Hace unos pocos días –como informó Leemos– murió en Estados Unidos una escritora de cara beatífica y nombre casi desconocido. Harper Lee había escrito un bestseller imbatible. Si los números no mienten, ese casi único libro de Lee, Matar al ruiseñor, vendió 30 millones de copias desde su publicación en 1960.  Llevado al cine, la novela se popularizó en todo el mundo.

Harper Lee había nacido en 1926, en Monroeville, un pequeño pueblo de Alabama, en el sureste de Estados Unidos. Dos años antes, había nacido Truman Capote, en Nueva Orleans, pero su madre casada por segunda vez lo llevó a vivir a Monroeville. Justo al lado de la niña Harper Lee.

Capote fue desde joven un escritor célebre y admirado.  En 1960 ya había publicado más de diez libros con sostenido éxito cuando la sobria escritora de 34 años, irrumpió con su ruiseñor. Sin embargo, nunca accedió a la fama personal y rehuyó de la exposición pública que tanto deslumbraba a Truman.

Tan entrañable fue la relación de niños, que uno de los tres personajes infantiles de Matar al ruiseñor, Charles Baker Harris, está inspirado en Capote niño. Lo describe como un chicho pequeño, pero maduro para su edad. ““Me sentía desgraciada sin él”, dice la narradora.

Ya  adultos, y viviendo en Nueva York,  Truman Capote invita a su amiga a acompañarlo a uno de los tantos viajes que hizo hasta Holcomb, Kansas, donde iba a contar la historia de un crimen tremendo ocurrido en 1959. Ese hecho dio origen a uno de los relatos más originales e influentes de la historia del periodismo: A sangre fría. Harper todavía no era famosa ni había ganado su Pulitzer (1961), que Truman nunca ganaría.

Según el biógrafo de Capote, Gerald Clarke, el excéntrico escritor parecía un alienígena en esa ciudad polvorienta y conservadora del medio oeste. Con sus sobretodos largos y sus sombreros de ala generosa, Capote despertaba más desconfianza que los propios acusados del crimen. Fue ahí cuando apareció Harper por pedido del escritor.

“Truman no encajaba, y nadie hablaba con él”, dijo años después Harold Nye, uno de los detectives del caso. “Pero Harper salió y estableció la relación con la gente. Se esforzó y logró contactos con los locales, y pudo introducir a Truman”, le contó el detective a Charles Shields, biógrafo de Harper Lee.

Sin ella, aseguran, Truman no habría roto la desconfianza de los habitantes de Holcomb.  Esa biografía cuenta que ella acompañó a Truman a todas las entrevistas y fue responsable de gran parte de la investigación. Sin embargo, Truman nunca agradeció ni mencionó su colaboración. Y aquellos que no querían bien a Truman dicen sin disimulos que sin Harper Lee, A sangre fría no hubiera sido posible.

Truman Capote murió en 1984, a los 59 años. Harper Lee murió en estos días, a los 90 años, en su casa de Monroeville,  vecina de la vieja casa de los Capote. La imaginación de niños los unió en una infancia que fue literaria; la envidia y el resentimiento de adultos, los separaron.

Nerio Tello