Una pareja con problemas económicos, su pequeña hija, una pianista anciana, un compositor alemán de música imposible (Helmut Lachenmann), el montaje de una ópera, el recuerdo de un guerrillero alemán y un reggiser desorientado puesto ante lo irrealizable, conforman los vectores de la última y bella película de Alejo Moguillansky (también guionista) basada (o inspirada quizás; o tomando nota, tal vez) en La vendedora de fósforos, de Hans Christian Andersen (1805 – 1875).
Autor de famosos cuentos para niños (El patito feo, La sirenita y La reina de las nieves, entre muchos otros), la melodramática historia de la pequeña vendedora de fósforos ha seducido a muchos cineastas y teatristas. Una película francesa de 1954 intenta recrear la historia con actores; pero antes, en 1902 hubo un corto basado en el cuento y una película de Jean Renoir (1894 – 1979) recortó la historia en 1928.
“Reinaba un frío horrible; nevaba desde la mañana; se aproximaba la noche y era el último día del año. En medio de las ráfagas, en aquel frío glacial, una pobre niña andaba por las calles, destocada y descalza.” Así empieza el cuento-poema de Andersen.
Pero esta versión de Moguillansky recoge a tientas la historia de Andersen y se planta sobre la imposibilidad. Quizás habla de hacer cine en la Argentina: una ópera que no es tal, sin cantantes; un director que no entiende ni sabe cómo abordar el tema, la pequeña hija –como la vendedora– perdida en los pasillos del Teatro Colón, una huelga de transporte que dificulta el regreso y los ensayos, todo se configura para que lo que debe ser, no sea. Por eso, el director-guionista se empeña en resolver la dificultad y decirnos, quizás, que se puede, aun donde parece que no se puede.
Un cuento de Andersen, música hecha con esquirlas, el burro de un película de Robert Bresson (Al azar de Baltasar, 1966) aprisionado en la película de Moguillansky, una nena llamada Cleo (hija del director y de Luciana Acuña, actriz también en el film) y protagonistas-actores con nombres propios (María –Marie – Villar, Walter Jakob) tratando de sobrevivir, de rescatar la tarjeta de crédito dejada como garantía en un bar cuya cuenta no pudieron pagar. Belleza y poesía; y la realidad atragantada. Un film sobre la posibilidad de lo imposible.