“Vive lo que tengas que vivir. Ocúpate de lo que más importa, ¡tú misma! No caigas en trampas. No te ocupes del resto. Trata de encontrar tu bello sol interior”, le aconseja un veterano Gérard Depardieu a la siempre bella Juliette Binoche. Ella es Isabelle, una artista divorciada, con una hija de 10 años, que está una “fase crítica” de su vida (si acaso hubiera fases no críticas). Sus relaciones afectivas saltan de un hombre a otro, y siempre el saldo es el mismo: la angustia.
La película, francesa por supuesto, se llama Un bello sol interior, y está basada, esto es lo raro, en un ensayo más conocido del célebre Roland Barthes. En Fragmentos de un discurso amoroso, el intelectual francés explica que éste “es un hecho de una soledad extrema… está completamente abandonado por los lenguajes que lo rodean, o ignorado y menospreciado, o bien es objeto de burla”.
Con el libro en la mano es difícil encontrar la literalidad de Barthes en el guion pero sin duda aparecen los rastros de su discurso ensimismado. Muy hablada –y no es un defecto- Un bello sol interior suma escenas de encuentros y rechazos que componen un collage de amoríos “escindidos”, por usar una palabra bartheana. Las escenas se suceden en tiempos diferentes y el espectador se encuentra con relaciones por empezar, y otras en plena crisis, “fragmentos” inestables.
Lo curioso, lo que llama la atención, es que alguien se haya sentado a elaborar un guion cinematográfico (de ficción) apoyado en un ensayo, de gran vuelo poético es cierto, pero ensayo al fin.
Para quienes aman a Barthes, y para los que amamos sobre todo a Binoche –esa mujer férrea y frágil, casi al borde, bella siempre, y con su sonrisa, y su risa, que ablanda toda solemnidad y pospone el drama-. Una historia casi triste preñada de humor, y un dialogo final entre dos gigantes del cine francés –Depardieu y Bichoche- donde se cruza sobreentendidos y confusiones, acusaciones y fabulación sugestiva, y siempre la ternura, definida por Barthes como solo él puede hacerlo: “No es solamente necesidad de ternura sino también necesidad de ser tierno para el otro: nos encerramos en la bondad mutua, nos materializamos mutuamente; volvemos a la raíz de toda relación, allí donde necesidad y deseo se juntan. El gesto tierno dice: pídeme lo que sea que pueda aplacar tu cuerpo, pero tampoco olvides que te deseo un poco, ligeramente, sin querer tomar nada enseguida”.
*Nerio Tello es periodista, escritor, editor y docente universitario. Autor del blog Letra Creativa.