Guillermo Martínez llega a Mar del Plata para presentar su nueva novela, Los crímenes de Alicia, en la Feria del Libro de nuestra ciudad. Será este viernes a las 19 en el Centro Cultural Estación terminal Sur, de Sarmiento y Alberti.
En este nuevo libro, el escritor recupera los personajes y la atmósfera de Crímenes Imperceptibles -a través del cual tuvo un amplio reconocimiento internacional-, y propone un nuevo desafío matemático en el desarrollo de una trama que tiene como puntapié inicial las páginas censuradas de los diarios de Lewis Carroll, autor de Alicia en el país de las maravillas.
Antes de su paso por la Feria, Martínez conversó con Revista Leemos sobre esta historia, sus expectativas para escribir una nueva entrega de las novelas que combinan crimen y lógica y la participación de las y los escritores en el debate público, entre muchos otros temas.
¿Te costó volver a ambientarte, encontrar el ritmo de la narración, teniendo en cuenta que pasaron 15 años desde que escribiste la primera novela, Crímenes Imperceptibles?
-La verdad es que no me costó encontrar la voz del narrador, es el mismo mundo, la misma tecnología de esa época. Me costó más bien encontrar la manera de empezar la novela: escribí primero 6 capítulos y me di cuenta de que tenía que empezar de otra manera. En la primera versión que intenté, el narrador se reencontraba con Seldom en la Embajada Británica en Buenos Aires, pero era muy diferente. Y al final decidí situar la novela un año después y que todavía el narrador estuviera en Oxford: que estuviera involucrado en todos los acontecimientos desde el principio.
En este nuevo libro también se desarrollan muchas teorías que son bastante complejas, pero que aparecen explicadas de una manera llana…
-Yo creo que el aporte o el costado de innovación que tienen estas dos novelas es la intención de poder hablar de algunos temas de filosofía de la matemática, filosofía del lenguaje, de lógica, dentro de una trama policial. Eso es lo que yo estoy intentando con estas dos novelas y ojalá pueda cerrarlo con una tercera, algo así como una trilogía que pienso como la trilogía de la lógica y el crimen. En ese sentido, intento que los elementos o el aire matemático, o las discusiones de matemáticas que aparecen parezcan razonablemente accesibles.
Mi amiga escritora Vlady Kociancich me decía que le gustaba leer mis libros porque tenía la sensación de que por primera vez en su vida entendía algo de matemáticas, aunque estaba segura al terminar de que no había sido así también.
Dan la sensación de que uno puede entender el espíritu de lo que se discute en matemáticas y eso ya me parece bastante.
En algunas ocasiones te dijeron que habías escrito una novela redonda. ¿Buscabas eso?
-No, yo lo que busco es algo del orden del acto de ilusionismo, que es la analogía que más me interesa con la literatura, y eso tiene la novela policial de enigma. Tiene algo de truco, de artificio, con todas las cartas a la vista y que la solución final llegue con, como decía Borges, “necesidad y maravilla”. Ese era uno de los mandamientos de la narración policial para él y a mí me gusta mucho esa idea. Que la solución final emerja de manera lógica, con cierta naturalidad y que asombre, en algún sentido, como asombra la demostración sofisticada de un teorema o como asombra un acto de ilusionismo. Hay algo de esos dos factores: la naturalidad y el asombro que tienen que estar en la resolución de una novela.
Sos uno de los autores argentinos más traducidos, ¿a qué creés que se deba? ¿Será porque el policial de enigma es más apto para ser apreciado desde diferentes culturas, con situaciones más trasladables a otras idiosincrasias que, por ejemplo, la novela criminal?
-Quizás sí, pero también habría que ver que, por ejemplo, el policial escandinavo se impuso en todo el mundo. Hay una ola, una moda, y es también un mundo bastante diferente y hasta exótico para los que no vivimos en esos fríos tremendos.
Ah, lo decís porque no vivís en Mar del Plata…
-Si… aunque alguna vacación invernal pasé… Es que hay veces en que ocurren estos fenómenos extraños que una literatura por un autor pase fronteras. Quiero decir que el mundo se ha vuelto también bastante más genérico y compartible, y yo creo que cualquier novela argentina puede aspirar a ser traducida… sin ir más lejos pensemos en autoras como Ariana Harcwicz, Samantha Schweblin o Mariana Enríquez.
En el caso de mi novela creo que también debe tener que ver que, por un lado, transcurre en Inglaterra: Oxford es una meca del conocimiento para todo el mundo; y, en el caso de esta segunda novela, la referencia al mundo de Alicia en el País de las Maravillas pude ser que ayude a que sea un libro que, en principio, pueda atraer a personas de diferentes culturas.
En estos momentos estamos asistiendo a una etapa en la que se ve una presencia más clara de las y los escritores en el debate público, una mayor implicancia política. ¿Te parece que es un rasgo de época?
-Es algo muy reciente. A nosotros mismos nos llamó la atención cuando hicimos la convocatoria con Claudia Piñeiro y un grupo inicial de escritores. La masividad que alcanzó, cómo se fueron sumando autores de todas las edades, de todas las generaciones, de todas las provincias.
Tuvimos una especie de consulta para todo el país. Esto para mi tiene otro signo: llegamos a cierta edad y estamos viendo cómo muchos gobiernos fracasan en cantidad de cuestiones y hay una sensación de que hay que involucrarse un poco más. Creo que eso predominó en este momento. Tenemos que salir a decir lo que creemos que deberían ser algunas de las cosas en el lugar que conocemos o en el oficio que conocemos. Cómo debería promoverse la lectura, cómo debería llevarse el libro a los colegios, cómo debería plantarse el estado frente a estas cuestiones, cómo deberían ser las relaciones laborales de los escritores dentro de la industria editorial. Son varias cuestiones, y eso es lo que estamos tratando de decir ante la inminencia posiblemente de un recambio de gobierno y, quizá, con la posibilidad de que se nos escuche un poco más.
@trianakossmann