-¿Te parece que alguna vez vas a poder dejar de escribir sobre la muerte?
-No, ¿Por qué? ¿Debería?
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Sebastián Chilano publicó hace poco su nueva novela, Los preparados -editada por Obloshka-, aunque en realidad hay mucho más que ficción en este libro. “Empezó siendo un libro de ensayos”, cuenta con su fluidez habitual mientras nos sentamos en un café superventilado y nos sacamos los barbijos. Son tiempos de coronavirus, así que, como él es médico además de escritor, nos embarcamos hablando de actualidad epidemiológica, síntomas, temores y proyecciones, antes que de literatura.
Pero, ya se sabe, todo tiene que ver con todo y Los Preparados, además de muchas otras cosas, es un libro sobre la muerte. Son los últimos días de diciembre de 2020.
El Chilano-personaje ya había aparecido un poquito en Tan lejos que es mentira, como un médico sin credibilidad. Y acá aparece diciendo “la medicina es mentir un poco”. ¿Buscás un personaje controvertido?
-No, no controvertido, para mí es real. ¿Cuál es el tratamiento para el Covid?
No hay….
-No hay. Lo que podés hacer es quedarte en tu cama, tomar paracetamol y que se te baje la fiebre. Fin. Pero si vos mirás los últimos ocho meses, viste que se probó hidroxicloroquina, ivermectina, antibióticos, salbutamol inhalado, dióxido de cloro, ibuprofeno inhalado, anticuerpos monoclonales, etcétera. ¿Qué funcionó? Por ahora, nada. La medicina tiene eso: hasta que sabe lo que está pasando y determina qué se puede hacer, uno miente un poco.
¿La medicina también es un género literario?
-No. Bueno, tal vez un poco sí. En medicina hacemos una cosa que se llama “Medicina basada en evidencia”, digamos que para darte una aspirina tenemos que saber cómo funciona, y hace unos años eso se viene cambiando por algo que se llama “Medicina narrativa”, es una movida grande a la que los médicos tradicionales no le dan mucha pelota, pero que es ir hacia la narración del paciente. El paciente no es sólo tratar de encontrar los síntomas de la enfermedad, sino también todo su contexto. Por eso existe el colon irritable, la cefalea tensional, porque hay algo en la narración de la vida diaria del paciente que lo lleva a somatizar y tener esos síntomas.
¿Cómo se lidia con el gran dilema de confundir narrador con autor en una novela de este tipo, donde la mitad de lo que leemos -o inclusive un poco más- es la historia de tu paso por la facultad de medicina, por ejemplo, o la historia de tu familia, digamos, ficcionalizada?
-Eso me parece que lo tiene que dirimir el lector. En realidad, el origen del libro es un ensayo. Por eso la primera parte es mucho más ensayística y después eso se va diluyendo.
¿Cómo fue el proceso de elegir, de todo lo que hay de tu historia personal, qué quedaba y qué no en Los Preparados? Seguro hay mucho más que escribiste y que acá no está…
-Si, pero yo creo que la historia llegaba hasta acá. Estoy muy contento con cómo quedó el libro, está saldado para mí. Hay muchas cosas que me dejan muy tranquilo, lo que es ficción y lo que está basado en hechos reales, digamos.
¿La literatura es una forma de venganza?
-¡Sí, totalmente! Lo descubrí ahora, con este libro. Está muy bueno, lo disfrutás. Es un poco sucio, porque te vengás de gente muerta y como no queda ni familia… es mi victoria absoluta (risas). Pero trabajé mucho este libro, había cosas muy intensas que después pude sacar porque, en realidad, ya me conformaba con haberlas escrito y no era necesario publicarlas. La literatura es una forma de curarse, también. Es como una catarsis. No lo leí en papel todavía…
¿Podrás?
-No sé. Pasó bastante tiempo hasta que lo volví a corregir y fue muy difícil. Es que hace un año y medio, cuando arranqué esto, murió mi viejo. Fue como un cimbronazo y, en ese contexto estar escribiendo sobre la muerte fue demasiado.
Claro, esa es la parte cuando dijiste “papi” y tuve que llorar…
-Y a mi me sigue pasando, a la tercera o cuarta lectura lo pude terminar sin llorar. Y no puedo leerlo todavía sin sentir el sacudón. Pero, bueno, era eso lo que tenía que escribir.
Si la madurez es cerrar etapas
En Los preparados, Chilano mezcla un tono ensayístico con un relato ficcionado de lo que, a simple vista parece ser su propia historia: su paso por la carrera de medicina, sus primeros trabajos, la debacle económica, la relación con otros familiares cercanos, su madre, el deterioro de la salud de su padre.
Definitivamente, este libro no se parece en nada a sus novelas anteriores. Se presenta, en apariencia, sin grandes pretensiones, pero va creciendo como crece la tensión del relato, como crecen los secretos de las familias con los años y la presencia de la muerte, que siempre vuelve en forma de cuerpo inerte, aunque nunca se va del todo.
¿Te parece que Los preparados es tu novela de la madurez?
-No sé. Yo pensé que mi novela de la madurez era En tres noches la eternidad, esta es una novela para saldar cosas, para cerrar etapas. Así que si madurar es cerrar etapas, esta es mi novela de la madurez. Si sé que es la novela que me deja con la sensación de ‘y ahora, qué’.
¿Tenés ganas de seguir escribiendo?
-Si, pero por primera vez me enfrento a la posibilidad de decirme ‘y si dejo de escribir, ¿Qué pasa? Porque a veces me digo que quizás yo tenía que escribir dos o tres libros, o uno. Como para decir ‘esto era lo que quería decir’. Y quizás sea este. Hoy tengo esa sensación de que si llegué hasta acá está bien. Siento que dejé uno que vale la pena, aunque no reniego de los otros. Supongo que, como me ha pasado otras veces, en un tiempo vuelve la necesidad de escribir.
Esa sensación de, no sé si la palabra es vacío, pero esto de haber llegado a un punto de inflexión, ¿la tuviste antes?
-No, creo que con En tres noches… llegué a pensar algo así como ‘bueno, no sé si voy a poder escribir mejor que esto, quizás esto es todo’, pero no era un tema nada personal. Y nada que ver con Los preparados. Ahora estoy escribiendo cuentos, estoy tratando de divertirme, porque esto fue tan intenso que siento que tengo que distender. Esto fue demasiado en serio, yo no soy tan serio. Me digo ‘mirá lo que escribí, me fui a la mierda’.
@trianakossmann