Samanta Schweblin, Mariana Enríquez y Leila Guerriero son las autoras que durante 2017 coparán el universo anglosajón, en lo que será un hito sin precedentes para las letras argentinas: la coexistencia de tres autoras nacionales en las bateas de Estados Unidos y Gran Bretaña. Y todo ello a raíz de sus obras que saltean los estereotipos y las demandas que el mercado editorial extranjero le impone a la literatura latinoamericana.
Distancia de rescate, la breve novela de Schweblin será la primera en salir a la caza de los lectores en lengua inglesa. Se trata de una pieza que disloca la realidad para presentar una trama que anuda desde el vínculo entre madres e hijos hasta la transmigración y la muerte. Traducida como Fever Dream, la obra se publicará la semana próxima a través del sello Riverhead.
De acuerdo a la agencia Télam, la antología de cuentos de terror de Mariana Enríquez, Las cosas que perdimos en el fuego, saldrá a fines de febrero en Estados Unidos por el sello Hogarts (Crown) y en Gran Bretaña por Portobello Books (Granta).
Finalmente, Guerriero verá publicada su crónica Una historia simple también en febrero. El libro aborda las implicancias del Festival Nacional de Malambo de Laborde, que se realiza una vez por año en esa ciudad cordobesa de 6 mil habitantes. Bajo el título de A simple story/The last malambo será editado por New Directions.
Una movida con historia espasmódica
El interés del mercado anglosajón por los autores latinoamericanos tuvo algunos puntos altos a lo largo de la historia, cuyo punto de partida podría situarse en las décadas de los 60 y 70 en el marco de lo que se conoció como el boom y que protagonizaron Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y en especial el colombiano Gabriel García Márquez, con Cien años de soledad.
A partir de allí algunos narradores locales lograron hacer pie en el universo editorial mainstream de la mano de obras que cumplimentaban el requisito de exotismo que parecía condición inamovible para estos escritores.
Ya en el siglo XXI el argentino César Aira desató una fiebre de lectores en Estados Unidos después de la elogiosa reseña que hizo la cantante Patti Smith de su obra El cerebro musical (The musical brain), mientras que Federico Andahazi se vio favorecido por la polémica generada en torno al Premio del Fondo Nacional de las Artes que le otorgaron -para luego revocar la decisión- por su obra El anatomista.
De este modo, la movida que encabezan ahora Schweblin, Enríquez y Guerriero es novedosa porque presupone una reactualización del interés por las letras argentinas como una apuesta colectiva y ya no aislada: cada una con sus protocolos de escritura y género que difieren bastante entre sí, constituyen una inserción auspiciosa en el mercado estadounidense, que a pesar de ser el mayor conglomerado de producción de libros con unos 300 mil títulos anuales, sólo incluye un tres por ciento de obras traducidas al inglés.
Lucha palabra a palabra
¿Qué supone para un escritor la transposición de la lengua originaria a otra acaso ajena o más esquiva en la que un texto queda necesariamente sujeto a nuevas significaciones? En ese punto, las miradas de las tres admiten matices y posiciones encontradas.
“Es un tema que me preocupa, sí -admite Schweblin-. Somos escritores, la escritura es, sobre todo, una lucha de precisión palabra a palabra, y la traducción no deja de ser una interpretación, con toda la subjetividad que cualquier interpretación implica”.
En cambio, Guerriero destaca que “la migración no me inquieta, porque me dejo llevar por un saludable desapego, pero me produce una infinita curiosidad saber cómo lidiará el traductor con algunas partes, digamos, sensibles”.
Fuente: Telam