Generar un espacio de intercambio en el que el papel “usado para el bien” fuera el protagonista.  Ese fue el objetivo que se plantearon desde Club Tri y la librería El Gran Pez cuando comenzaron a imaginar la primera  Feria de la Cultura Impresa de Mar del Plata: un lugar donde quienes concurrieran no solo encontraran todo tipo de libros -nuevos, usados, de tirada chica o “de artista”, entre otros- sino también a pósters, fanzines, comics, novelas gráficas, stickers y risografías. Lo dicho: sería la fiesta del papel.

El primer síntoma de que andaban bien encaminados lo encontraron de los propios expositores y expositoras: pronto tuvieron comprometidos cerca de 20 stands con editoriales, librerías, revistas y artistas individuales. Entre quienes no dudaron en sumarse a la iniciativa figuraron los sellos independientes La Bola Editora, Letra Sudaca y Puente Aéreo, las revistas Salamanca Comics, Changos, Camello de Oro, Centro y Fuga, además de Goles Rosas, Bananas, Voicot, Villy Villian y Julián Mono, entre otros.

Una vez armada la propuesta, solo quedaba invitar a la gente, lo que se hizo a través de las redes sociales con un slogan tentador: “Vení a apoyar la cultura independiente, y de paso, a enriquecer la tuya”. Y la respuesta fue masiva: desde las 16, hora en que Club Tri abrió sus puertas al público con entrada libre y gratuita, hasta el cierre, pasadas, las 22, el desfile de personas fue constante por el establecimiento ubicado en 20 de Septiembre 2650.

Las voces

En esta nota, dos protagonistas de la jornada relatan la experiencia para Revista Leemos: por un lado Esteban Prado, de Puente Aéreo Ediciones, y por el otro Carolina Bugnone, quien vivió la jornada desde el stand de Goles Rosas.

A continuación sus relatos de una experiencia que les sorprendió gratamente y, esperan, pueda repetirse pronto:

Prado: la génesis

“La iniciativa surgió desde el Club Tri -relató Prado-. Tenían la intención de abrir el juego de las ferias que suelen armar los domingos para el mundo del libro y de la cultura impresa en general. Por ese motivo, se comunicaron con nosotros y nos pusimos a pensar opciones. En la medida en que nos pusimos a hacer una posible lista y a convocar amigos y colegas, nos dimos cuenta de que podía ser algo muy lindo y nutrido. Y así fue”.

“Si bien a veces queda un poco solapada detrás de otros eventos más mainstream, la cultura impresa genera un espacio de intercambio muy lindo porque convoca a gente del diseño, la edición, la ilustración, la serigrafía, la historieta, el fanzine y la escritura”.

“Desde ese punto de vista entendimos que había algo piola asegurado de entrada. Y ni hablar cuando se hicieron las 16 y arrancó. Desde ahí, hasta el cierre, pasó gente curiosa, con ganas de conocer y apoyar comprando impresos que mueven, hacen, gestionan y traen gente de la ciudad. La verdad es que nos quedamos tentados de repetirla, así que ya veremos cuándo y cómo pero no va a ser la única”.

Bugnone: a pura pasión

Las chicas de los stands de Goles Rosas y Voicot

“La Feria abría sus puertas a las cuatro de la tarde, Micaela y yo llegamos cuatro menos veinte. Cuando entramos al espacio de la feria, el salón grande, estaban casi todos los stands preparados. Hacía frío todavía. Cargadas con nuestros bolsos y equipos de mate, encontramos la mesa asignada hacia el fondo del lugar: pegada al ingreso a los baños. Contra todos los pronósticos, resultó un lugar genial, los asistentes en algún momento pasarían por el baño y se toparían a la entrada o a la salida con nuestros libritos. Así fue”.

“Ordenamos en quince minutos los fanzines de Goles Rosas por autor y reparamos en que no habíamos llevado un afiche de la editorial, pero sí muchos stickers. Al lado nuestro, unas chicas ya tenían listo su stand de Voicot, “Violencia es comer animales”. Intercambiamos stickers y saludos. Desde las cinco no paró de llegar gente. Había familias con chicos, muchos jóvenes y también no tan jóvenes, que recorrían cada stand y se detenían. Mica y yo estábamos asombradas y felices por eso: las personas, de distintas edades y procedencias, paraban a hojear los libros, preguntar, comprar”.

La circulación de gente aumentaba y ya no teníamos frío. Las mesas del bar que estaban en el centro del salón empezaron a llenarse también. Pudimos ver que en los puestos se ofrecían cómics, fanzines con poesía local y de afuera, libros usados y nuevos, un stand específico del Club Tri con material ligado a la plástica y al diseño expuesto en ferias anteriores, y otro con pósters con ilustraciones bellísimas. Había música de fondo, pero la mejor música era el ruido de los que venían a no perderse nada, a tomarse un tiempo en cada puesto, a charlar con nosotras y con los demás”.

“Una señora nos preguntó si teníamos apoyo municipal en la editorial. ‘Yo soy profesora, pero no de Letras, de Contabilidad. Qué hermoso todo, ¡si mis alumnos vieran esto!’. La Feria duró hasta las diez de la noche, y hasta el último tramo seguía entrando gente interesada. Ojalá se repita, nos decíamos con los compañeros de editorial y con otros amigos. Ojalá. Estas movidas que se hacen a pura pasión, son las que resisten”.

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