada en 1613 y aun hoy se busca su original. Fue una obra en colaboración hecha con el dramaturgo John Fletcher, quien era más joven que él y que luego ocuparía su lugar cuando este abandonara su carrera en la dramaturgia inglesa. “Fletcher acababa de cerrar su famoso período de colaboraciones con Francis Beaumont y necesitaba un nuevo compañero. La escritura de a dos era común en la época, como lo es hoy la colaboración entre guionistas de cine. Beaumont y Fletcher formaron una pareja de escritores que logró acuñar un estilo único, y hoy se habla del estilo ‘Beaumont y Fletcher’ más que de los estilos de uno u otro por separado. Tan estrecha era su relación que la leyenda los coloca viviendo en la misma casa y compartiendo la misma amante: este idilio se truncaría con el casamiento de Beaumont con una rica heredera y su abandono de la casa, la amante, la actividad teatral y el propio Fletcher. Al parecer, la colaboración entre Fletcher y Shakespeare no alcanzó ese grado de fusión”, nos cuenta el propio Gamerro.
Lo cierto es que aquella obra presentada en el Palacio de Londres, aún hoy se busca en las bibliotecas y palacios de Inglaterra.
¿Y el Cardenio de Gamerro?
La novela de Gamerro es un gran trabajo de experimentación, partiendo de que no hay un narrador en toda la obra. Se trata de un trabajo de ingeniería detrás de cartas, diálogos y fragmentos de obras de teatros que necesitan de un lector muy activo para reponer permanentemente mucho de la historia: de la primera ficción que marca su origen y de la segunda ficción, la que él nos comparte. Uno puede ver allí, no sólo una historia magnífica, sino también cómo es un proceso de creación de una obra literaria.
“Como se trataba de reconstruir una obra perdida, en la cual Shakespeare había metido mano, definitivamente yo no me sentía capaz de recrear algunas situaciones. Entonces empecé a leer obras menores y de pronto comenzaron a aparecer parlamentos, diálogos, fragmentos que, con alguna modificación, podrían entrar sin problemas en la trama del Cardenio de Shakespeare y Fletcher. De hecho en la novela no escriben una sino como cuatro versiones distintas de la obra” relata. Y agrega, “entonces me pareció más natural escribir la primera versión de la obra en inglés y luego escribir una también en español. Por lo pronto, a veces iba una escritura paralela, a veces avanzaba más en la inglesa y otras veces en la española. No son estrictamente idénticas, no se trata entonces de una traducción una de la otra. Podía fracasar el experimento pero me parece que finalmente quedó para los lectores una buena versión de cómo se trabajaba en un inglés antiguo o en la lengua de Cervantes, pero que no sonara algo tan arcaico o artificial”.
Este Cardenio, no sólo respeta el proceso creativo de los dramaturgos y los datos históricos, sino que también logra maravillosamente describir aquel entonces. “Me di cuenta, en un momento, que como a todo aquel que quiere escribir sobre algo histórico, me faltaba información. Entonces me compré libros sobre cómo era la vida en aquel momento, cómo vivían, qué comían en la época de Shakespeare y me di cuenta, finalmente, que no me servía todo eso y que la mejor información sobre el contexto la obtuve de las obras de teatro. Me di cuenta de que lo que lo volvía real era cómo hablaban sobre lo que comían y no qué comían en esa época. Lo importante eran las palabras de la época, por eso no puse un narrador porque no quería que haya una voz que te dijera algo, por eso son cartas, diálogos, fragmentos de obras de teatro. Además me gustaba que, como Inglaterra no tenía novelas, no supieran narrar y eso lo aprendieron de los españoles. ‘Bueno’, me dije, ‘hagamos lo mismo’. Si sus géneros eran la poesía, el teatro, las cartas, mantengámonos en ese nivel de género” explica Gamerro.
Si el Cardenio de Cervantes es parte de la fundación de la novela moderna y el Cardenio de Shakespeare es sin dudas parte de la invención de lo humano del dramaturgo inglés, entonces el Cardenio de Gamerro es una experiencia que nuclea a ambos y a uno, como lector, le exige una marcada presencia dentro del juego del goce de la literatura. Como dice el propio autor, “los clásicos son la materia de las que estamos hechos”. Esta, su última novela, demuestra de qué está hecho Gamerro.
@bernabetolosa