Cuando un libro se publica después que el autor murió, como es sabido, se le llama obra póstuma, palabra que viene del latín que quiere decir, obviamente, “último”, porque nadie escribe después de muerto. Ahora me comentan que hay una aplicación de twitter para dejar un mensaje que sale después que uno expiró, aunque no se bien qué podría decir uno, salvo “hasta la vista”. Y puede resultar ofensivo.

Sin embargo, lo que motiva mi reflexión es que leí por ahí que la editorial Simon & Schuster lanzó, o lo hará en breve, una reedición de Adiós a las armas, del ubicuo Ernest Hemingway. Nunca está de más una reedición de tamaña obra pero esta edición tiene una sorpresa porque incluye los 47 finales que el escritor descartó antes de publicar el final que hoy conocemos.

Es decir, que esta edición tendrá unas 300 páginas extra; y además de esta especie de “escribe tu propio final”, incluirá fragmentos descartados, y otros títulos que el autor manejó antes de llegar al que hoy conocemos.

Uno se pregunta ahora, por qué esta labor de desenterrar textos que el autor enterró. ¿Es justo, hay derecho? Muchos escritores podrían encontrar un gran aprendizaje, pero a costa de violentar la intimidad, de espiar por sobre el hombro de un autor cuyo ego seguramente nos obturaría la visión.

Mas allá de esto, sobre lo cual cada quien tendrá su opinión, me gusta resaltar el hecho de que el autor de El viejo y el mar, entre otras grandes obras, haya escrito 48 finales para su novela. Es lo que se llama trabajar.

Alguno de mis alumnos cuando les pido rehacer una página frunce el ceño. Uno de ellos me dijo un día: “No me gusta corregir”, y me dejó helado. Hemingway no escribió twits después de muerto, otros lo hicieron por él. Pero como escritor nos deja, sin duda, una gran enseñanza. Como diría Arlt, “la prepotencia del trabajo”.

*Nerio Tello  es periodista, escritor, editor y docente universitario. Autor del blog Letra Creativa.