Hace poco salió el libro El Mono en el Remolino, Notas sobre el rodaje de Zama, de Lucrecia Martel. La autora de este pequeño pero bellísimo libro es Selva Almada, escritora entrerriana que tiene en su haber piezas literarias destacadas, como Ladrilleros y El viento que arrasa, entre otras.
Editada por Literatura Random House, esta vez Almada propone una serie de relatos breves en los que se detiene sobre pequeños detalles del set en el que transcurre la grabación de la película que representará a la Argentina en los Premios Goya y Oscars.
En poco más de 90 páginas, se condensa el tono y la musicalidad de la literatura de Almada, pero en la trama concreta que las escenas construidas por Martel le brindan y que ella observa y relata, desde su silencio.
Este libro es un ejemplo de lo que la literatura tiene para decir en pocas palabras, rodeada de imágenes. Es un suspiro literario. Momentos, pantallazos, pinceladas de un detrás de escena que es, principalmente, primer plano de la mirada sutil y reposada de una escritora que cuenta porque, es obvio, no puede no hacerlo. No puede no ver todo a través del lente de la narrativa, de la poética, de la lírica.
Zama, la de Di Benedetto, podría considerarse una novela sobre una espera gris. El Mono en el remolino, en tanto, también relata un “estar suspendido”: entre el lenguaje audiovisual y el lenguaje literario, entre detalles y encantamientos que se mueven de un plano a otro, que hacen caminar por el borde poroso de la realidad que es relato. Las horas que transcurren entre el barro, el calor y el silencio, en este caso, son las horas de las y los miembros desnudos de la comunidad qom extras en el rodaje, son las que espera el equipo técnico, la directora, o los jóvenes africanos ataviados para interpretar a la servidumbre.
En El mono.., Selva Almada recoge momentos, caminatas por el terreno enlodado de personajes que encaran otros personajes de otros tiempos. Otros tiempos literarios.
Es un libro pequeño, como para leer en la cola del cine. Para regalar y regalarse.