Un escritor amigo suele decir: “Cómo me cuesta secuestrar a las musas”. Estrategias para el secuestro: el escritorio ordenado ( o no). El mate. Lo bicochitos de grasa. El gato que duerme a un costado. La botella de… (lo que fuere). Los rituales lo acosan como a todos. Sin embargo, pocas veces las remolonas musas consienten compartir el festín. Convendría recordar que muchos grandes escritores las convencieron (a las musas) en situaciones harto incómodas; por ejemplo, en prisión.
Se sabe que el infausto Miguel de Cervantes tuvo algunas distracciones con los dineros públicos que administraba y sin más, terminó en la cárcel (eran otros tiempos). El tedio, las horas muertas o la incomodidad lo llevaron a pergeñar las andanzas de Don Quijote de la Mancha. Mi amigo refunfuña: “Musas eran las de antes”.
Distinta fue la historia de Oscar Wilde. El escritor inglés cumplió una pena de prisión por “comportamiento indecente y sodomía” en la hoy mítica cárcel de Reading. Se le prohibió mandar cartas pero sí se le autorizó escribir. Desde la húmeda ignominia de su celda escribió un largo y emotivo poema en forma de carta, dirigida, precisamente, a su amante Alfred Douglas. De Profundis se llama esa obra. Tras su liberación, partió a Francia, donde escribió su último libro La balada de la cárcel de Reading. Wilde, uno de los escritores más importantes de la literatura mundial, murió indigente, en París, a los 46 años.
Cuentan que Adolf Hitler escribió Mi lucha en la cárcel, lo que comprueba que estar encerrado no es garantía de calidad literaria ni de sanidad mental (musas, ¡vade retro!). En esa frontera estaba el Marqués de Sade cuando pasó una de sus tantas etapas en prisión y se afiebró con Justina, una obra literariamente modesta, cargada de violencia sexual y cierta crítica social. Finalmente fue recluido en un manicomio, no se sabe si por pornógrafo o por disidente.
Fedor Dostoievski pasó más de una década en Siberia y no precisamente de vacaciones. Tras zafar de los 20 grados bajo cero, estando aún en Siberia en “prisión domiciliaria” –por decirlo de alguna manera–, escribió un libro que tituló: Memoria de la casa de los muertos, o algo parecido. Una experiencia tremenda que solo la prosa del autor de Crimen y Castigo podía transformar en obra de arte.
¡Y nosotros que no podemos escribir si el mate está frío!
Nerio Tello es periodista, escritor, editor y docente universitario. Ha publicado alrededor de 30 libros, entre otros Periodismo Actual. Guía para la acción, Escritura Creativa y La entrevista radial (en coautoría con Marcelo Pérez Cotten).
Además, es colaborador permanente en el diario Clarín y de la revista Viajes y Turismo y del blog Turismología – Networking & Servicios.
Como docente ha trabajado en las Universidades Nacionales de Lomas de Zamora y de Buenos Aires. Y en las Universidades de Palermo, Del Salvador y Caece.
Pueden leerlo en su blog, Letra Creativa.