Corría la década del 60 y Felipe Pigna, con apenas 2 años, ya se sabía de memoria las canciones de Gardel. Las había memorizado a fuerza de escucharlas en la radio que su madre le dejaba encendida en la cuna antes de irse a trabajar, para que se sintiera acompañado. Ese conocimiento, inusual en un niño tan pequeño, convertía a Felipe en el centro de atención de las reuniones sociales a las que su abuela lo llevaba, para que “el nene cantara”.

-Vos creciste con Gardel-, afirmo más que pregunto en el inicio de nuestra conversación.

Del otro lado de la línea telefónica, Pigna se ríe suavemente y la emoción ya se le filtra en la voz:

-Sí, completamente. Es tal cual: crecí con Gardel.

Son días lluviosos en Mar del Plata. En unas  horas, en lo que ya es una tradición, Pigna dejará inaugurada la edición 2021 del Ciclo Verano Planetaver más información acá– presentando su último libro, llamado simplemente Gardel.

Pero antes adelantará, en diálogo con Revista Leemos, varios de los temas que seguramente abordará durante su conversación con el periodista Nino Ramella y que se transmite de manera virtual.

Nos hablará sobre Gardel (Carlitos, como lo llamará varias veces durante la conversación) no solo como el talentosísimo artista que fue sino también de su disciplina, de su calidad humana, de su vida personal –“parece una novela”, se ríe- y de la inevitable comparación con Maradona.

Comenzamos hablando sobre un aspecto ineludible de este nuevo libro: su relación personal por Gardel.

-Admirás a Gardel desde hace tiempo y lo conocías desde antes de escribir este libro. Supongo que la investigación te debe haber revelado aspectos de su vida y su personalidad que no conocías. ¿Cómo reemergió su figura después de este libro?

-Está bien hablar de re-emerger porque en realidad nunca se fue, siempre estuvo rondando. Muchas cosas me sorprendieron del personaje, una es que es un personaje bastante distinto del que tenemos instalado en el imaginario. Quizás tenemos la idea de un Carlitos festivo permanente pero en realidad era un tipo muy disciplinado, una persona que le daba muchísima importancia a su preparación física. Por ejemplo, tenía tendencia a engordar así que tenía una rutina de gimnasia diaria muy exigente.

Pigna profesa un profundo cariño por Gardel: “Crecí con él”, dice.

-También era muy estudioso…

-Sí, totalmente. Hay una anécdota muy linda en este sentido: en un viaje en barco se cruza con (el tenor Enrico) Caruso y le dice dos cosas muy importantes: la primera es que tiene que bajar un tono, porque no es un tenor sino un barítono. Y la segunda que estudie canto lírico porque tiene una voz privilegiada. Él toma esos consejos y se pone a estudiar con un profesor del Colón. También estudia inglés.

-Se lo nota una persona muy consciente de sí mismo como producto, aunque quizás no sea la palabra…

-Sí, está bien, es así, porque él va construyendo su producto. Esto de ‘la pinta’ de Carlos Gardel es algo en lo que él trabaja permanentemente. Está muy atento a su figura, a su ropa, a su peinado, a su estilo. Una vez un amigo le hace una broma respecto de la cantidad de mujeres que debía tener y él le contesta: “No te confundas. Las mujeres se enamoran del cantor, no de mi”.  

-También lo reflejás como un innovador con mucha visión comercial…

-Es que así era, absolutamente. Pensemos que no tenía manager, él negociaba sus contratos con una claridad absoluta respecto de qué le convenía y qué no. En cuanto descubre el cine sonoro, se pone en marcha para que llegue a Argentina. Hace los famosos cortos con (Eduardo) Morera, el primer dúplex entre Nueva York y Buenos Aries en el ’34 y lo que podrían llamarse los primeros videoclips.

-Todas características que se aprecian más aún cuando se recuerda que es una persona que arranca desde abajo y que se hizo a sí misma…

-Claro. Es un chico de la calle, prácticamente. Crece entre la calle Corrientes angosta, con sus teatros y las redacciones periodísticas, donde él repartía las camisas que planchaba su mamá. El Mercado del Abasto, con su mix cultural en el que había españoles, franceses, italianos, judíos y la gente del interior, que traía el azúcar de Tucumán, la yerba de Corrientes y el vino de Mendoza. Cada uno cantando sus ritmos locales . Todo eso influyó en la formación cultural y musical de Carlitos.

-En el libro vos no solo lo rescatás como artista sino también desde lo humano. Encontraste perlitas de su relación con la madre, su lealtad como amigo, su generosidad tanto económica como artística…

Gardel con Sofía Bozan, con quien tuvo un bello gesto que está relatado en el libro.

-Sí, tremendo. Su historia con la madre y el padre parece una novela –se ríe-. Y en cuanto a su generosidad, era económica, sí, él ayudaba a todo el mundo. Algunos dicen que de manera exagerada. Pero también era muy generoso como artista. Hay una anécdota muy linda con Sofía Bozán: Estaban en París filmando y en lo que sería una rueda de prensa los periodistas de los más importantes medios le piden a Gardel que cante. Él arranca pero en un momento dice “me olvidé la letra, seguí vos Negrita”. Obviamente era imposible que se olvidara la letra, lo hace a propósito para que la escuchen cantar a Sofía. Ella lo recuerda con muchísimo cariño y lo cuenta como un ejemplo de su generosidad.

-Todos estos elementos hacen casi inevitable la comparación con Maradona. ¿Sentís que hay puntos en común entre ambas figuras?

-Si, totalmente. Creo que tienen mucho en común: primero el origen humilde del cual ambos estaban orgullosos. Luego la fama mundial y el agradecimiento a la madre: recordemos que lo primero que hacen los dos es comprarle una casa a sus viejos. Y ese velatorio, que en ambos casos fue impresionante, con una palabra que sonaba muy fuerte que era ‘gracias’. Eso habla de la llegada que tenían con la gente más humilde, que es la que habitualmente tiene pocas alegrías y es agradecida con la gente que les da alegría.

-Cuando hablamos el año pasado en el marco de la presentación de Los cuentos del abuelo José, me dijiste que uno de los objetivos de tu próximo libro era que Gardel volviera, porque lo sentías un poco ausente. Incluso en aquel momento la idea era que el libro se llamara Volver. El título cambió, pero ¿la idea siguió siendo la misma?

-Sí. Lo que pasa es que el nombre es tan potente que pensé que no podía poner otra cosa. De hecho, tampoco me animé a ponerle ningún subtítulo: Gardel es Gardel. Pero la idea sigue siendo la misma, sobre todo que lo conozcan las nuevas generaciones, que los jóvenes no se pierdan a semejante rockstar.

-¿Cuál te parece que puede ser el principal gancho para que vuelva?

-Bueno, en primer lugar, lo que venimos hablando: su vida, que fue una vida intensa, dedicada a hacer lo que le gustaba, cantar y viajar, algo que también les gusta mucho a los jóvenes. Y después, el hecho de que los grandes ídolos de nuestros jóvenes son gardelianos: el Flaco (Spinetta), Charly (García), todos los músicos argentinos son gardelianos, reconocen en él  a un antecedente fundamental, ahí hay un punto de referencia importante. Y, también, el hecho de que nuevos artistas interpretan sus canciones. Rosalía cantó Volver en el Madison Square Garden –Nueva York- el año pasado y es una versión hermosísima.

-Es un libro ideal para venir acompañado por una playlist y enlaces a videos. Una experiencia multisensorial…

-Muchas personas me la piden así que en breve la pienso subir a mi podcast-, adelanta con entusiasmo Pigna.

-Escucharte hablar ya debería entusiasmarles: se te nota la admiración y la emoción.

-(Ríe) Si, la verdad es que este es un libro que me produce mucha alegría y emoción. Y es que Gardel es un personaje que te llena el alma.

@limayameztoy