En esta entrevista el autor habla de su primera publicación, Temporada de Huracanes, editado por Puente Áereo.
Jorge Pittaluga tiene una voz grave y un ritmo pausado al hablar. Se toma su tiempo para contestar cada una de las preguntas que van surgiendo en esta charla que emprendimos en la Biblioteca que funciona en el entrepiso del Club Kimberley.
Antes de empezar, le cuento una idea –apenas esbozada- sobre lo que en el momento decido llamar “óperas primas marplatenses”. Lo invito para que sea parte –de algo que aun no sé bien qué va a ser- y su respuesta es: “Si, yo no tengo problema”. A lo largo de la charla que sigue me doy cuenta de que esa frase podría ser una buena síntesis de su personalidad.
Hablamos de Temporada de Huracanes, el libro de relatos –microficciones- que Pittaluga acaba de publicar con Puente Aéreo Ediciones que, junto con Las Palabras de Matías Moscardi, son las primeras propuestas de esta editorial independiente marplatense en materia de ficción.
¿Cómo definirías este libro?
–Es como una recopilación de cosas nuevas y viejas, cosas que empezaron como reflexiones y terminaron como cuentos, algunos cuentos de media página, o menos, incluso.
¿Son microficciones?
–Si, algunas por ahí se extienden un poco más, algunos tocan el género fantástico y muchos están escritos como miradas sobre cosas comunes o historias que pasan cerca de uno y uno las termina de completar. De metido, digamos.
Usas disparadores de la vida cotidiana…
-Son cosas que terminan generando una acción diaria y después uno trata de imaginar que hay detrás de todo eso. Hay cosas que pasan mirando por la ventana o tomando un café, o transformar en personajes cosas medias abstractas como una pieza del tetris o llevar algunas cosas de la cultura popular a tratar de imaginar si hay una vida detrás de eso, conversaciones telefónicas, frases por la mitad, diálogos absurdos.
¿Cual dirías que es el género de estos relatos o la línea que hace que estén todos juntos en Temporada de Huracanes?
-Microficciones que a veces se apartan un poco de lo real. Comienzan reales y terminan absurdas o ambiguas, tratando de encontrar la vuelta a ver si hay algo más allá de lo evidente, algún tipo de vida detrás de la rutina.
¿En qué épocas lo escribiste?
-Algunas son actuales, otras son de más de 10 años…
Jorge Pittaluga es músico, profesor superior de Educación Musical y licenciado en Artes. Da clases en todos los niveles educativos y, además, colabora como tecladista y bajista en distintos grupos de música popular de nuestra ciudad. Me dice que algunas cosas que aparecen en este libro rozan, de algún modo, lo poético, pero también aclara que prefirió correrse de ese lugar.
Tal vez, por tu relación con la música, se te hace difícil salirte del ritmo, de la métrica…
-Puede ser pero, a pesar de ser músico, nunca me volqué a escribir mi propia música, de las pocas que hice soy muy crítico. Por ahí un abuso de la técnica me hace analizar demasiado las cosas. Y en la literatura uno cae más como lector y después es más una cuestión de caradurismo, pruebo algo y me gusta, avanzo, siento que me gusta o a otro, puede mejorar, se puede profundizar un poco más y después, de algún modo se transforma en algo real y en general no era lo que tenía en mente cuando empecé a escribir algo.
¿Quién te lee en los momentos de gestación, de corrección del texto? Es decir, ¿en los criterios de quién confiás?
-En mi amiga Evangelina Aguilera que es profesora de Letras y que siempre leía lo que yo hacía. Muchas de estas cosas habían aparecido en un blog que ahora no está más y después en forma impresa lo pasé a algunos amigos. Hicimos una selección. Primero, una temática, después que fuera lo más representativa posible de lo que a mí me gustaba y terminó generándose esto. Además del aporte de la gente de la editorial, que conozco a los dos Esteban (Prado y Quirós) de la docencia… porque fueron alumnos míos.
¿Qué tipo de lector pensás que sos?
-Soy un lector obsesivo, o continuo, mejor dicho. No puedo estar sin algo para leer. En general es una novela y un libro de cuentos. Ahora estoy escribiendo la tesis para una maestría y tengo muchos libros que quedaron abandonados hasta que termine. Pero siempre con un libro encima. Tuve épocas: la época adolescente en la Biblioteca Municipal y leerme todo Bradbury, por ejemplo. Después pasé a lecturas de terror, de ciencia ficción y en el caso de Bradbury lo volví a leer veintipico de años después cuando me compré los libros que había leído de chico en la biblioteca. Y también tuve una época de otras partes de la ciencia ficción como con Asimov, y una época de Cortázar, una de Bukowsky, una de Auster… son etapas… soy uno de los pocos a los que no le gusta Rayuela.
Chau, te vas de acá…
-Pero me gustan todos los cuentos de Cortázar.
Bueno, está bien. Te podés quedar.
-(risas) Me gusta lo extraño. Me gusta meterme en una novela larga y volver todos los días… a pesar de que escribo cosas muy cortas no suelo leer demasiadas microficciones. Vuelco la lectura en otras cosas y por ahí me expreso mejor en lo breve. Tengo cosas escritas más largas, pero están encaradas como microficciones encadenadas.
¿Qué es lo que te gusta de las formas breves?
-Creo que me gusta poder condensar algún tipo de idea, que a veces uno dice “esta es una buena idea y se podría extender más” pero después te das cuenta de que al renglón número 10 ya está. No me gusta abusar de la palabra para decorar demasiado una idea, que por ahí a veces aparece cuando tenés un poquito más de experiencia se te da como un vicio. Antes te costaba llenar una página y ahora te sale… pero eso no es un avance. No me gusta el firulete. Me gusta que quede claro, leerlo en voz alta, escucharlo para ver si suena bien. Me acuerdo que al principio tenía oraciones eternas, sin respiración en ningún lado y me doy cuenta de que tengo un pequeño vicio de querer decir todo en un mismo renglón. Por ahí estoy tratando de encontrar un lugar en donde me siento identificado, por ahí es así ahora y después, no.
¿Cómo fue que te decidiste a publicar?
-Y, tenía ganas de hacer algo. Lo consulté con Evangelina e hicimos una selección de lo textos que tenia y terminamos armando un anillado, viendo que no quedara desequilibrado y una vez que me gustó, me preguntó “que querés hacer con esto” y yo no tenía ni la menor ideas. Aparte, tampoco me entusiasmaba esto de visibilizarme tanto. Yo esperaba que la sociedad pase por lado y yo, leyendo, por otro. Pero en algún momento me animé y le mandé una copia a Esteban (Quirós) y me dijo que lo iban a leer. Para finales del año pasado empezamos con el proceso de revisión y corrección.
¿Por qué Temporada de Huracanes?
-Es el título del último cuento del libro. Fue una elección que arreglamos con los chicos de la editorial, porque se me había ocurrido Postales, que es el primero, pero era bastante cursi y repetido. Estos textos en realidad son como postales, como imágenes de cosas, de situaciones, de acciones, de cosas que uno ve y que pasan y cosas que uno ve la mitad y completa lo que falta.
¿Cuánto tiene que ver la música en este libro? ¿Cómo te funciona el aspecto creativo que te da la música con la producción literaria?
–Suelo trabajar tanto en el colegio como en el conservatorio haciendo arreglos o estoy instrumentando, hago variaciones de canciones y arreglos de obras. Por ahí se puede dar un caso de que uso la música para ir recreando en mis propias experiencias, tocando en alguna banda, donde el arreglo se termina haciendo en el ensayo, donde se hace enfrente del otro y surge de la interacción entre los diferentes instrumentos y músicos, es trabajo en equipo. Pero en el caso de la literatura es más de encerrarse, de aislarse. Yo pongo música de fondo y me pongo a escribir sin tener una idea, me gusta el desafío de sentarme a escribir frente a la nada y que la música me aísle, me genera un clima y me tape la distracción.
Jorge Pittaluga es músico y lector, es escritor y melómano (nunca usaría la palabra “consumidor”). Esa conjunción se ve y se escucha en su prosa: hay ritmo, cierta musicalidad en ese torbellino de pequeñas ficciones que es Temporada de Huracanes.