No recuerdo cómo llegó El abanico de seda a mis manos, pero cuando Limay me sorprendió con la invitación a colaborar en este espacio, en lo primero que pensé fue en este libro de Lisa See, que había terminado hace poco.

Es una de esas novelas difíciles de olvidar, que no podía dejar de leer a pesar de su crudeza. La forma en que la autora describe el sometimiento de las mujeres en la remota provincia china de Hunan en gran parte del Siglo XIX es la principal fortaleza que, a mi juicio, tiene la historia.

El libro cuenta, en primera persona y desde la perspectiva de la vejez, la vida de Lirio Blanco y de su “Laotong” (alma gemela), el único tipo de amistad que a las mujeres casadas se les permitía mantener en aquella época, atravesando gran parte del Siglo XIX, la última etapa del Imperio Chino.

Confinadas desde la niñez a “la habitación de arriba”, desde donde debían sumergirse en las obligaciones y la lucha de poder y supervivencia en la más absoluta soledad, primero en la casa de sus padres y, luego, en la de sus esposos, podría hacer pensar a un lector distraído que la historia no puede ser otra cosa que aburrida. Pero no es así.

Quería saber qué pasaba, aunque no podía dejar de preguntarme cómo pudo durar tantos siglos esa costumbre que era una forma de postrar a las mujeres

Un tramo clave del relato llega con uno de los primeros sometimientos de las niñas, el del vendado de sus pies con el fin de obtener los más bellos “lotos dorados” para agradar a sus futuros esposos. La detallada descripción del proceso me hizo cerrar el libro más de una vez y abrirlo de nuevo inmediatamente después. Quería saber qué pasaba, aunque no podía dejar de preguntarme cómo pudo durar tantos siglos esa costumbre que, con la excusa de la belleza, en realidad era una forma de postrar a las mujeres, confinarlas sin necesidad de encerrarlas con llave. Tampoco podía dejar de pensar que, a pesar de los grandes avances que las mujeres hemos obtenido hasta hoy, perduran o se reinventan muchas otras formas de sometimiento en pos de supuestos cánones de belleza.

Pero en la novela de Lisa See, Lirio Blanco puede considerarse una privilegiada entre sus congéneres. Mientras su hermana pequeña muere –como consecuencia del vendaje- sus pies quedan “perfectos” y eso, sumado a su obediencia, belleza y habilidad para las tareas domésticas, le otorga grandes posibilidades de ascenso social o de conseguir un marido en una posición económica mucho más ventajosa que la de su padre.

Para afianzar aún más las posibilidades de mejorar sus perspectivas maritales, su familia y una “casamentera” le permiten un regalo reservado para unos pocos. Tener una Laotong, una amiga del alma, Flor de Nieve, con quién Lirio Blanco vivirá lo mejores y peores momentos de su existencia. La amistad entre las dos jóvenes chinas abre la puerta a la descripción del Nü Shu, un tipo de escritura fonética y exclusiva, que las mujeres se preocupaban por ocultar a los hombres, en la que registraban relatos que se transmitían de generación en generación y se intercambiaban mensajes.

El código Nü Shu era para ellas una ilusión de libertad, de rebelión, de algo propio en un mundo en el que nada les pertenecía

¿Había necesidad de que la escritura fuera secreta? Me pregunté en varios tramos del libro, porque, en realidad, en ningún tramo de la historia se deja entrever un mínimo interés de los hombres en ningún secreto que pudieran tener las mujeres o en comprender la escritura ni leer sus mensajes, pero, igualmente, la respuesta es sí. Es que ese código era para ellas una ilusión de libertad, de rebelión, de algo propio en un mundo en el que nada les pertenecía y en el que siempre fueron despreciadas por su condición de mujer y lo único que se esperaba de ellas era que den a luz un hijo varón y donde sus sentimientos no le importaban a nadie.

El abanico de seda es también una historia de amor y amistad a través de la que sus protagonistas tienen la posibilidad de dar algunos pasos tambaleantes en un mundo que a la mayoría de las mujeres de su época les estaba vedado. Juntas atraviesan el dolor, las mentiras, las consecuencias de las malas interpretaciones, la violencia familiar, la maldad, las fisuras de un sistema de gobierno que enfrentaba sus últimos días, la enfermedad, la muerte y una inesperada pasión.

Si bien tiene momentos en los que la lectura se torna un poco tediosa, sobre todo con las tradicionales y repetitivas canciones que las mujeres entonaban durante algunos ritos, la historia tiene giros que la vuelven atractiva y, sin dudas la disfrutarán los amantes de la novela histórica, dado que la investigación del período relatado es minuciosa y el conocimiento de las costumbres ancestrales está anclado en la biografía personal de la autora.

En suma, El abanico… no entrará en mi lista de imprescindibles, pero, sin dudas, integra la de recomendables.